8 fotosCeuta, el limbo migratorio hacia EuropaRecorremos el interioro del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de CeutaMarcos MorenoCeuta - 26 nov 2018 - 18:13CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEl hacinamiento del Centro de Estancia Temporal (CETI) de Ceuta, que alberga cerca de 700 personas, ha paralizado las actividades de formación y los talleres destinados a sus residentes. El deporte en la calle es una de las pocas opciones de ocio que tienen.Marcos Moreno (EL PAÍS)Cuando un inmigrante llega de manera irregular a Ceuta es llevado al Centro de Estancia Temporal (CETI). Aquí tienen médico, ropa, buena comida y asistencia jurídica, pero el lugar es un polvorín. Preparado para acoger a unas 500 personas, el de Ceuta ha llegado a albergar a 1.200. Las salas destinadas para actividades formativas o lúdicas, están ahora llenas de camas. Los residentes necesitan un autorización extraordinaria de la Policía para poder ir a la Península.Marcos Moreno (EL PAÍS)Las familias migrantes que viven en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) se sienten atrapadas. En la foto, Zaid Elhachemi y su mujer Fátima, embarazada de cinco meses, junto a sus hijos. “No aguantamos más. No se puede vivir aquí. No se puede descansar, no hay higiene para los pequeños”. Houari y los suyos, así como otras 15 familias con niños en Ceuta y un centenar en Melilla, no pueden salir de las ciudades autónomas por encontrarse en situación irregular.Marcos Moreno (EL PAÍS)Los centros para inmigrantes de Ceuta y Melilla, las dos ciudades españolas del norte de África, se están convirtiendo en el armario cerrado de un continente donde la homosexualidad es delito en 33 de sus 54 Estados reconocidos. En estos territorios fronterizos se aplica una excepción que la jurisprudencia española no respalda y se restringe la libertad de movimiento de los solicitantes de asilo, como Wessam y Yamil. Su libertad se limita a los 18 y 12 kilómetros cuadrados de cada enclave hasta que se resuelva su expediente o hasta que el Ministerio del Interior autorice su traslado. La convivencia con el resto de inmigrantes es un infierno.marcos morenoEl centro de control de la frontera de la Guardia Civil está siempre alerta. El 26 de julio, 612 subsaharianos consiguieron derribar parte de la valla con ayuda de cizallas y radiales. Entraron por una zona de vaguada, donde los sensores térmicos funcionan con menos precisión. El 23 de agosto otros 116 migrantes consiguieron entrar y la mayoría fueron devueltos a Marruecos menos de 24 horas después. Los agentes creen que el riesgo de un nuevo asalto es mínimo. "El acuerdo de devolución ha aliviado la presión", aseguran.Marcos Moreno (EL PAÍS)El Ministerio del Interior ha anunciado que sustituirá las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla por métodos menos lesivos. Las fuerzas de seguridad de ambas ciudades desconocen cuál podrían ser las nuevas medidas. En Ceuta, defienden que se trata de un elemento disuasorio que permite aumentar el tiempo que se tarda en saltar las dos vallas, entre seis y siete miutos calculan. Las concertinas desgarran la piel de los que intentan saltar la valla, como se ha visto en los últimos saltos de este verano.Marcos Moreno (EL PAÍS)Ceuta es una de las regiones que más menores extranjeros no acompañados acoge en relación a su población y superficie. Actualmente dependen de la red de protección ceutí cerca de 300 niños inmigrantes, un 50% más que a principios de año. La ciudad estudia cómo traspasar al Estado sus competencias en menores extranjeros. En la imagen, niñas en uno de los centros de menores.Marcos Moreno (EL PAÍS)Las autorizaciones para trasladarse de Ceuta a la Península son el bien más preciado para los migrantes que viven en Ceuta. Por su situación irregular no pueden embarcarse en los ferries sin esta autorización que depende de la Policía Nacional. La inmensa mayoría de los permisos se conceden a subsaharianos y, en menor medida, a magrebíes. En la foto, 96 inmigrantes, parte del grupo que asaltó la valla el pasado 26 de julio, antes de embarcar hacía la Península el pasado 15 noviembre.Marcos Moreno (EL PAÍS)