10 fotos
Fabricar ladrillos o ir a la escuela Pahasaur es la zona de producción de ladrillos más importante de India. La mano de obra la ponen las miles de familias que cada año se desplazan allí desde los estados más pobres. Esta temporalidad afecta a los más pequeños, cuya escolarización pende de un hilo Pahasaur es mucho más que una zona de producción de ladrillos. Es toda una infraestructura que, cada octubre, centenares de familias montan para vivir durante la temporada. Llegan desde Bihar, Bengala Occidental, Uttar Pradesh (los estados más pobres de la India), para trabajar en las fábricas (‘bhattas’) durante los meses de producción. Cada junio, al comienzo de los monzones, regresan a sus lugares de origen con pequeños ahorros que les permiten cultivar sus tierras y sobrevivir algunos meses. No solo son temporales sus trabajos, sino también los servicios que disfrutan en esta zona de Jarjjar, en el Estado de Haryana. La escuela donde acuden desde 2010 decenas de niños y niñas, es uno de los puntos clave donde se nota el abandono que traen consigo las lluvias de los monzones. Autobús financiado por la ONG It will be y la organización Don Bosco. Los trabajadores sociales que recogen a los niños son los que más madrugan. Recorren cada mañana las más de 20 ‘bhattas’ o fábricas a las que se atiende en esta escuela temporal, donde además los estudiantes disponen de un dispensario médico y de una comida diaria. Alrededor de 100.000 personas se dedican en esta zona de la India a la producción del ladrillo. Pero cada vez son menos los niños cuyas manos se manchan con la arena y el barro de los moldes. Muchas familias entienden que sus hijos tendrán un futuro más próspero si saben leer y escribir, aunque pierdan algunas rupias. Cada día, la escuela se llena un poquito más de ilusión, alegría y trabajo. A pesar de que la tasa de alfabetización en el subcontinente supera ya el 70%, el desarrollo de las zonas rurales está aún muy por debajo. Este fenómeno afecta especialmente a los habitantes de los estados más pobres, que habitualmente se desplazan temporalmente para trabajar. Esta temporalidad dificulta aún más el trabajo que llevan a cabo los profesionales de la escuela, que tienen que enfrentarse a unas familias reacias y que no todos los años pasarán estos meses en las ‘bhattas’ de Pahasaur. Cada día escolar, los alumnos y alumnas suben al autobús con un plato que los trabajadores del colegio se encargan de llenar a la hora de la comida. Esta dieta diaria, normalmente a base de arroz, es otro de los alicientes que mueven a los padres a que sus hijos acudan a la escuela durante la jornada laboral, evitando así convertirse en mano de obra. El agua es uno de los recursos más esenciales en el día a día de las fábricas. Beber, ducharse o fregar son tareas que se complican ante la falta de infraestructuras o sistemas mecánicos de recogida. Los niños y niñas siguen siendo los que, en su mayoría, se encargan de la función de recolectar el agua, que sacan de pozos manuales y portan hasta sus hogares. La higiene y la prevención de enfermedades es otro de los pilares que se esconden detrás de este proyecto de escuela temporal. Las familias son conscientes de que los niños solo podrán asistir a clase si van duchados y con ropa limpia. Por eso, ante los pitidos del autobús, los pequeños se afanan en desenredarse los últimos tirones de un pelo que se les ensucia a diario por el polvo de los ladrillos. En el acceso a la educación en India sigue existiendo una brecha de género que parece estar lejos de cerrarse. Así, mientras el 81% de los chicos mayores de 15 años saben leer y escribir, solo el 60 % de las mujeres pueden hacerlo. La desigualdad en el acceso también está latente en los distintos Estados, como muestran las tasas de alfabetización, que pueden variar desde el 63% en Bihar, hasta el 94% en Kerala. 14 años es la edad permitida a partir a la cual cualquier persona puede trabajar legalmente en el país. Sin embargo, esta medida, que pretendía acabar con la explotación infantil, se vio quebrantada cuando el pasado año se añadió una nueva cláusula: los menores podrán trabajar desde cualquier edad en negocios familiares. Lejos de acabar con este problema, en India existenactualmente alrededor de 6,5 millones de menores de entre 3 y 15 años víctimas de esta forma de explotación. Y la educación es una de las mejores armas para luchar contra ella.