15 fotosExpatriados para siempreCuatro años dura ya la guerra en Yemen. Estas son las historias de los que huyeron del conflicto y encontraron refugio en África oriental. Algunos de ellos casi ni recuerdan su país, pero muchos otros sueñan con volverChristian Van LaakAddis Abeba - 13 ago 2019 - 00:35CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceMohamed no recuerda la guerra. Hace tres años, él, su hermano Mustafa y la madre de ambos llegaron a Somalilandida procedentes de Adén, en Yemen. Mohamed solo tenía unos meses, pero Mustafa ha quedado gravemente traumatizado por los sucesos vividos en sus tres años de infancia en Yemen. Dado que la familia se ha establecido en Somalilandia, donde viven con relativa seguridad y la modesta ayuda de Acnur, Mohamed pronto tendrá acceso a la enseñanza primaria reglada. Para Mustafa y los demás niños afectados psicológicamente por la guerra hay muy poca ayuda, y en África oriental apenas existen centros destinados a alumnos con necesidades especiales.La infancia de Nyusha transcurre en la próspera comunidad etíope-yemení de Adís Abeba. Los comerciantes yemeníes se establecieron en la capital etíope a principios del siglo XX. Sus descendientes se han integrado, pero conservan el vínculo con sus raíces árabes. El colegio yemení en el que estudia Nyusha ofrece educación en árabe, amhárico e inglés, y está abierto a niños de todos los orígenes, si bien solamente los refugiados procedentes de Yemen que se han unido a la comunidad en los últimos tiempos están exentos de pagar la matrícula.Karim es egipcio. Antes trabajaba para una empresa tecnológica de Arabia Saudí. A raíz de un litigio por quiebra, pasó una breve temporada en la cárcel. Cuando salió en libertad bajo fianza, le retuvieron el pasaporte. Como lo había perdido todo, decidió marcharse de la próspera Arabia Saudí para dirigirse a Yemen, donde la guerra asolaba el país, escapando a pie de su falta de libertad. Recuerda haber visto cómo los refugiados caían a su alrededor bajo el fuego de los francotiradores en las vastas extensiones azotadas por la guerra de la tierra de nadie entre Arabia Saudí y el norte de Yemen. Por el contrario, el viaje de salida de Yemen y a través del mar hacia África lo describe como "un camino de rosas".Said cree que, de momento, está a salvo. Ha hecho una pausa temporal en un viaje que lo llevará a cualquier sitio donde crea que puede tener mejores oportunidades. Tras huir de los ataques aéreos a la población de la frontera saudí-yemení en la que vivía, pasó de Yemen a África con la ayuda de los pescadores somalíes, vagó por varios territorios en disputa del norte de Somalia, intentó cruzar las fronteras de noche a pie por el desierto, a veces con éxito, otras no, y seguirá buscando un lugar en el que pueda vivir en libertad y dedicarse a hacer realidad sus planes para el futuro.Amira lleva poco tiempo estudiando Medicina en la capital de Somalilandia. De niña soñaba con ser médica, pero no pudo entrar en la facultad de Saná, su ciudad natal en Yemen, así que optó por la carrera de ingeniería. Unos meses antes de los exámenes finales, los rebeldes Huthi conquistaron Saná, la universidad cerró, y Amira se marchó. En Somalilandia no puede concluir sus cuatro años de estudios de ingeniería porque no hay oferta educativa en su campo, pero piensa que "revivir un viejo sueño tampoco está tan mal".Amira se casó poco antes de abandonar Yemen, y su hijo Husam ya nació en Somalilandia. Ella y Abdulhafiz, su marido, que trabaja como electricista para varias empresas yemeníes con sede en Somalilandia, comparten las tareas de crianza del niño.Mustafa viaja por toda África occidental debido a su trabajo, pero también como representante del partido Al Islah, la versión yemení de la Hermandad Musulmana, para sus compatriotas exiliados. En muchas ciudades de África oriental hay comunidades yemeníes, y en todo el continente existe una red informal de personas procedentes del país. Mientras que los yemeníes afincados desde hace tiempo suelen ser miembros acaudalados de las sociedades correspondientes, los recién llegados están estrechamente ligados a las estructuras de sus lugares de origen. Las organizaciones con base en Yemen, que suelen ser al mismo tiempo los bandos dominantes en la guerra, mantienen su influencia sobre las comunidades en el exilio para intentar tenerlas bajo control.Ismail se marchó de Yemen en parte por la guerra, en parte por la desastrosa situación económica, pero sobre todo por el giro hacia valores conservadores que la sociedad yemení ha ido dando durante el conflicto. Ismail se negó a someterse a unos preceptos cada vez más estrictos en un país en el que "los grupos islamistas se han hecho con el poder absoluto sobre la vida social", en sus propias palabras. Desde que abandonó Yemen hace dos años, se ha integrado por completo en una sociedad más abierta y ha adoptado su estilo de vida e incluso la religión cristiana, dominante en Etiopía.Faia trabajaba como trabajadora doméstica en Arabia Saudí y conseguía salir adelante razonablemente. Se casó con un yemení que trabajaba en la construcción en la misma ciudad donde vivía ella. Las cosas cambiaron cuando Arabia Saudí intervino en la guerra civil en Yemen y el Gobierno empezó a pensar que la extensa población de inmigrantes yemeníes, el marido de Faia entre ellos, constituía una amenaza para la seguridad. El hombre fue expulsado y devuelto a Yemen. Como el visado y el permiso de trabajo de Faia dependían de los de él, la mujer también tuvo que abandonar Arabia Saudí.Samira, hija de Faia, vive con su madre en la casa de sus abuelos en el norte de Etiopía. El marido de Faia y el padre de Samira sigue en Yemen.Kaafiyo vive en el norte de Somalia. Aunque se trata de una zona segura, las oportunidades suelen depender de si se pertenece a uno de los clanes somalíes más influyentes, y el clan de su familia es pequeño y está disperso. Su hermano ha abandonado el país, al igual que muchos otros somalíes, con la esperanza de encontrar trabajo en la construcción en uno de los ricos Estados del Golfo. Solo consiguió llegar a Yemen, donde las autoridades lo tienen detenido como extranjero ilegal en algún lugar de los alrededores de Adén.Abdikarim conoce las condiciones de esos centros de detención irregulares. Tras pasar alrededor de un año encerrado en Lahij, consiguió salir sobornando al personal y hace poco ha vuelto a Somalilandia. "Aquí la vida es muy difícil", reconoce, "pero allí es un infierno".Husein ha hecho una pequeña fortuna. Mientras que muchos de sus compatriotas se marchaban de Yemen, él se quedó y continuó exportando e importando mercancías. El café es uno de los productos yemeníes que sigue aportando ingresos al país, y la economía del sector está en expansión incluso durante la guerra. Sin embargo, en la otra orilla, en particular en Etiopía y Kenia, el sector está mucho menos desarrollado, y la importación de conocimientos y maquinaria de segunda mano a las zonas cafeteras de Yemen constituye una oportunidad para los comerciantes audaces, con acceso a los fondos necesarios y que saben negociar con los bandos en guerra.Otros han perdido mucho. Yusuf se hace llamar Joe. Cuenta que adquirió su marcado acento estadounidense en Nueva York. Hace tres años que abandonó Yemen, su país natal, y ahora, afirma, está "volviendo a abrirse paso hacia la cumbre".En el pueblo de Abdulrahman, la agricultura depende de la irrigación. En los últimos años se están secando cada vez más pozos, y para perforar otros más profundos hace falta una maquinaria no disponible en tiempos de guerra. De momento, Abdulrahman alimenta a su familia, que vive en una aldea remota de Yemen, con el pequeño restaurante que tiene en Adís Abeba, pero con el tiempo quiere utilizar sus ingresos para recuperar la agricultura de su pueblo, en el que, según cuenta, se producían las naranjas más dulces del país.