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Las horas más bajas de Brigitte Macron

Desde la crisis de los chalecos amarillos, la imagen de la primera dama de Francia también ha caído

Brigitte Macron, el 6 de febrero en el Elíseo.
Brigitte Macron, el 6 de febrero en el Elíseo.PHILIPPE WOJAZER (REUTERS)
Silvia Ayuso
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Hasta hace no tanto, por imágenes como las compartidas durante la visita oficial del presidente francés, Emmanuel Macron, y su esposa a Egipto a finales de enero, Brigitte Macron habría recibido buenas críticas sobre su glamuroso pero a la vez informal estilo de vestir. Pero eso era antes de los chalecos amarillos y la profunda crisis de credibilidad en la que este movimiento social de protesta sumió al Gobierno de su marido. Desde entonces, muchos de los códigos han cambiado. También para la primera dama francesa, últimamente bastante alejada de los focos. Y no por casualidad.

La noticia recogida por el británico Daily Mail de que Brigitte Macron había portado para su visita al templo egipcio de Abu Simbel unas zapatillas negras y doradas de Louis Vuitton valoradas en más de 700 euros no tardó en resonar en las redes sociales, que se han convertido en el principal altavoz de los chalecos amarillos.

“750 euros, ese es el salario de una cajera o de una jubilada que están en las rotondas con los chalecos amarillos. Pero para la señora Macron, nada es demasiado bueno (…) No es realmente el precio, es el símbolo (…) Es un error más, un error de más”, reaccionaron en Twitter. No fue una crítica omnipresente, pero en el clima hipersensibilizado reinante en Francia, la reacción del Elíseo no se hizo esperar. “Son zapatos prestados”, precisó a la emisora France Info el entorno de la primera dama. “La ropa no le pertenece a Brigitte Macron. Es el sistema que hemos establecido para que no le cueste nada al Estado y para poner en valor a los creadores franceses”.

Una estrategia que confirma el recién aparecido libro sobre la primera dama, Madame la Présidente (La señora presidenta). Brigitte Macron dispone de un “armario de protocolo” donde “circulan las creaciones de un puñado de casas de alta costura orgullosas de vestir a la primera dama (…) Nada es regalado, nada es pagado por el contribuyente”, señalan las autoras, las periodistas Ava Djamshidi y Nathalie Schuck. Una estrategia que, aunque hasta dentro del Elíseo suscita dudas, como apunta el libro, de puertas afuera parecía funcionar… hasta ahora. De hecho, las apariciones de Brigitte Macron con ropa de alta costura francesa —especialmente de Louis Vuitton, su preferida— han sido constantes desde que su marido asumió la jefatura de Estado.

Emmanuel y Brigitte Macron, en una cena de gala ofrecida por el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sissi y su mujer, la primera dama, Entissar Amer, el 28 de enero en El Cairo.
Emmanuel y Brigitte Macron, en una cena de gala ofrecida por el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sissi y su mujer, la primera dama, Entissar Amer, el 28 de enero en El Cairo.DOMINIQUE JACOVIDES / BESTIMAGE (GTRES)

Las críticas a una figura habitualmente popular son un síntoma más del bajón por el que ha pasado desde final de año el presidente francés, que solo en las últimas semanas, desde que se implicó personalmente en el “gran debate nacional” con el que busca apaciguar la cólera “amarilla”, ha empezado a remontar en las encuestas. También la popularidad de la primera dama ha sufrido en este tiempo. Según una encuesta de la empresa Harris para la revista Closer, el número de franceses que dicen tener una buena opinión de Brigitte Macron sigue siendo alto (51%), pero sensiblemente por debajo que en octubre (56%), antes de los chalecos amarillos. La cifra está por debajo de las cotas de aprobación de todas las primeras damas desde Danielle Mitterrand, salvo la de la excompañera del socialista François Hollande, la periodista Valérie Trierweiler.

Vivir con las críticas es algo a lo que Brigitte Macron se habituó desde el principio. Al fin y al cabo, la de los Macron es una pareja que, con su inusual diferencia de edad —ella es dos décadas mayor— y su también poco habitual origen (ella era la profesora de teatro de un Macron adolescente), ha tenido que soportar los cuchicheos y las bromas crueles desde hace años. Aun así, la gran exposición pública que ha supuesto convertirse en primera dama la ha hecho más vulnerable. “Sus 24 años de diferencia con su esposo siguen siendo su talón de Aquiles. Ella prefiere reírse de ello, para exorcizarlo”, relata Madame la Présidente.

El libro, que salió a la venta esta semana, no destapa escándalos. Es, más bien, un relato íntimo a base de entrevistas con ministros, amigos y gente del entorno de los Macron desde tiempos de la campaña sobre el influyente papel —eso no es ningún secreto— que Brigitte ha ejercido desde siempre en su marido, que le consultaba sus pasos desde antes de entrar en el Elíseo y lo sigue haciendo. De ahí el título del libro, Señora presidenta. Pero cuenta asimismo el desgaste que supone una exposición pública continuada y, también, las batallas de poder que vive en el seno de un Elíseo donde los asesores más cercanos a su marido, los “mormones”, como se autodenominan, la consideran más una rival que una aliada. ¿Superará el bache? Las autoras del libro no lo dudan. Al fin y al cabo, señalan, Brigitte Macron sigue recibiendo cada día una media de 200 cartas de franceses. “Más que sus predecesoras, casi tantas como un pequeño ministerio”

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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