La palabra que no hemos escuchado en la boda de Meghan y Harry (y que Diana también se negó a pronunciar)
En 1981 Lady Di decidió eliminar uno de los votos matrimoniales durante la ceremonia, algo que hoy se considera todo un precedente del feminismo en la monarquía
No tuvo ningún problema en decir esa palabra la reina Isabel II en 1947. Y, en una nueva generación, también la pronunció Sarah Ferguson (exesposa del príncipe Andrés) en 1986 y Sofía de Wessex (esposa del príncipe Eduardo) en 1999. Pero Diana de Gales se negó en 1982 cuando se casó con Carlos de Inglaterra, heredero al trono. Se trataba de pronunciar una palabra durante los votos matrimoniales que, como era costumbre desde 1662 y según el Libro de Oración Común de la Iglesia de Inglaterra, se vocaliza en las bodas reales.
Este pequeño detalle en la boda fue visto como una señal de aperturismo, pero no continuó con las dos bodas reales posteriores, en las que la palabra "obedecer" volvió a aparecer en los votos: las de Sarah Ferguson (en 1986) y Sofía de Wessex (1999)
La palabra es “obedeceré” y está incluida dentro de los votos matrimoniales: “Prometo amarte, apreciarte y obedecerte” (en inglés, “love, cherish and obey”). Diana quiso eliminar ese voto, según el New York Times publicó en 1981, tras serias discusiones y debates con el arzobispo de Canterbury, Robert Runcie, que fue quien los casó. En declaraciones a la prensa de entonces, el decano de la abadía de Westminster, Edward Carpenter, apoyó la decisión. “El matrimonio es el tipo de relación en la que debe haber dos compañeros iguales: si va a haber uno más dominante, no será por culpa de este juramento. Creo que así es mucho más cristiano”.
Este pequeño detalle en la boda, consistente en eliminar una sola palabra, fue celebrado y visto como una señal de aperturismo en la monarquía, que se abría a una sociedad más moderna e igualitaria. Pero curiosamente no continuó con las dos bodas reales posteriores, en las que la palabra obedecer volvió a aparecer: las de Sofía de Wessex (1999) y Sarah Ferguson (1986).
En 2011, antes de la boda de Guillermo de Inglaterra con Kate Middleton, el debate volvió a la calle. ¿Pronunciaría Kate la palabra o haría honor a Diana, a la que su marido estaba tan unido? El interés por este punto llegó a tal extremo que representantes del palacio de St. James –donde la pareja se presentó ante la prensa tras anunciarse el compromiso– emitieron un comunicado anunciando que no podían dar información sobre los votos matrimoniales y las casas de apuestas (como William Hill) hicieron caja (el “no lo dirá” ganaba al “sí” en ocho contra once).
Algunas webs femeninas se preguntaron en los últimos días cuáles serían los votos matrimoniales de Harry y Meghan. Y, sobre todo, si pronunciaría Meghan la palabra “obedecer”. No lo ha hecho, y tampoco lo esperánamos. Meghan ha roto moldes por estar divorciada y ser mestiza, características casi inéditas (aunque no del todo) en la familia real británica. Markle también ha apoyado sin fisuras campañas como #MeToo y Times’s up.
Hoy, al igual que Kate Middleton, ha decidido dejar atrás una tradición que la que hubiese sido su suegra dinamitó hace 36 años en lo que se reconoce como una de las primeras conquistas feministas dentro de la monarquía.
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