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Columna
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Manadas

Millones de personas todavía creen que una vestimenta provocativa justifica una violación, o son tan homofóbicas como siempre aunque se cuiden de hacer chistes de maricas en voz alta

Leila Guerriero
Manifestación en la Plaza Sant Jaume de Barcelona en contra de la puesta en libertad provisional de La Manada, el pasado 22 de junio de 2018.
Manifestación en la Plaza Sant Jaume de Barcelona en contra de la puesta en libertad provisional de La Manada, el pasado 22 de junio de 2018. Massimiliano Minocri

Cinco hombres violaron a una mujer en 2016, durante los sanfermines de Pamplona. En abril de 2018, un grupo de jueces los condenó a nueve años de cárcel por abuso sexual y no a 20 por violación. Los colectivos feministas —pero no solo— siguieron el caso impidiendo que ese fallo repulsivo se olvidara. Días atrás, el Tribunal Supremo de España determinó que no fue abuso sexual, sino violación, y subió las condenas a 15 años. Son buenas noticias, pero la realidad obliga a no ser optimistas. Cosas como estas siguen sucediendo (en 2016, una adolescente fue violada por 30 hombres en Río de Janeiro; en 2018, otra fue violada por cinco en un hotel de Santa Cruz de la Sierra; en 2019, dos fueron violadas por cinco y siete hombres en Argentina), y nadie está pensando cómo hacer para que ya no sucedan. Millones de personas todavía creen que una vestimenta provocativa justifica una violación, o son tan homofóbicas como siempre aunque se cuiden de hacer chistes de maricas en voz alta. Sebastián Elcano es un pueblo argentino de 5.000 habitantes. El 16 de febrero de 2019, un hombre con retraso madurativo fue a comer un asado con ocho amigos que lo ataron, lo violaron, lo grabaron y viralizaron el vídeo. El hombre hizo la denuncia. Siete de los ocho fueron detenidos. Los vecinos marcharon a la plaza con carteles —“¡Fuerza, chicos!”, “¡Verdad y justicia!”— para apoyar a los violadores, que, cuando se presentaron a declarar, fueron recibidos con gritos de aliento. En el pueblo muchos hablan de lo que pasó como de “una broma de amigos que se fue de las manos”. Ningún colectivo de ninguna clase defiende a este hombre violado por hombres y ultrajado por personas que consideran que la violación fue “una broma de amigos”. Vivas y libres nos queremos. Me gustaría vivir en un mundo que quisiera lo mismo para él. Que nos preparara, a todos, para eso.

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Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

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