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Rafaella Carrà: “Yo le hubiera dado una patada a Weinstein en sus sitios delicados”

La artista recibe una condecoración del Gobierno español en Roma y repasa los cambios vividos en el mundo y en la televisión en los últimos años

Raffaella Carra, en Milan (italia), en 2016.
Raffaella Carra, en Milan (italia), en 2016. Getty Images
Daniel Verdú
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Siete de la tarde del viernes. El Papa acaba de aceptar la dimisión de otro cardenal por el escándalo de abusos y en el Parlamento se debaten unos presupuestos con los que Italia desafía a Europa. Suena el teléfono de casa. “Hola, soy Raffaella”. Como si fuera su programa. Es la segunda parte de una entrevista larga y algo seria —culpa del entrevistador, dice ella— a la superdiva de la televisión, protagonista de todas las revoluciones catódicas de Italia y parte de España. Odia los malentendidos, suelta, y prefiere aclarar algunas cosas al teléfono. “Sabes que mi español no es exactamente el de la Real Academia”. En eso tiene razón la Carrà. “Por cierto, esta entrevista fue un poco aburrida, ¿no? Tanta política...”.

—Raffaella, ¿lo podemos contar así?

—Haz lo que te de la gana. Pero, ¿recuerdas que me preguntaste qué consejo le daría a la Raffaella del pasado y no te contesté? Mira, ahora le diría: no hagas esta entrevista, este chico te meterá en un lío— suelta con una carcajada antes de colgar.

España celebra a Carrà y Lucía Bosé

La Embajada de España en Roma organiza estos días el festival Pop y Protesta, que celebra la fructífera relación entre ambos países mirando a Mayo del 68. La idea, del consejero cultural, Ion de la Riva, ha reunido en la capital italiana a Lucía Bosé (que, como Raffaella Carrà, recibirá la orden del Mérito Civil), Alaska o Paco Clavel para homenajear aquellos años y debatir. El ciclo durará hasta noviembre y ofrecerá también en Milán, Turín, Nápoles y Salerno conferencias, cine y debates con intelectuales como Joaquín Estefanía o Paolo Flores d’Arcais.

Rebobinemos dos horas de cinta. Mediodía del jueves en el barrio de Flaminio en Roma. Primer piso de un angosto apartamento donde cuelgan discos de oro y platino. Fotos de estrellas, dedicatorias. Gianluca, su embajador ante el mundo (ella casi no usa el teléfono y no le gustan las redes sociales) baja, recibe al periodista y lo acompaña hasta el despacho. Se abre una puerta y aparece Raffaella Maria Roberta Pellon (Bolonia, 1943). Impecable, con su media melena rubia de siempre y una sonrisa de oreja a oreja. Sencilla y campechana, dirían en su España adorada, Raffaella dice lo que le da la gana sin esquivar charcos.

Durante una hora habla de los problemas de Italia, sobre cómo ha cambiado. Fuma sus Muratti, 16 al día. Recuerda que durante años el país abandonó al sur y la gente tuvo que ir a buscarse la vida a Venezuela, Argentina, Chile. Ella lo contó en el programa Carramba chè sorpresa (que luego se hizo en España). Y entonces, ¿qué le parece esto de que Salvini cierre ahora los puertos a la gente que viene aquí a buscarse un futuro? “Mire, cerrar los puertos no está bien. Pero tampoco que Malta diga que no los quiere. Ahora Salvini es la voz del 60% de los italianos que no quieren ver inmigrantes ya en la calle. Pienso que sería mejor un diálogo más calmado y distendido. Él es muy combativo, sí. Pero está claro que no podemos tener a toda África en Italia”.

La reina de la televisión es un buen termómetro para medir la temperatura del país. Es como si ella viera a través de la pantalla de lo que habla la gente en el salón de su casa. También sobre política. “Mire, Liga y Movimiento 5 Estrellas no son mi opción, pero espero que lo hagan bien por el bien del país. Italia ha querido que estos jóvenes gobiernen, pues vamos a ver dónde nos llevan. Saben hacer su trabajo y tienen alrededor técnicos de alto nivel. La gente quería un cambio, y por algún motivo será”, señala, ella que ha sido siempre votante progresista. “Izquierda moderada, ¿eh? Nada trotskista o leninista”. Entonces sale en la conversación el ex primer ministro, Matteo Renzi y la decepción que provocó en la artista por no ocuparse de los cinco millones de pobres del país. También habla de los enchufismos en la tele: “Siempre fue muy sutil. Te llamaba el primo del ministro o el amigo de no sé quién. El típico sistema de recomendación”. O los vicios en el espectáculo: “como mucho me tomaba un capuccino antes de actuar” Y, sobre todo, el último gran levantamiento social de ese entorno: el Me Too.

—¿Aquí no pasaba?

—No, que yo sepa. Aquí te invitaban a cenar, te hacían la corte. Pero en Italia, nunca conocí casos así. Y mira, también te digo que hacerte famosa yendo a la cama con todo el mundo a veces funciona, y a veces no. Pero si tú no quieres, no vas. Cada uno reacciona de distintas maneras ante el miedo, no hay duda. Yo le hubiera dado una patada a Weinstein en sus sitios delicados.

Raffaella conoce muy bien a Asia Argento, origen de la denuncia contra Weinstein y con quien compartió un programa durante un par de años, y lamenta que ahora se haya quedado sin trabajo tras las acusaciones del joven actor Jimmy Benett. Algo le huele mal, dice a su manera. “A mí me han contado que si un hombre no tiene ganas de sexo, hay algo que no crece”.

Al final de la entrevista, Raffaella emula su programa de reencuentros y lanza un mensaje para el Papa Francisco, a quien quiere conocer. Y eso que el Vaticano fue el primero en censurar su estilo hace años cuando se atrevió a enseñar el ombligo en su histórica coreografía en la Rai del Tuca Tuca. . “Ahora se ha puesto en contra del aborto terapéutico, y eso no me gusta tanto. Si tú sabes que tienes un niño con problemas graves y estás a tiempo, yo preferiría que no naciera. Pero adoro a este Papa y me encantaría conocerle. Libra una gran lucha contra la pobreza, pero está muy solo. Rezo por él porque tengo miedo de que le hagan algo... A ver si lee esta entrevistra y me inivita”. Todo es posible.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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