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Tribuna
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Las tribulaciones de los bancos centrales

Los ciudadanos pueden disponer de dinero público, sin riesgo alguno, gracias a la revolución digital

Miguel Ángel Fernández Ordoñez
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de EspañaEDUARDO MUÑOZ

"Algo está pasando que nos está obligando a un replanteamiento total de los bancos centrales y de todas nuestras ideas más queridas sobre lo que creemos que estamos haciendo” (James Bullard, presidente de la Reserva Federal de St. Louis, agosto 2019).

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Los bancos centrales están pasando por uno de los peores momentos de su historia. Trump presiona e insulta a la Reserva Federal. Erdogan cesó al gobernador turco porque no hizo lo que quería y son muchos los que piden que financien los déficits públicos. Pero la principal fuente de sus turbaciones no son las presiones de los políticos. El problema de los bancos centrales es que no saben qué hacer. Cualquier decisión tiene problemas.

Mantener tipos de interés negativos tiene efectos destructivos en la asignación de recursos y solo se justifica porque los efectos de subirlos podrían ser peores. Proporcionar financiación gratis a los bancos retrasa la aparición de pérdidas en las cuentas de los bancos, pero no servirá para aumentar el crédito. Las compras masivas de activos financieros tienen efectos distributivos regresivos. Alentar las concentraciones evita quiebras bancarias en el corto plazo, pero aumenta la gravedad de las próximas crisis.

En el pasado, los bancos centrales tomaron decisiones que después se demostró que fueron erróneas, pero, en su momento, todo el mundo las encontró justificadas. Permitieron las burbujas de crédito, pero, hasta que no explosionaron, todos elogiaron sus políticas monetarias porque la inflación estaba controlada. Cuando vinieron las recesiones, nadie discutió sus políticas de reducir los tipos hasta hacerlos negativos porque se suponía que era la mejor forma de recuperar la economía. Y lo mismo sucedió cuando inundaron de liquidez los bancos y los mercados.

Ahora ni siquiera tienen claro cuáles pueden ser las mejores decisiones. Y no es un problema de incompetencia técnica. Los bancos centrales tienen los mejores economistas del mundo. Las dificultades de la política monetaria de estos años son la última consecuencia de un sistema monetario y bancario que se basa en utilizar como dinero los depósitos en los bancos privados, en vez del dinero público. Y este sistema ya no funciona. Los problemas no se resuelven con cambiar de políticas, hay que ir a un sistema en el que el dinero sea un activo seguro.

Este dinero público no requiere la protección de los seguros de depósitos, ni el suministro público de liquidez, ni las ayudas de los contribuyentes para salvar a los bancos, ni los demás privilegios que el Estado concede a los bancos privados

En el sistema actual utilizamos como dinero un activo privado con riesgo: los depósitos en los bancos privados. Esto crea muchos problemas, como el de las recurrentes crisis bancarias. Y hace muy difícil la política monetaria. Solamente con un sistema de dinero público podríamos tener una política monetaria que contase con instrumentos adecuados para aumentar la cantidad de dinero sin estar forzados, como ahora, a aumentar la deuda o comprar masivamente activos financieros.

En el pasado, algunos economistas propusieron que el dinero fuera público para evitar los perjuicios del dinero privado. Desafortunadamente, se mantuvo el sistema de dinero creado por bancos privados y, para evitar sus daños, fue aumentando la protección y la regulación de los bancos, lo cual está obstaculizando ahora la introducción de la innovación y la competencia en los servicios de pagos y la concesión de préstamos.

Hoy podríamos ahorrarnos estos problemas. Ya no estamos obligados a utilizar como dinero los frágiles depósitos en los bancos privados. Las nuevas tecnologías permiten sustituir el dinero privado actual por un dinero público y seguro por medio de la emisión de dinero digital por un ente emisor público. Es el denominado CBDC, que son las siglas en inglés de Dinero Digital emitido por Bancos Centrales.

Este dinero público es totalmente seguro y no requiere la protección de los seguros de depósitos, ni el suministro público de liquidez, ni las ayudas de los contribuyentes para salvar a los bancos, ni los demás privilegios que el Estado concede a los bancos privados y que, sin ellos, hoy no podrían existir.

Antes no existía ninguna alternativa a los depósitos bancarios. Pero hoy la revolución digital permite poner el dinero público a disposición de todos los ciudadanos sin ningún problema. Algunos bancos centrales han empezado ya a hacer movimientos, todavía muy limitados, en la dirección de emitir dinero público. El Banco Central de Suecia va a lanzar una experiencia piloto para ofrecer dinero digital público a todos los ciudadanos ante la posible desaparición del dinero físico. Y el mes pasado, el Gobierno chino ha comunicado al Banco Central de China su autorización para emitir dinero digital público.

No obstante, un sistema de dinero público tardará en llegar y, mientras tanto, hay que defender la autonomía de los bancos centrales. Ha sido un avance institucional del sistema actual y será un rasgo esencial de los entes que emitan el dinero digital público. Mientras sigamos usando como dinero los depósitos en los bancos privados no podremos tener una política monetaria directa y efectiva, pero, si se acaba con la autonomía de los bancos centrales, los daños que provoca el sistema actual serían aún mayores.

Miguel A. Fernández Ordóñez fue Gobernador del Banco de España.

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