11 fotos
El ladrillo pone en peligro los entornos naturales de Macedonia del Norte Sin una economía robusta, el pequeño país balcánico ha optado por expandirse impulsando el sector de la construcción. La edificación de megaproyectos y viviendas, sin embargo, tiene consecuencias desastrosas. El aire está contaminado y lugares como el lago Ohrid, patrimonio de la Unesco, están en peligro Dividida por el río Pena, Tetovo es la ciudad de Macedonia del Norte con mayores indices de contaminación por partículas finas, que afectan al aparato respiratorio y pueden desencadenar infartos y cáncer de pulmón. Las urbes de los Balcanes al menos triplican durante todo el año las recomendaciones de 10 mg/m3 de la OMS. En invierno, además, todo se dispara: se superan los 200 mg/m3. Eli Peseva, de la iniciativa O2, asegura que los últimos datos que ha obtenido son de 3.580 muertes anuales en Macedonia por enfermedades relacionadas con la contaminación en el aire. Miguel Fernández Los vehículos antiguos emiten una mayor cantidad de partículas contaminantes. En Macedonia del Norte, sin embargo, el Gobierno no limita la compra de vehículos antiguos ni apoya el desarrollado de energías renovables. Miguel Fernández Vistas de Skopje desde la montaña Vodno, a la que se puede subir en teleférico. Miguel Fernández Al fondo, la Cruz del Milenio, de 66 metros de altura, que conmemora los 2.000 años de cristianismo en Macedonia del Norte, y una torre de telecomunicaciones de más de 100 metros de altura. En primer plano de la imagen, maquinaria de construcción para el proyecto del gaseoducto que transportará energía desde Kosovo hasta Tetovo, Gostivar y Kiçevo. Miguel Fernández Desde Skopje se aprecian la torre de telecomunicación y la Cruz del Milenio, dos construcciones en la cima de la montaña Vodno, el lugar a 1.000 metros de altura al que se huye de la contaminación. Primero boscosa, y luego desolada por la agricultura, la ganadería y la tala excesiva de árboles, Vodno ha cambiado su rostro en múltiples ocasiones. Una parte es hoy parque natural protegido. Otra, colmada de edificios, el área más lujosa de Skopje, el lugar en el que todo macedonio o entidad con poder quiere tener su espacio. Miguel Fernández Un grupo de personas disfruta de las vistas del lago Ohrid desde una plataforma habilitada en la ciudad ribereña de Struga. El lago Ohrid, patrimonio de la humanidad de la Unesco, padece un descenso de los niveles de agua y un aumento de la contaminación por el tratamiento inadecuado de las aguas residuales. Una situación que pone en riesgo a las más de 200 especies endémicas que habitan en sus 358 kilómetros de superficie. Miguel Fernández En Struga, municipalidad ribereña, centenares de construcciones ocupan la ribera de este a oeste, del hotel Europa al complejo Aquarius Beach. La mayor parte de apartamentos y bares, a menos de 100 metros del lago, se construyeron con el beneplácito del Gobierno pese a ser un terreno protegido Miguel Fernández 17. La Universidad Internacional de Struga está situada a pocos metros del lago Ohrid. Miguel Fernández Una barca a la deriva entre los juncos del lago Ohrid, un entorno natural considerado como patrimonio de la humanidad por la Unesco, que en 2019, en su encuentro número 43, amenazó con considerar la región como patrimonio en peligro. Sobre un puñado de causas medioambientales destaca la crisis desatada por la construcción y el turismo. Los juncos ayudan limpiar el agua del lago Ohrid y, por tanto, son esenciales para la supervivencia de la trucha endémica. Miguel Fernández En enero de 2020, sin apenas turistas, son muchas las zonas del lago Ohrid en las que se pueden encontrar botellas de plástico y otros desechos que no han sido recogidos por las autoridades competentes. Miguel Fernández En Radozhda, dos libélulas forman con sus cuerpos un corazón al aparearse. A diferencia de Ohrid y Struga, que son ciudades, las farolas no necesitan alumbrar a turistas que trepan calles empedradas que conducen a hoteles, casas de Airbnb u hostales. En Radozhda, como ocurre en otras zonas resguardadas del lago, la convivencia entre la naturaleza y el hombre existe. Al menos de momento. Miguel Fernández