13 fotos
Sin transporte público en Venezuela El ingenio se agudiza cuando la presión de la necesidad ahoga. Los venezolanos se han visto afectados por una nueva arista de la grave crisis que sufre el país. Ahora le toca al transporte público. Ante la falta de medios para desplazarse, han proliferado los vehículos privados que llevan hacinados a los sufridos pasajeros que han apodado ‘perreras’ a las camionetas, furgonetas y autos en los que viajan sin condiciones de seguridad. Los venezolanos se agolpan para subir a uno de estos vehículos que funcionan tanto en la capital, Caracas, como en otras grandes ciudades del país. Un pasajero paga por un billete en un camión de carga utilizado como transporte en Valencia, en el Estado de Carabobo (centro), el pasado 12 de julio. Marco Bello (REUTERS) No hay una tarifa unificada porque es una forma de transporte no regulada pero la tarifa ronda los 15.000 (7 veces más que la autorizada por el gobierno). Pese a la gran cantidad de ceros, el monto al cambio no es ni un céntimo de dólar. En la imagen una persona ayuda a subir a una mujer a un vehículo de carga utilizado para hacer mudanzas. Marco Bello (REUTERS) El monto puede parecer simbólico en un país hiperinflacionario pero la dificultad para los venezolanos está en conseguir el dinero físico. Ante la falta de billetes, se ha impuesto una restricción bancaria por la que diariamente solo dan 10.000 bolívares en efectivo por persona. Marco Bello (REUTERS) Los pasajeros suben y bajan de vehículos que no están acondicionados para trasladar a personas. No tienen asiento, ni ventilación. En ocasiones las puertas van abiertas. Una mujer con un bebé se agarra como puede en un camión utilizado como transporte en la ciudad de Valencia, el pasado 11 de julio. Marco Bello (Reuters) Los usuarios no viajan en las mejores condiciones, pero tampoco lo están los vehículos. Darío Rivero, de 45 años, contó a EL PAÍS que empezó con su transporte para tener bolívares en efectivo pero también porque "el camión tiene los cauchos lisos y así no puedo hacer viajes fuera de Caracas". "La gente necesita este servicio porque ya no hay transporte”, agrega. Marco Bello (REUTERS) La profunda crisis económica ha dado al traste con el parque automotor del transporte público y lo mantiene, en su mayoría, varado por falta de repuestos. Camionetas pick up, autobuses escolares, y turísticos de paseo, han pasado a sustituir al transporte formal. Los venezolanos han empezado a llamarlos 'perreras'. Marco Bello (REUTERS) ¿Y para bajarse? Los usuarios golpean en el techo, en el lateral de la camioneta o en la caja del conductor para que el vehículo se detenga donde mejor conviene al pasajero. Nada de paradas establecidas. Marco Bello (REUTERS) La informalidad de esta modalidad para desplazarse también se ha cobrado víctimas. En la Yaguara un hombre se cayó de uno de estos vehículos y falleció. El Comité de Usuarios del Transporte Público han reportado al menos 26 muertes en todo el país en lo que va de año. Algunos usuarios desconfían y prefieren no montarse. Hablan de robos y de la sensación de asfixia en los vehículos más cerrados. Se quejan de que viajan como animales. Marco Bello (REUTERS) Caracas era una ciudad con 15.000 autobuses. Pero para finales del pasado, los gremios del sector denunciaban que solo 4.000 estaban rodando. Actualmente 90% está fuera de servicio. Marco Bello (REUTERS) Aunque el transporte es un servicio público y de carácter social, en Venezuela está en manos de cooperativas privadas, que son reguladas por el Estado en su funcionamiento y tarifas, que han quedado completamente desfasadas por la hiperinflación. Marco Bello (REUTERS) En algunos municipios se está institucionalizando. En La Yaguara, en el oeste de Caracas, funciona una línea de 'perreras' instalada por la propia alcaldía del municipio Libertador, a cargo de la chavista Erika Farías. En vehículos para trasladar cuadrillas de obreros se apretujan 60 personas, algunas sentadas y otras de pie. Marco Bello (REUTERS) Las ensambladoras venezolanas de autobuses y fabricantes de autopartes, han tenido que cerrar líneas de producción a causa de la depresión económica, mientras los cementerios de buses rojos comprados a los chinos se multiplican en las principales ciudades del país. Marco Bello (REUTERS)