Galanes frescos y acantilados de basalto
Seis rutas por las costas españolas, archipiélagos incluidos, que mezclan playazos nudistas, montaña y parques nacionales y escenarios de excentricidad daliniana
Desde una duna móvil hasta los escenarios que inspiraron a Dalí. Rutas por las costas españolas, archipiélagos incluidos, con variadas propuestas: desde aprender a surfear sobre la mítica ola de Mundaka, a relajantes mascarillas de cuerpo entero en las playas de la Ibiza tranquila.
01 A lomos de la duna móvil
Sobre las arenas de Corrubedo comienza una ruta con destino a la villa marinera de Noia. Por el efecto de las mareas y la fuerza del viento, la mayor duna móvil de España avanza medio metro cada año. Debido a los problemas de erosión, el visitante sólo puede acercarse a contemplarlas desde un mirador, accesible por una pasarela. El recorrido continúa hacia las piscinas naturales de As Furnas. Muy cerca, en las Peñas Negras, Alejandro Amenábar eligió algunos de los escenarios del rodaje Mar adentro. De hecho, el viajero encontrará un memorial en recuerdo de Ramón Sampedro.
La ruta continúa hacia los Castros de Baroña, asentamiento habitado entre los siglos IV y III a. C. y del que se conservan 20 viviendas circulares. A través de una senda se puede llegar a la playa de Area Longa, pionera del naturismo. Buena opción para darse un baño es también la zona de dunas de la playa de Aguieira, en Porto de Son.
El recorrido culmina en Noia, una de las localidades marineras más bonitas de las Rías Baixas, plagada de pazos y casas señoriales construidas con piedra granítica. Imprescindible una visita a las iglesias de Santa María a Nova y de San Martiño. Se puede cerrar la ruta tomando una empanada de maíz en el Pazo Dacosta.
02 Biodiversidad, 'surferos' y el árbol de Gernika
La Reserva de la Biosfera de Urdaibai se convierte en eje vertebrador de una ruta que arranca en la hermosa villa de Mundaka. El humedal más importante del País Vasco, área de reposo para las aves migratorias, cuenta con 220 kilómetros cuadrados de valiosa diversidad de ecosistemas, que incluye marismas y playas. Gernika, Luno, Bermeo y Mundaka son los principales núcleos de población de la reserva. En esta última localidad, marinera y surfera, hay que pasear por el puerto y acercarse al mirador de Portuondo, desde donde se puede disfrutar de una de las mejores panorámicas de la ría de Urdaibai.
Camino a Gernika se encuentra el Centro de Biodiversidad de Euskadi y el mirador de la Torre Madariaga, de espectaculares vistas. El centro ofrece además itinerarios guiados por la marisma. Ya en Gernika es de obligada visita la Plaza de los Fueros, punto donde se inició la reconstrucción de la ciudad, tras el devastador bombardeo de 1937. Allí mismo se aloja la Fundación Museo de la Paz de Gernika donde está documentada la masacre desencadenada por la Legión Cóndor alemana. Antes de dejar la ciudad hay que acercarse a la Casa de Juntas y al viejo árbol de Gernika, el roble símbolo de las instituciones vascas.
La ruta retoma la costa en la playa de Laida, la más grande de la ría de Mundaka, con casi un kilómetro de arena fina. Laida es muy conocida por surfistas de todo el mundo, llegados hasta aquí para disfrutar de la prestigiosa ola de Mundaka. La playa también es un buen lugar para familias con niños, debido a la poca profundidad de sus aguas.
03 De playazos nudistas a la Cueva del Infierno
En la costa alemeriense se puede caminar por las calles sin ropa, perderse en un laberinto árabe y convertirse en espeleólogo por un día. La aventura comienza con propuesta atrevida, un desnudo legal en el Playazo de Vera, "playa naturista autorizada" que invita a los visitantes menos pudorosos a airearse.
Al otro lado de Garrucha, típico pueblo marinero, está Mojácar. Sus fachadas blancas contrastan con el intenso azul del Mediterráneo. Cuentan los locales ue el omnipresente símbolo del Indalo es capaz de ahuyentar el mal de ojo gracias al arco iris que esta figura antropomórfica sostiene con los brazos.
La ruta atraviesa el Parque Natural del Cabo de Gata, donde se puede apreciar la belleza de los Islotes de San Andrés, en Carboneras, y degustar los exquisitos galanes, pescado único, propio de Almeria. Y para terminar, una aventura espeleológica en la famosa Cueva del Infierno de Sorbas, pueblo de miradores. Con tres rutas diseñadas en función de su dificultad, hay que gatear, trepar y descender por un espectacular paisaje de yeso, galerías y columnas.
04 Pinos convertidos en bonsáis
Acantilados abruptos recubiertos por exuberante vegetación definen el encanto especial del norte de La Gomera, apartado del turismo masivo. San Sebastián de la Gomera, capital de la isla, cuenta con 28 kilómetros de costa y un casco histórico con todo a mano. Recomendable un paseo por el puerto, de gran animación, y pisar la Playa de la Cueva, de arena negra canaria.
Con la costa como referencia se alcanza el Faro de San Cristóbal y la Reserva Natural Especial de Puntallana, litoral salvaje que ofrece un cuadro de dunas fósiles y curiosa vegetación achaparrada, con pinos convertidos en bonsáis. Al fondo, los acantilados de Cuevas Blancas culminan este capricho natural. Los túneles que han sustituido a las viejas y sinuosas carreteras permiten cambiar de paisaje en cuestión de segundos, y avistar laurisilvas y plataneras junto al Barranco de Hermigua, donde se pueden conseguir productos artesanos como la Brujita de la suerte. Calas de arena negra y origen volcánico salpican el recorrido, exclusivas por la verticalidad de la ribera.
Rumbo al sur se recomienda pasar por Agulo, municipio más pequeño de la isla, y en las cercanías del Parque Nacional de Garajonay contemplar el magnífico contraste entre los verdes de la meseta central y los ocres y grises del sur y las costas meridionales. Desde el Mirador de Abrante, el Teide luce majestuoso. La Playa de la Sepultura, salvaje, virgen y aislada, y los acantilados de Los Órganos cierran la ruta. Es La costa encantada, tal y como se conoce a esta parte del litoral, debido a sus formas basálticas y monolíticas de enormes dimensiones.
http://gomera-island.com/turismo
05 Mascarillas corporales en la Ibiza tranquila
Restos de un poblado fenicio marcan el punto de inicio. Este asentamiento de la península de Sa Caleta, declarado Patrimonio de la Humanidad y hasta pocos años era territorio militar, conecta con dos bonitas calas que flanquean esta franja del litoral ibicenco. En el otro extremo, la playa de arena fina de Es Bol Nou, rodeada por acantilados de paredes rojizas, acoge a bañistas untados en mascarillas corporales naturales, resultado de mezclar su arcilla con el agua.
El cercano Parque Natural de Ses Salines se extiende por el sur de Ibiza y el norte de Formentera. Tesoro de biodiversidad mediterránea, resulta accesible desde la carretera del aeropuerto, a la altura del hipódromo de Sant Jordi. Dos playas de referencia son Ses Salines y Es Cavallet.
Camino a Santa Eulária, cerca ya de Ibiza capital, hay más calas donde el día. Para nudistas, Cala Olivera, rincón virgen sin infraestructura turística; la solitaria Es Sòl d'en Serrà, con un restaurante chill out cercano y la opuesta Cala Llonga, una de las más turísticas de la isla. Santa Eulária culmina la ruta con el sosiego de su paseo marítimo y sus elegantes tiendas. Ejemplo de la Ibiza tranquila, lejos del bullicio de San Antonio o la capital.
06 Escenarios de excentricidad daliniana
El recorrido de Blanes a Portbou, a lo largo de la mediterránea Costa Brava, tiene algo de magia y arte. San Martí de Empúrieses la antigua capital del condado carolingio de Empúries y el inicio del recorrido. Conserva vestigios de su época medieval, como las Ruinas de Empúries y Castelló d'Empúries, y abre la puerta al Parque Natural Dels Aiguamolls De l?Empordá, cuna de vegetación de marismas, marjales y saladares.
Al llegar a Roses asoma la grandeza del Creu d'en Cobertella. Las calas Mutra, de tradición naturista, y Rustella invitan a un descanso preventivo. Después, hay que conducir 115 curvas hasta Cadaqués. Salvador Dalí, hijo de la pequeña isla de Portlligat, quedó prendado de este paisaje costero y lo inmortalizó desde varios de sus rincones, retratando espacios como Port Alguer y la playa Llané Gran. Imprescindible es la visita a su pueblo natal y a su Casa-Museo.
El recorrido finaliza con un paisaje de rocas de más de 300 millones de años en la reserva submarina de la Isla de s'Encalladora. Doradas pegmatitas originarias de Cap de Creus, corales rojos y gorgonias. Portboudespide al viajero desde el lugar donde los Pirineos se precipitan literalmente sobre el Mediterráneo.
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