Ya no hay bandas de perros en Bucarest
En las calles de Bucarest ya no se ven las famosas bandas independientes de perros cojos, sólo algún can suelto, sin pretensiones. La capital rumana es una ciudad con nervio, moderna y vieja, divertida, que despega deprisa.
"Míster Stalin se llevó todo. Y ahora no lo quiere devolver". El taxista Mario es capaz de sintetizar en los 20 minutos que van del aeropuerto al centro el auge, caída, calvario comunista y resurrección de la Rumanía del último siglo. Mario obvia la ejecución 'popular' del matrimonio Ceaucescu que indigestó a medio mundo en la Navidad de 1989. Pelillos a la mar. Estamos en Bucarest. "¡Otro regalo comunista!". Mario señala una mole de hormigón, el edificio más alto de la ciudad, que un día albergó la redacción del Scînteii "el periódico de propaganda comunista", en la rebautizada Plaza de la Libertad de Prensa, al norte de la ciudad.
Muy cerca de allí, en la Avenida Kiseleff, el dedo de Mario apunta hacia otro de los orgullos de la capital, el Museo de la Aldea, una parque salpicado de casas trasladadas directamente desde otras regiones de Rumania como Transilvania o Moldavia.
Los apuntes del taxista ilustrado vienen bien: en Bucarest no hay oficina de turismo. Todo por 60 lei la carrera, un 13 euros, precio regateado y pactado.
Despegando
Dirección centro. Plaza de Victoria, Plaza Romana hasta la Plaza 21 de diciembre 1989, en la que se encuentra el Teatro Nacional, edificio de estética dudosa pero con una oferta interesante y barata. La plaza es enorme. La rodean bulevares anchos con aire europeo, bizantino y soviético. Bucarest aún está despegando, tiene Zara, Mango y democracia, pero el cableado de las calles en más bien vietnamita. De vez en cuando pasa el tranvía y los tubos de cables se menean.
Camino a la calle Victoria queda la universidad. El ambiente llama, hay libreros, bares y jóvenes. Los edificios algún día fueron, ahora hay mucho andamio y fachada que limpiar. Ya en la calle Victoria asoma un Bucarest más cercano a Viena o París. El Palatul CEC es un elegante palacete neoclásico de 1900 que albergaba la única banca de tiempos de Ceacescu. Casi enfrente, el inmenso Museo de Historia Natural.
El carro y la cerveza
Caru' cu bere es una cervecería que parece una capilla gótica. Se fundó en 1899 y es, probablemente, el local más famoso de la ciudad. Vidrieras, maderas nobles y un par de músicos, lo que la amable Ramona, la manager, llama una banda de café. Primero interpretan el Claro de luna, después un I will survive con sólo de violín. Ramona sonríe pero le inquieta la cámara. "No queremos que nuestro local aparezca en un reportaje de casas de masaje".
Sobre la mesa, cerveza de la casa y embutido. La dieta rumana es sabrosa pero agujerea el estómago con facilidad. Micci (albóndigas), salchichas apretadas como chistorras, alubias, remolacha con pasta de nabo, codillo, ensalada de repollo... Los precios son asequibles. En Bucarest se puede comer por entre cinco y diez euros con mesa y mantel.
Sin salir de la calle Stavropoleos se encuentra el monasterio del mismo nombre, que esconde una pequeña capilla de colores - en Bucarest hay muchas capillas pequeñas - y un claustro por el que de vez en cuando cruza una monja.
El edificio más grande de Europa
Sur de Bucarest. Bordear toda la Plaza Unirii puede llevar 20 minutos. Se suceden los neones de Nike o Sony, las tiendas de cambio, los puestos de bollería... Sobre un pequeño escenario una banda de toca un vals.
De esta plaza parte el bulevar que desemboca en el Parlamento o Casa del Pueblo, un edificio en el que caben todos los pasillos y todos los funcionarios del mundo. Figura en el Libro Guinness de los Récords, es el edificio más grande de Europa, una construcción inquietante levantada en los 80 y que hoy alberga además el Museo Nacional de Arte Contemporáneo.
24 horas
De norte a sur, la calle Lipscani coge de camino a los bares de noche. Está repleta de tiendas de novia y zapaterías iluminadas por halógenos. Los mismos halógenos setenteros alumbran La Gratar, una terraza / derribo donde los locales comen a la parrilla que menea una vieja con pañuelo y beben cerveza Ciuc. Hay que parar.
Camino de Curtea Veche se abre una plaza oscura que preside un busto de Vlad Tepes, figura en la que se inspiró Bram Stoker para el personaje de Drácula. El conde empalador es una eminencia en el barrio, su palacio Voivodal es hoy un museo.
Drácula convive con el jolgorio que se concentra en el corazón de Curtea Veche, junto al río Dâmbovita, en las calles Smardan, Covaci, Dumitru y Halelor. Neones, bares con sillones, brochetas de salmón, mojitos, metros de cerveza y escaparates de Converse con dependientes delgados con el pelo amarillo... Arcade Café, Swicth, Vintage o Timisoreana son sólo algunos de los locales de esta zona. Los precios son moderados: tres euros un Johnny Walker, cinco, unas quesadillas. Y hay noche de sobra para el que la quiera alargar. El bar La Historia, frente al Teatro de la Comedia, abre las 24 horas. La juerga promete.
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GUÍA PRÁCTICA
Cómo ir:
- EasyJet vuela regularmente a Bucarest desde Madrid y Barcelona por 22,99 euros. www.easyjet.com. Teléfono: 807 26 00 26.
Visitas:
» Museo de la Aldea (www.muzeul-satului.ro; 0040 213 17 91 10). Avenida Kiseleff, 28. Entrada, 1,40 euros.
» Museo Nacional de Arte Contemporáneo (www.mnac.ro; 0040 213 18 91 37). Calle Izvor, 2-4. Ala E-4. Abierto de miércoles a domingo, de 10.00 a 18.00. Entrada, 1,40.
» Museo del Campesino Rumano (www.muzeultaranuluiroman.ro; 0040 213 17 96 60). Avenida Kiseleff, 3; sector 1. Abierto de martes a domingo, de 10.00 a 18.00. 1,70 euros.
Comer y salir:
- Cara cu Bere, Stavropoleos 3; Market 8, Stavropoleos, 8; La Historia, Dumitru 3. Curtea Berarilor Timisoreana, Selari 9; Amsterdam Grand Café, Covaci, 6.- Monaco Lounge, Covaci, 16.. Charme, Smârdan, 12.
Dormir:
- Hotel K+K, Slanic 26. Teléfono: 0040-21-3029280. www.kkhotels.com.
- Hotel Rembrandt, Smardan 11. Tel.: 0040-21-3139315. www.rembrandt.ro.
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