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Columna
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Orbán, la distopía europea

El triunfo del xenófobo húngaro es lo opuesto a lo buscado en la UE acogiendo a los del Este

El primer ministro húngaro Viktor Orbán, la noche electoral del domingo pasado en Budapest.Foto: atlas | Vídeo: LEONHARD FOEGER (Reuters). ATLAS
Gabriela Cañas

Sí, Viktor Orbán simboliza la distopía europea, un papel que disputa a la fuerza nacionalista y conservadora polaca Ley y Justicia (PiS). El 1 de mayo de 2004 fue una fecha histórica. La Unión Europea incorporó ese día a diez países del Este que tras la Segunda Guerra Mundial habían quedado sometidos al yugo soviético. Fue un gesto de justicia histórica, una restitución necesaria que pasaba por la reunificación europea que, como la alemana, dejaba atrás una de las páginas más oscuras de la historia del continente. Catorce años después, dos de las naciones más populosas de ese paquete —Polonia y Hungría— están culminando una deriva autoritaria y xenófoba que cuestiona los valores esenciales de la UE. El arrollador triunfo el domingo de Orbán en Hungría confirma que el mal sueño es una preocupante realidad.

Las políticas puestas en marcha y los mensajes apocalípticos del líder conservador producen escalofrío. Pero han convencido a casi la mitad de la población húngara. “Europa está siendo invadida”, decía en plena campaña electoral Viktor Orbán. “Bruselas no está defendiendo a Europa y no está parando la inmigración”. Es su gran obsesión. Los inmigrantes, creen Orbán y su partido conservador, Fidesz, amenazan con extender el islam y diluir la identidad —qué concepto tan peligroso— del pueblo húngaro, blanco y cristiano en su mayoría. Orbán detesta el “Estado multicultural”. Cerró en 2015 las fronteras a los refugiados sirios, a los que maltrató, y luego se negó a acoger a uno solo de ellos a pesar de la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE. Ha reformado el país poniendo en riesgo la separación de poderes, ha legislado contra las ONG y persigue con denuedo a la Universidad Central Europea del magnate judío húngaro-estadounidense George Soros, al que tacha de oligarca extranjero. Soros no es el único que ha denunciado un tufo antisemita en Orbán. Tras su victoria, prepara más reformas en el mismo sentido.

Los socialistas europeos han proclamado que la nueva victoria de Orbán es el fin de la democracia en Hungría. La alegría que los partidos populistas han manifestado por su triunfo es la prueba de que Orbán, cuya formación Fidesz sigue perteneciendo al Partido Popular Europeo, se ha convertido en un magnífico exponente del ultranacionalismo moderno, que amenaza seriamente los cimientos democráticos de la UE. Hungría crece económicamente a buen ritmo y sus clases medias han mejorado su situación durante sus mandatos. El Gobierno fomenta la natalidad para que la raza se mantenga mayoritaria y no pierda pureza con el mestizaje (solo el 1,5% de la población es de origen extranjero). También ha naturalizado a un millón de hablantes húngaros que viven en territorios que fueron en su día parte de la gran Hungría existente antes de 1920.

Bruselas se siente impotente para frenar un viaje al pasado que derivó en una guerra y cuyas heridas creyó cerrar en 2004.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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