Karate Kid en Palma
Desde luego, Letizia no cuenta con todo el apoyo público que ahora tiene doña Sofía, en el fondo gracias a su desplante
Una primavera más comienza en la catedral de Palma de Mallorca. El rifirrafe real se ha convertido en una apasionada discusión transversal, local y también internacional. Y, por supuesto, se han creado bandos. El que defiende el derecho de una abuela a hacerse una foto para publicar con sus nietas, sin la madre de ellas, es mayoritario. Y aprovecha el momento para desahogar sus reproches contra la reina Letizia, responsabilizándola de todo. En realidad, las dos reinas han actuado pobremente al final de la misa de Pascua. Fue un máster (mejor que el de Cristina Cifuentes), acerca de lo que no se debe hacer en público. Una, la abuela, por insistir en buscar una foto que, por cuchi que pudiera ser, iba a provocar un disgusto. Doña Leonor convertida en yudoca. Y la otra, Letizia, por actuar llevada por su instinto de supervivencia territorial.
¿Supervivencia? La reina Letizia tuvo una relación estupenda con la Reina emérita. Al menos así lo creíamos antes del rifirrafe en Mallorca. El día de su compromiso con el príncipe Felipe, Letizia proclamó que seguiría el ejemplo inigualable de doña Sofía, precisamente en unos años en los que doña Sofía era tratada más con compasión que con verdadero amor. Lo que agrietó esa relación fue el Instituto Nóos y la posibilidad de que Iñaki Urdangarin, cuñado exfavorito del Rey, pague una condena de cárcel. Es probable que eso haya alimentado una, hasta hoy, invisible tensión entre la madre del Rey y la Reina consorte, que como suele suceder, estalló en el instante menos esperado cuando la reina abuela maniobró para retratarse con sus nietas, una de ellas futura heredera con habilidades karatecas. Y es que en medio de tanta habladera, podemos recordar que el álbum fotográfico de la Reina emérita incluye algunas instantáneas marcadas por la polémica. Como la de aquella visita al rey Juan Carlos, recién operado de la cadera, escoltada por la infanta Cristina e Iñaki. Y, más recientemente, de nuevo en compañía de la pareja líder del Instituto Nóos, con motivo del cumpleaños de Urdangarin y esta vez junto con el Rey emérito, de quien también ha recibido desaires visibles, ignorados quizás porque sucedieron antes del movimiento #MeToo. Como abuela y esposa, doña Sofía sufre retratos complicados o que complican. No es una abuela común: además de tener una función institucional tiene un sueldo activo que no son los de cualquier otra abuela. Debido a esa función y a ese sueldo, recaudado entre los contribuyentes, está en la catedral de Mallorca trabajando. Como Letizia. A mi modo de ver, también la Reina emérita parece confundir los límites de su rol de reina con el de abuela. No se puede tener todo. Igual pasa con Letizia. Su trabajo, lamentablemente, no convence. Y medio país se lo está diciendo.
Desde luego, Letizia no cuenta con todo el apoyo público que ahora tiene doña Sofía, en el fondo gracias a su desplante. Quizás la gente quiera más a doña Sofía porque sienten que siempre ha callado o ha sacrificado más cosas que su nuera. Incluyendo esa autoestima que parece sobrarle a doña Letizia. Ese duelo de reinas es algo que ha cautivado a sus súbditos, a Internet y finalmente a los medios de comunicación más serios. Le pasó a Sissi emperatriz, que dejó clarísimo en sus biografías las tremendas desavenencias con su suegra, la archiduquesa Sofía. ¡Pero, formar parte de la industria del entretenimiento no está tan mal! Todo terminará en una foto de las reinas sonrientes en Marivent.
Aquí en América, el tema fue analizado por la televisión latina y la anglosajona. Hasta que se colaron las fotos elaboradísimas de Donald Trump junto a Melania y su hija más díscola, Tiffany, fruto de su matrimonio con la explosiva Marla Maples. Aunque la foto fue tomada en Mar-a-Lago, esa propiedad de Trump con aires de aristocracia europea en Florida, se cuelan en ella brisas de Mallorca. Melania esta tensísima, casi podría resquebrajarse. Tiffany rígida, luce una barriguita típica de las veinteañeras con problemas de alimentación y Donald tiene ese aire de los varones muy heterosexuales abrumados por los tejemanejes femeninos. Un poco como las caras del rey Felipe y el rey emérito Juan Carlos durante el forcejeo en Mallorca. Mi impresión es que sigue siendo difícil la relación con la familia política. Ya lo comentó Pedro Sánchez el martes en la radio: “En todas las familias cuecen habas”. Menos en la mía, aclaró.
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