_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La racionalidad del descontento

En este tiempo estamos viendo el declive de los partidos tradicionales y la erupción de diferentes manifestaciones de descontento en todo el mundo

Pablo Simón
Manifestación en Londres contra el cierre del Parlamento británico.
Manifestación en Londres contra el cierre del Parlamento británico.AFP

Saber que algo nos pasa no es lo mismo que saber el qué. En este tiempo estamos viendo el declive de los partidos tradicionales y la erupción de diferentes manifestaciones de descontento en todo el mundo. Sin embargo, lo que no sabemos tan bien es si podemos agruparlo todo.

¿Es lo mismo Syriza que Vox, los chalecos amarillos que Podemos o el Cinco Estrellas, Jair Bolsonaro que el Frente Nacional, el voto al Brexit que a Ley y Justicia en Polonia o a Donald Trump en Estados Unidos? Si ni siquiera sabemos cómo clasificar y agrupar estos fenómenos, si encima los oscurecemos con innumerables etiquetas, ¿cómo vamos a poder explicar sus determinantes?

Con todo, buscando una causa común subyacente, se ha dado pie a dos grandes baterías de explicaciones. De un lado, las que se centran en argumentos culturales y de valores. Su idea es que estamos viendo una contra reacción frente a la ideología dominante del cosmopolitismo y la globalización, ideales impulsados por las élites sociales las últimas décadas. El “hombre blanco enfadado” (Angry white man), harto de verse superado por mujeres e inmigrantes, de sentirse olvidado por sus gobernantes, estaría en rebeldía.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

De otro lado, muchos académicos apuntan que la causa común es más bien material. Los sectores más damnificados por la Gran Recesión, los más vulnerables o con menos expectativas de futuro, estarían manifestando su descontento en diferentes formas. Estaríamos viendo la movilización y el voto contra los partidos tradicionales de los sectores sociales “dejados atrás” (left-behind), los perdedores de la globalización o, como bautizó Fernández-Albertos, los precarios políticos.

¿Es posible distinguir fácilmente ambas explicaciones? Tomemos el caso del Brexit. Varios estudios apuntan que la propensión a votar salirse de la UE fue mayor en aquellos ciudadanos con actitudes contrarias a la inmigración y que vivían en condados con saldo migratorio positivo. Sin embargo, al tiempo, otros estudios muestran que aquellos individuos más expuestos a los recortes del gasto social emprendidos por David Cameron desde 2010 también votaron más Brexit, inclinándose a su vez por el UKIP como partido protesta. Distinguir el agravio material y el cultural no resulta sencillo, se entrelazan.

Quizá por eso sea recomendable huir de cualquier explicación simplista. Sin duda, es más fácil achacar el auge de Bolsonaro a su uso de WhatsApp que indagar en las causas de la polarización social en Brasil. Atribuir el crecimiento de las formaciones euroescépticas a las fake news antes que rastrear las cicatrices de la Gran Recesión. ¿Qué puede ser más cómodo que alegar que el voto a determinados partidos es emocional y no racional? Sin embargo, seamos honestos: es más probable que no estemos entendiendo la racionalidad del descontento detrás de muchos fenómenos a que esta, simplemente, no exista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_