‘American Psycho’, el musical: matar y morir cantando
A punto de cumplirse 30 años de la publicación de la novela de Bret Easton Ellis, el psicópata 'yuppie' que ideó sigue vigente
A medida que el escenario se llena de tonos glam (rojos intensos, azules eléctricos, blancos nucleares), el público se inquieta ante la dantesca imagen que representan los actores: descuartizamientos, sexo y música con un ligero toque techno... en Broadway (y anteriormente en Londres). Se trata del musical de American Psycho.
El estreno del musical, compuesto por Duncan Sheik y protagonizado primero por Matt Smith (Doctor Who, The Crown) y después por Benjamin Walker (Abraham Lincoln: Vampire Hunter) mete el dedo en más de una llaga. Para empezar, ¿es necesario un musical sobre un yuppie asesino en serie que descuartiza gente y da rienda suelta a sus retorcidos impulsos sexuales? Por suerte, la obra tira de los mejores y más reconocibles elementos tanto de la novela como de la famosa película del año 2000, protagonizada por Christian Bale y dirigida por Mary Harron.
No solo hace gala de mucho más del humor (negro) que estaba presente en la novela —y no tanto en la cinta— sino que compone a un protagonista lleno de oscuridad, superficialidad y todos los elementos de la compleja personalidad de un monstruo de finales del siglo XX. Sí, canciones incluidas, porque la música en American Psycho The Musical emula la década en que se ambienta la novela. Y no resta, todo lo contrario: las letras son en realidad los mismos monólogos sobre marcas de ropa, cultura musical de los ochenta y las ansias caníbales y necrófilas de un personaje que llegó a perturbar a su autor, un no ya tan joven Bret Easton Ellis cuya aportación a la literatura mantiene viva la estela de la Generación X.
El musical de American Psycho, cuyo estreno oficial data de 2013 (aunque se han realizado posteriores versiones que lo han mantenido sobre las tablas hasta la actualidad), nos hace volver inevitablemente la vista hacia la novela. Publicada —y automáticamente censurada— en 1991, supuso la tercera bala en la trayectoria literaria de un joven autor que despuntaba como una de las voces americanas más relevantes de la segunda mitad de siglo XX. Sin embargo, la bomba pareció explotarle en la cara a Ellis, que vio cómo la novela era rechazada por todos los colectivos sensibles de una nación harta del conflicto civil racial y de Vietnam, pero deslumbrada y atrapada por el capitalismo y el fin de la Guerra Fría. Una época convulsa en la que una novela venía a decirnos que cualquiera podía ser un monstruo: por refinados que fueran sus modales, por exquisitos que fueran sus gustos.
Tal vez, la provocación de Ellis llegara demasiado lejos al declarar que esta era su novela más autobiográfica. En el año 2011, en un encuentro con sus lectores españoles, aseveró sobre esta que la escribió como poseído: que al desmayarse por efecto de las drogas y la vida extrema de superstar que llevaba, el espíritu del personaje de Patrick Bateman, de quién llegó a decir que estaba inspirado en su propio padre, se apoderaba de él y escribía un puñado de páginas. Un proceso que lo dejaba agotado y repercutió en dar como resultado una novela considerada malvada y decadente. Aunque en el mejor sentido de ambas palabras, si eso es posible.
Y ya que nos acercamos peligrosamente a las tres décadas de publicación de la misma, y que Broadway se ha rendido por fin a sus encantos, ¿qué pasa con España? Pues nos encontramos ante un vacío cultural como pocas veces hemos visto. El país progresista en el que creemos vivir, que tanto descuida la cultura y tan mal la ha tratado, tiene una deuda con American Psycho. Aunque los derechos recayeron en principio en Grupo Zeta y hubo varias ediciones bajo el sello editorial Ediciones B, con traducción de Mariano Antolín Rato, estas han sido condenadas al ostracismo y al mercado de segunda mano, escaseando ahora más que nunca e incrementando su precio como si se trataran de ediciones de lujo pues no existe ninguna edición actualizada de este libro en nuestro país.
En general (esta es una declaración que sorprenderá a pocos), en España se descatalogan, saldan e incluso destruyen tantos libros como se publican. Puede que más. El hecho de que un autor quede relegado al olvido en nuestro país, sea este extranjero o patrio, es una realidad que, aunque triste, no resulta en absoluto ajena o extraña. Sin embargo, desde hace algunos años el grupo Penguin Random House ha venido encargándose de reeditar o mantener en el mercado la escasa producción de Bret Easton Ellis (recordemos que el autor ha publicado tan solo siete libros en toda su carrera). De las obras que no se encuentran reeditadas nos encontramos con Glamourama, Las leyes de la atracción, Los confidentes y, desde luego, American Psycho.¿Qué pasa en nuestro país con Ellis? ¿No vende, no interesa? Nadie lo diría con el volumen de ventas que ha presentado en el pasado y la atención que los medios siguen prestándole, ¿por qué entonces la mitad de la producción, que ha cosechado algunas de las mejores y más relevantes críticas del panorama editorial mundial, de este autor americano se encuentra descatalogada en las tierras en que nació la novela moderna? La respuesta sencilla sería: cruces y confusiones en derechos de explotación de la obra.
Quien quiera ver más allá, se encontrará con que gran parte de la bibliografía del autor recurre a los mismo temas de violencia, oscuridad y resentimiento ante una sociedad americana que coquetea al ritmo de Michael Jackson y Phil Collins con la total autodestrucción. American Psycho y la posterior Glamourama tiene por protagonistas a verdaderos monstruos y no escatiman en escenas gore, sexuales y explícitas para evidenciar un modelo de vida que se come, literalmente, a las personas. ¿Podemos hablar de censura? Sería osado sin más datos que el olvido por parte de las editoriales de nuestro país. Aunque también sería justo cargar parte de esta responsabilidad a los lectores: a fin de cuenta si un libro se olvida, es porque ya no se lee. ¿Por qué no aprovechar el lanzamiento de Suites Imperiales en el año 2011 para relanzar American Psycho, del mismo modo que se hizo con la primera novela del autor? ¿Por qué no actualizar la traducción de Rato que, aunque eficaz en su momento, se encuentra llena de expresiones en desuso y un pobre acercamiento a la jerga neoyorquina de la época? American Psycho siempre ha sido un libro al que tomar con pinzas: hay algo...demasiado, en su lectura. Hoy que estamos hartos del gore, que ya nada nos provoca, seguimos haciéndole el vacío a una novela que puso patas arriba los años noventa. A un autor que llegó a ser considerado por la más alta élite intelectual americana como un “nuevo J.D. Salinger”. Ah, qué orgullosos parecemos estar de ignorar estos hitos.
Mientras tanto, Patrick Bateman sigue vivo. Ya sea sobre las tablas de Broadway o con los jugosos tweets que el autor publicara durante estos años lanzando ideas al aire de lo que podría ser un Bateman cincuentón, viviendo en el Nueva York post-11 de Septiembre, inmerso en la era Obama y en la actual era Trump (empresario al que, no nos sorprende, Bateman reverenciaba). Recibiendo confusos mensajes de su iPad en lugar de devolver cintas VHS con sus macabros crímenes. Nos acercamos a la treintena de la publicación del libro, la entrada en la edad adulta, la dorada treintena que podría suponer, por fin, una nueva edición, una actualización de la desfasada traducción... o el mismo mutis por el foro que hemos tenido hasta ahora.
Siempre nos quedarán Broadway y el DVD.
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