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Los rohingya, esos extraños sin derechos expulsados de su hogar Se cumple el segundo aniversario de su éxodo desde Myanmar acosados por la violencia. El campamento de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladés, alberga aún hoy a casi un millón de personas El campamento de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladés, alberga a casi un millón de residentes, de los que más de la mitad son niños. La mayoría son rohingya, un grupo perseguido, predominantemente musulmán y minoritario de Myanmar, que se ha enfrentado a la discriminación en su país durante varias décadas, incluida la negación de la ciudadanía. Entre agosto y septiembre de 2017, más de 720.000 rohingya huyeron a Bangladés, expulsados de sus hogares por la violencia extrema en el estado de Rakhine, en el norte de Myanmar. Se unieron a unos 200.000 rohingya que previamente habían huido ya. Cox's Bazar es un campamento de refugiados improvisado en el que el 55% son niños. Cuando llegaron, estaban solo con lo puesto, como extraños sin derechos, lejos de su hogar. Proteger a los niños vulnerables es una prioridad para prevenir y responder a la violencia, el abuso y la explotación. Diversas organizaciones trabajan sobre el terreno desde el principio de la crisis. World Vision puso en marcha 12 espacios seguros para niños durante 2018 a los que unos 1.300 pequeños acuden cada semana para jugar y aprender. En febrero de 2019 se abrió el primero de 21 centros de usos múltiples para niños y adolescentes en asociación con Unicef. Estos espacios ofrecerán capacitación en alfabetización y aritmética para adolescentes y también apredizaje de profesiones, como sastrería y reparación de teléfonos móviles. Las mujeres y las niñas son particularmente vulnerables. Las mujeres en el campamento han denunciado agresiones físicas y sexuales, abuso psicológico y matrimonio forzado. De los casos reportados de violencia de género, el 71% de los incidentes ocurrieron en el hogar y el 74% del total de casos fueron cometidos por parejas íntimas. Las familias de esta región ya eran pobres, incluso para los estándares de Bangladés, con un 33% viviendo por debajo del umbral de pobreza y un 17% por debajo del umbral de pobreza extrema. Siempre hay tensiones cuando las personas compiten por recursos finitos como la leña, tierra y agua. Ven grandes camiones cargados con suministros de socorro para atender a los refugiados y se preguntan por qué sus propias familias no tienen lo suficiente para comer. Alrededor de 860.000 refugiados reciben paquetes de alimentos regulares del Programa Mundial de Alimentos, distribuidos por World Vision y otras organizaciones. Pero se trata de una alimentación básica, los niños y las familias necesitan alimentos más diversificados además de las raciones mínimas de arroz, lentejas y aceite. Se necesita ampliar los servicios para ayudar a asegurar su nutrición y salud. Los niños juegan en las orillas del río Naf, en Bangladés. Al otro lado del agua está Myanmar. Por aquí es por donde donde miles de rohingya cruzaron al país de acogida. Los que no sabían nadar, murieron. Para ayudar a proteger el medioambiente y prevenir conflictos, organizaciones como World Vision gestionan 42 cocinas comunitarias que hasta mil familias de refugiados pueden usar cada día por turnos. Cocinar en un espacio seguro en estufas de gas, en lugar de usar leña, evita que las personas talen árboles. "Me encanta estar aquí", dice Muchena, de 22 años, “Incluso si no tengo que hacer nada para comer, vengo a divertirme con otras mujeres. La cocina es como nuestro hogar”. El agua significa vida para las mujeres del campamento de Cox’s Bazar. A su llegada, Ismatara, de ocho años y su madre, tenían que recorrer un largo camino para conseguirla, a través de empinadas colinas arenosas para luego acarrear en sus caderas pesados recipientes de ocho litros. “Ahora puedo beber agua y bañarme y no tengo dolor de estómago ni diarrea", dice Ismatara. Los rohingya no quieren regresar hasta que se reconozcan sus derechos a la ciudadanía, educación, propiedad de la tierra y otros temas. No pueden volver hasta que las condiciones en Myanmar sean seguras. Mientras tanto, los niños y los jóvenes necesitan acceso a educación en los campamentos y sus padres necesitan oportunidades de generación de ingresos que les ayuden a recuperar un cierto sentido de normalidad, poder alimentar mejor a sus familias y ser menos dependientes de la ayuda humanitaria. Sin el estatus de refugiado legal, los rohingya en Bangladés no pueden trabajar, mudarse fuera de los campamentos o emigrar a otros países. Los niños no pueden ir a la escuela y las mujeres y los menores son objeto de abusos como la trata de personas, el trabajo infantil, el matrimonio infantil, la violencia de género y otras formas de explotación. Son familias sin futuro y sin posibilidad de retomar la vida que dejaron atrás.