Anna Chapman, licencia para provocar
La vida de la exespía rusa, modelo ocasional y diseñadora, se cruza con la del envenenado Skrial
Efecto mariposa. Anna Chapman (o Anya) disfrutaba de unas vacaciones en Tailandia y lo contaba en sus redes sociales subiendo una foto en bañador en Instagram, donde tiene 118.000 seguidores. Al mismo tiempo, el exespía ruso Sergei Skripal, de 66 años, que había colaborado con el servicio de inteligencia británico MI6, y su hija Yulia, de 33 años, entraban en el hospital. Tras cenar en un restaurante de Salisbury, al sur de Inglaterra, se desvanecieron en un banco cercano a un pub al que acudían a tomar algo. ¿Cómo pueden estar relacionadas las vacaciones de Chapman con el ataque a Sergei y Yulia Skripal?
Padre e hija habían sido envenenados con una sustancia perteneciente a la familia del Novichok, un tipo de gas nervioso "que Rusia ha producido en el pasado y entendemos que sigue siendo capaz de producirlos", alertó la primera ministra británica Theresa May, que aprovechó para pedir explicaciones a Moscú. Cuando se conoció la noticia, era imposible no pensar en Alexander Litvinenko, el exespía ruso envenenado en noviembre de 2006 con polonio-210 en un hotel de Londres que acabó muriendo. Litvinenko había acusado un mes antes a Putin de ordenar el asesinato de la periodista rusa Anna Politkóvskaya.
Skripal y Chapman también son rusos. Y ambos son (o por lo menos han sido) espías. Primero compañeros; luego enemigos. Ambos rehenes. Sergei Skripal y Anna Chapman se cruzaron en el aeropuerto internacional de Viena en 2010, donde Rusia y Estados Unidos hicieron un importante intercambio de espías. A cambio de cuatro agentes europeos que Rusia retenía, Estados Unidos liberó a una decena de rusos capturados en suelo americano. En esta última tanda estaba Anna Chapman, de 28 años, hija de un diplomático ruso, que había tenido vínculos con el KGB, y apodada como la "Mata Hari rusa”.
Chapman se había casado en 2002 con Alex Chapman, un psicólogo inglés con el que vivió en Londres. Los tabloides prefieren usar el término “sedujo”, tildando a Chapman de una especie de Gorrión Rojo. La pareja se separó en 2006 y cuatro años después, ella se instaló en Estados Unidos. Al poco fue detenida tras caer en una trampa del FBI. Aunque fue acusada de conspiración contra los Estados Unidos, el 8 de julio de 2010 la liberaron.
Por su parte, Skripal formaba parte de los liberados por Moscú. Aunque originariamente había trabajado para la inteligencia rusa, en los años noventa, tras el colapso de la URSS, fue contactado por el MI6 en España, donde el CNI le había identificado, según publicó The Times. Los británicos le convirtieron en un agente doble en 1995. Estuvo casi una década colaborando con el servicio secreto inglés, reuniéndose con compatriotas suyos en una residencia en Málaga. Mantener la relación con su agente doble en España era más seguro para el MI6 que llevarlo a Reino Unido: “España es una plataforma importante para el espionaje ruso”, explicaba en EL PAÍS Luke Harding, excorresponsal de The Guardian en Moscú y autor de un libro sobre el envenenamiento de Alexander Litvinenko y del recién publicado Conspiración (Debate), sobre los vínculos de Vladímir Putin y Donald Trump. “Litvinenko también viajaba regularmente a Madrid. Creo que la conexión española es la razón por la que fue asesinado en Londres en 2006: Iba a testificar. En Londres hay inteligencia rusa y británica, oligarcas, críticos con el régimen, abogados especializados, agencias de relaciones públicas… En España pueden mantener un perfil más bajo. España está absolutamente en el centro de todo esto. Claro que lo está”, añade Harding.
En 2004, Skripal no acude a una reunión que tenía con el MI6 en España; había sido detenido en Moscú y condenado a 13 años. Su delator, según The Times, fue un agente español que trabajaba para Moscú y que fue “juzgado y condenado en España” años después. De confirmarse, sería el exagente del CNI Roberto Flórez García, primer condenado por traición de la democracia española, al que un tribunal le impuso 12 años de cárcel en 2010. El mismo año que Skripal era liberado en Viena, a la vez que Chapman. La espía, descrita como una mujer fatal y perfilada como una villana de James Bond o un personaje contemporáneo de The Americans, regresó a su país y no solo fue recibida por Vladimir Putin sino que recibió una medalla por los servicios prestados y formó parte de la Joven Guardia, las juventudes de Putin.
En 2013, en base a las declaraciones de otro espía ruso exiliado en Londres, tuvo el encargo de seducir a Edward Snowden: le llegó a pedir matrimonio por Twitter. Un año después lanzó una línea de ropa “inspirada en la tradición rusa”. También trabajó en la televisión rusa. “Cuando Anna regresó a la patria, tras su paso por prisión, buscó un vestido ruso que la favoreciera. Le costó mucho encontrarlo por lo que decidió crear su propia línea”, explicaba en una nota de prensa su estilo. Una línea de corte nacionalista, que promociona colgando posados con metralletas en Instagram.
Tras el envenenamiento de Skripal, del que todavía se desconoce cómo llegó el tóxico a su cuerpo, Chapman colgó una imagen en la red social. Esta vez en bañador y para promocionar el día del gourmet en Rusia. “La agente rusa Anna Chapman posa en bañador en Tailandia mientras el espía del MI6 por el que fue intercambiada pelea por su vida tras ser envenenado”, recordaba el rotativo británico Daily Mail la coincidencia austriaca entre Skripal y Chapman. Aparentemente ajena al envenenamiento, la exespía escribía una frase: “Y vosotros, ¿qué tipo de comida preferís?”.
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