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Columna
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Distinta nieve

Estos días, muchas comarcas del norte permanecían aisladas por la nieve, sin luz y sin asistencia, sin que se informase de ello salvo en la sección dedicada al tiempo

Julio Llamazares
Una pareja camina entre la nieve el pasado viernes en O Cebreiro (Lugo).
Una pareja camina entre la nieve el pasado viernes en O Cebreiro (Lugo).ELISEO TRIGO (EFE)

Doy hoy la voz a dos periodistas de mi provincia de origen. La primera es Cristina Fanjul, del Diario de León: “No hace falta viajar en el tiempo para comprobar cómo vivíamos a principios del siglo pasado. (…) Una nevada nos ha dejado a oscuras. Ya van cuatro días sin comunicaciones, sin tendido eléctrico, aislados y olvidados por el Estado, el mismo que nos envenenó para que la burguesía —vasca, catalana y madrileña— siguiera creciendo a lomos de la silicosis y la miseria. La provincia que trasladó el carbón a los Altos Hornos de Vizcaya, la que se contaminó con las centrales térmicas y vio cómo sus valles se hundían sepultados por los embalses que propulsaron el desarrollismo tiene un tendido eléctrico que deja a sus habitantes en la Edad Media por una simple nevada…”. El otro periodista es Fulgencio Fernández, de La Nueva Crónica de León: “Lucía, del bar Vélez de Vegacervera, limpia la acera de nieve para abrir el bar después de un día sin luz ni teléfono. Mientras conversa con Mari Cruz, su vecina, se vuelven a ir la luz y el teléfono; ahora para siempre, no vuelve”. “Pues a cerrar, ¿para qué abro? No tengo café, no va la tele y hace un frío que pela, pues la estufa es de pelletsy necesita la luz para funcionar”. Mari Cruz, curiosamente hija de Octavio, que trabajó en Iberduero, lamenta: “No entiendo nada, mi padre marchaba a las dos de la mañana en madreñas, pero no dejaba a un pueblo sin luz”.

Mientras en las televisiones y en la prensa nacionales se sucedían estos días las noticias sobre las negociaciones del PSOE con otros partidos para formar Gobierno, las declaraciones de sus opositores, la comparecencia de Torra ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por desobedecer una orden de la Junta Electoral o la sentencia de los ERE de Andalucía, muchas comarcas del norte permanecían aisladas por la nieve, sin luz y sin asistencia, sin que se informase de ello salvo en la sección dedicada al tiempo. Normal que un alcalde, el de Palacios del Sil, en una de cuyas pedanías falleció una mujer sin poder evacuarla hasta pasadas varias horas por falta de medios, se quejara amargamente en una carta dirigida a las autoridades: “Me avergüenzo de las situaciones que he vivido. (…) ¿Por qué unos sí y otros no? (…) Después hablan ustedes de defender el mundo rural, de fijar poblaciones y de la España vacía. Cuando de verdad se les necesita, nunca están”.

Se podrán dar muchas explicaciones, decir que los medios no dan para llegar a todos los sitios, que España ha avanzado mucho, pero que todavía queda otro tanto para llegar a la perfección, pero lo que parece claro es que no nieva igual en todo el país, y quien dice nevar dice muchas otras cosas. Cuando nieva en Madrid nieva en toda España, aunque solo caigan tres copos, y no es igual que nieve en las estaciones de esquí que en la España profunda; es distinta nieve. Ni la atención informativa ni los medios que se movilizan para atender a la población son idénticos. Siempre fue así y sigue siendo, pese a lo que se pretende desde el poder. Doy la palabra otra vez a Cristina Fanjul, periodista de esos medios de provincias que fuera de ellas nadie lee, pero que tan importantes son para sus poblaciones: “No hace falta acudir a distopías para darse cuenta de que convivimos en niveles de realidad paralelos”.

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