Gredos escandinavo
EL HOTELITO, la aventura personal de dos turistas en la sierra de Ávila
Paneles solares, limitadores de agua, reciclaje de basuras, huerto ecológico... Amén de otros preceptos medioambientales que hoy conforman la Biblia de la sostenibilidad. Cándido Ruiz y Christina Aagesen -sus vicarios testimoniales en Navaluenga, estribaciones de la sierra de Gredos- sabían lo que hacían cuando dijeron ciao a sus respectivos trabajos en Madrid. Él llevaba el departamento comercial en Air France y ella, aunque danesa de nacimiento, era subdirectora en la Maison de la France. Les seducía la vida en el campo, especialmente el mundo de los caballos, con los que ya habían correteado en las laderas orillanas al río Alberche, hoy parte de su propiedad. Su profundo conocimiento de la industria turística les condujo hasta este escenario natural, en las afueras del pueblo, donde se afanaron en construir un hotelito escandinavamente minimalista.
EL HOTELITO
PUNTUACIÓN: 7
Categoría: hotel 3 estrellas. Dirección: Colonia La Chinita. Navaluenga, Ávila. Teléfono: 626 31 75 19. Web: www.el-hotelito.es. Instalaciones: jardín, centro hípico, salón, biblioteca, sala de reuniones para 16 personas, bar, comedor. Habitaciones: 12 dobles. Servicios: no hay habitaciones adaptadas para discapacitados, animales domésticos permitidos. Precios: desde 85 euros la doble, IVA incluido; desayuno, 10 euros, IVA incluido.
Un jardín geométrico abre la entrada, donde Cándido y Christina saben crear cada tarde de primavera un ambiente de comunidad entre sus clientes. Es lugar y momento para las presentaciones: excursiones por la sierra, cursos de fotografía, micología y cultivo de bonsáis, coaching ecuestre... Enseguida aparece una larga barra que integra el bar y la recepción. A la derecha, un salón con biblioteca, sillones mullidos y vistas al monte. Más allá, un saloncito con sillones de cuero (olorosos) sirve para reuniones de empresas o de aficionados a algo. Es la manera de tener el hotel lleno en estos tiempos.
Tampoco es mucho el esfuerzo. Solo hay que ocupar 12 habitaciones. Todas, luminosas, con muebles de diseño, cama alta, edredón nórdico, climatización controlada y un cuarto de baño minimalista. Grandes ventanales se abren a un jardín seco de uso privado con tumbonas al cielo. Muestra de una arquitectura de montaña transparente y eficiente energéticamente. Un murete de piedra separa cada patio del puro campo, donde se desperdigan varias construcciones, como el picadero de caballos, la mayor afición de Cándido y el principal atractivo del lugar.
De vuelta a la entrada, a la izquierda, las mesas del comedor, donde los desayunos son frugales, aunque los huevos frescos despiertan elogios. Las cenas, más caseras, despiertan el apetito de otros asuntos: aquí se organizan sesiones de astronomía en las que se invita a profesionales bien equipados de telescopios. Al calor de la chimenea nos percatamos de que en este hotelito somos verdaderamente polvo de estrellas.
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