_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Entre ‘España se rompe’ y ‘España nos roba’

Hay que defender el diálogo, pero también las líneas rojas

Teodoro León Gross
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atiende a los medios durante la reunión del Consejo Europeo este viernes en Bruselas.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atiende a los medios durante la reunión del Consejo Europeo este viernes en Bruselas.Geert Vanden Wijngaert (AP)

La guerra de los relatos, que es el campo de batalla en la política líquida del siglo XXI, donde se confrontan las líneas identitarias de los nosotros vs ellos, coloca al Gobierno entre dos fuegos: España se rompe y España nos roba. Y esto, paradójicamente, puede serle útil.

Desde la moción de censura quedó claro que el PP recuperaba uno de sus mantras estrella del zapaterismo: España se rompe. Ese mensaje, ahora con el aval del procés, hunde sus raíces en los mitos de la derecha. La versión en esta fase de transición al sanchismo es “se paga un precio a independentistas, populistas y amigos de ETA”. Con la brocha gorda característica en la oposición, quienes presentaban a Sánchez como modelo de lealtad al Estado con el 155 ¡frente a Albert Rivera!, ahora lo caricaturizan en el poder como un vendido. ¡Humillación!, claman. Más madera, es la guerra… de los relatos.

Claro que Sánchez, del otro lado, se enfrenta al fuego indepe con el relato de España nos roba, ahora en versión España nos roba la llibertat, España nos roba el Govern legítimo, España nos roba a los líderes y los encarcela… entre cargas diarias para abortar las expectativas de diálogo, desde los secuestrados en Estremera según el imaginario turco de Rufián, al “tenemos que crear otro 1-O” de Torra, con su hoja de ruta dictada desde Berlín. A falta de Rajoy, cargan contra el Rey, con el apoyo de Podemos. La mentira grosera no les arredra —achacan esto al discurso del 3-O, pero al Rey ya le montaron una ordalía en agosto tras los atentados de Las Ramblas— y van de performance en performance, sin pudor, como en Washington. El gran farol, como confesó Ponsatí, irredento.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Y, sí, todo esto, paradójicamente, puede beneficiar a Sánchez. Al quedar entre dos discursos radicales, le dejan el espacio central de la moderación. Y, por tanto, margen de maniobra. Claro que corre el riesgo de no aprovechar su posición central (no confundir con equidistante, impensable entre quienes defienden el orden constitucional y quienes lo subvierten) si antepone la lógica de partido a la lógica de Estado. De momento emite señales positivas, no entrando al trapo de provocaciones ramplonas para salvaguardar el diálogo, pero también señales negativas, mirando para otro lado ante provocaciones que cuestionan la dignidad de las instituciones. Un presidente no puede callar ante todo. Comprar la versión indepe es peligroso, y esta semana Sánchez lo ha hecho al sostener en el Congreso que la culpa de la fractura fue del PP. Eso es falso, aunque los errores del PP contribuyeran a empeorar las cosas. La conjura de los irresponsables no empezó en 2010 (la sentencia del Estatut, conviene recordarlo, anuló cosas inaceptables: fin de la cooficialidad entre castellano y catalán, acabar con las competencias compartidas entre Estado y Generalitat; limitar la solidaridad al esfuerzo fiscal... y un Poder Judicial catalán). Hay que defender el diálogo, pero también las líneas rojas. Ahora la esperanza está depositada en Sánchez. Y los peores temores también. Es su momento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_