19 fotosKandahar, bastión histórico de los talibanesEl puritanismo más rancio y la violencia van de la mano en esta provincia del sur de Afganistán donde el mulá Omar fundó en 1994 la guerrilla yihadista que hoy domina todo el paísLuis de Vega30 sept 2021 - 11:37CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceOrfanato en Kandahar gestionado por Emiratos Árabes donde la mayoría de los 1.100 huérfanos son hijos de funcionarios, ciudadanos o talibanes muertos en la guerra. Lo cuenta durante una visita el director, Mohammad Barat Hussein, de 54 años, que asegura que tiene una lista de espera de 800 personas. Los chavales ―todos chicos― juegan al fútbol o ven la televisión tras las clases en unas instalaciones apacibles, limpias y gratuitas. Nada que ver con lo que se vive de puertas afuera.LUIS DE VEGAUno de los talibanes que custodia el interior del mausoleo del líder pastún Mirwais Khan Khotak (1673-1715). Kandahar, feudo talibán por excelencia y capital espiritual del Emirato Islámico de Afganistán, cayó en manos de la insurgencia, como el resto del país, el mes pasado.LUIS DE VEGAMercado en la carretera que va de Kandahar a la provincia de Helmand. Esta zona del sur de Afganistán, escenario constante de ataques, atentados y cientos de asesinatos casi siempre ejecutados por los talibanes, ha sido en los últimos 20 años uno de los huesos más duros de roer para la coalición internacional liderada por Estados Unidos que dejó el país en agosto.LUIS DE VEGAMercado en la carretera que va de Kandahar a la provincia de Helmand. El carácter conservador de esta provincia se refleja incluso entre aquellos jóvenes más formados, que hablan idiomas y que no abrazan al nuevo régimen con los ojos cerrados. “Lo único que van a traer los talibanes es paz y pan”, afirma Sanaullah Momand, un licenciado en Administración Pública de 24 años que trabaja de administrativo en la universidad y que no cree que ese binomio sea suficiente para mantener la estabilidad a largo plazo.Luis de VegaInterior del mausoleo del líder pastún Mirwais Khan Khotak (1673-1715). Kandahar es un feudo de puritanismo y de hondas convicciones religiosas. Lo deja claro el nuevo delegado del Ministerio de Información y Cultura en la provincia, Noor Ahmed Sayed: “Somos una sociedad tradicional y musulmana”.LUIS DE VEGAZona comercial en el centro de Kandahar. Algunos de los avances sociales y de derechos adquiridos en las pasadas dos décadas van a quedar congelados bajo el nuevo Gobierno de los talibanes, según algunos de sus primeros anuncios.LUIS DE VEGAUn agente de policía talibán reza en la mezquita del barrio de Aino Maina. El nuevo delegado del Ministerio de Información y Cultura en la provincia, Noor Ahmed Sayed, defiende las ejecuciones en público porque las considera ejemplarizantes y se llevan a cabo bajo la 'sharía' (ley islámica).LUIS DE VEGAMotoristas en el centro de Kandahar, que con unos 600.000 habitantes es la segunda ciudad del país en población tras la capital, Kabul.LUIS DE VEGABanderas del Emirato Islámico de Afganistán a la venta en una zona comercial de Kandahar, capital de la provincia homónima y una de las zonas que más de cerca vive la violencia.LUIS DE VEGACentro de Kandahar al atardecer, donde la presencia de mujeres en espacios públicos es más reducida que en Kabul. “La gente de Kandahar no quiere ser tan liberal como en Kabul”, afirma el nuevo delegado del Ministerio de Información y Cultura en la provincia, Noor Ahmed Sayed.LUIS DE VEGAAbdul Majid, de 72 años (centro), en el interior de una de las clases en las que enseñaba el mulá Omar, fundador de los talibanes. “Él no era nadie, nadie, cuando llegó aquí. Alguien pobre, muy pobre”, repite en tono de admiración Abdul Majid.LUIS DE VEGATúnel para escapar de los bombardeos excavado bajo la mezquita donde ejerció el mulá Omar. El clérigo alternaba las clases en la madrasa (escuela coránica) de Singesar con el combate a las tropas soviéticas que invadieron Afganistán, lo que le costó la pérdida de su ojo derecho.LUIS DE VEGAUn camino de cabras en el que el polvo se mastica entre bache y bache lleva a Singesar, un poblado, como la mayoría en la provincia afgana de Kandahar, levantado a base de construcciones de adobe. No hay asfalto, ni tendido eléctrico, ni canalizaciones de agua. Aquí se asentó con su familia el mulá Omar cuando todavía era un gran desconocido en la política, en la religión y en las armas.LUIS DE VEGAAgentes afganos tratan de controlar el paso de personas hacia Pakistán en la frontera de Spin Boldak. Este enclave entre Afganistán y Pakistán cayó en manos de los talibanes en julio. Es un punto crucial para la economía del sur del país y ha sido históricamente una pasarela para el narcotráfico, el contrabando y la corrupción.LUIS DE VEGAPersonas esperan para acceder desde Afganistán a Pakistán en el paso fronterizo de Spin Boldak. El gobierno de Kabul denunció la matanza en esta localidad de un centenar de personas a manos insurgentes que estos niegan. Conquistas como la de Spin Boldak sirvieron para extender los tentáculos talibanes por el resto del país antes de ponerle a mediados de agosto la guinda al pastel, que fue Kabul, la capital.LUIS DE VEGANiños que esperan cruzar desde Afganistán a Pakistán por la frontera de Spin Boldak. Son buscavidas que arañan unos afganis -la moneda local- al día mercadeando con lo primero que tienen a mano. “Son pequeños empresarios”, comenta con sorna el talibán Hafiz Haqmal, integrante de la nueva autoridad fronteriza.LUIS DE VEGAPersonas esperan para acceder desde Afganistán a Pakistán en el paso fronterizo de Spin Boldak. La pandemia es un mero espejismo que muy de vez en cuando alguien recuerda al lucir una mascarilla en el tumulto.LUIS DE VEGATráfico en el entorno del paso fronterizo de Spin Boldak entre Afganistán y Pakistán. Las largas colas de camiones siguen protagonizando gran parte del tráfico en este paso fundamental en la ruta comercial que lleva desde Irán a la India. Eso incluye también el gran negocio del opio afgano.LUIS DE VEGAUn camión se dirige desde la ciudad de Kandahar hacia el paso fronterizo de Spin Boldak, que separa Afganistán de Pakistán. El jefe de las aduanas de Afganistán reconoció en 2010 a la agencia Reuters que los 40 millones de euros que se recaudaban en tasas aduaneras en la provincia de Kandahar eran solo la quinta parte de lo que debía llegar a las arcas públicas. La corrupción es “total”, denunció Bismullah Kammawie.LUIS DE VEGA