El nuevo trono de Kit Harington
El actor debuta en la gran pantalla con un papel que habla de la soledad de la fama con el que dice se identifica
Visto hoy, parece obvio que la fama de Kit Harington (Londres, 1986) iba a dispararse. Juego de tronos, la serie que empezó a rodar con 24 años, es un fenómeno mundial a pocos meses de su final definitivo. Pero ocho temporadas antes, en el inicio de todo no lo veía tan claro: Jon Snow era su primer papel delante de las cámaras, le habían escogido por su cara de bebé, por su aspecto de adolescente a pesar de estar en sus 20. Así rodó el primer capítulo, unas escenas que nunca han visto la luz y que los creadores de la serie usan como chantaje de broma contra él. Desde 2011 tampoco se ha visto a Kit Harington con otro aspecto, esa cara de bebé que creía le iba a limitar su trabajo como actor sigue aún escondida tras la barba y su pelo largo. Todavía no sabe qué hará cuando se libere del contrato de Juego de tronos el año que viene. Tampoco sabe cuál será su futuro. “Quizá pueda reinventarme a mí mismo y escaparme de una imagen sinónima de Juego de tronos”, decía ya al final de la séptima temporada, en 2017. “O quizá este era el papel que estaba destinado a interpretar y ya está”.
No parece el caso. Durante el Festival de Toronto, Harington estrenó la primera película que, por fin, nada tiene que ver con fantasías, caballos y espadas. En The Death and Life of John F. Donovan, del canadiense Xavier Dolan, interpreta al personaje del título, un actor joven que de la noche a la mañana se convierte en una estrella con fans por todo el mundo. Las escenas de acoso de admiradores en la película, se parecen mucho a lo que el actor inglés lleva viviendo varios años.
“Estar tan cerca de este personaje ha sido delicado y me ha ayudado”, contó en Toronto. “Sentí que hubo momentos en la película en los que de verdad podía tirar de mi experiencia. Cuanto más pensaba en ello, más disfruté de interpretar los momentos de soledad que John F. Donovan vive, como cuando está solo en las habitaciones de hotel o en el coche. Ahí ves a la persona real y no las diferentes caras de él que muestra a otra gente. Es algo con lo que me puedo identificar”.
Ante la prensa, Harington muestra una cara tímida y seria, de discurso contenido porque sabe que todo lo que diga es susceptible de transformarse en titular viral. Por eso intenta que valgan la pena, como cuando estos días también en la ciudad canadiense reclamó que “más actores gais interpretaran superhéroes de Marvel”. “Hay un gran problema entre masculinidad y homosexualidad que, por alguna razón, no pueden ir de la mano”, denunció al hilo de este último papel, John F. Donovan, un actor gay que no puede salir públicamente por miedo a las repercusiones.
Nacido en una familia de cierto nivel aristocrático, los barones de Harington, pero no económico, Kit Harington estudió y creció en escuelas públicas entre Londres y la campiña. Después de plantearse periodismo, se decantó por la interpretación y en el primer año de escuela consiguió un gran papel en los teatros del West End. Cuando aún terminaba la obra, llegó Juego de tronos. El intérprete no ha conocido tiempos difíciles de castings, ni la profesión sin fama. Pero le ha costado aceptarla. Aún se rebela contra ella. “Me pone gruñón”, dice. “Si tienes suerte y eres listo la gente que de verdad importa no cambia, mis amigos no me tratan de una forma distinta, quizá se meten más conmigo en todo caso. Lo más difícil es que la gente en general, sí cambia a tu alrededor, y te tratan de una forma distinta. Ahí es donde tienes que tener mucho cuidado”.
Por si la atención mediática fuera poca, además, desde que empezó una relación con su compañera de Juego de tronos, Rose Leslie, en 2012, la curiosidad se extiende de su profesión y el futuro de su pelo a su vida privada. Este verano la boda de los dos se convirtió en uno de los eventos más perseguidos. Harington se niega a hablar de ellos dos y no se hacen fotos juntos con los fans para no transformarse en “marionetas”. Por un lado, echa de menos el principio de todo. “Quizá el año más especial fue el primero, cuando nadie nos reconocía por la calle”, dice. Por otro, admite su privilegio. “No creo que vaya a vivir nunca más algo así, tener este alcance global, estoy viviendo el momento y este viaje increíble que me emociona bastante”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.