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Tentaciones

‘The end of the f---king world’ es el 'Bonnie and Clyde' de los 'millennial'

Un torbellino de locura entre 'Asesinos natos' y 'Ghost world'. Así es la serie teen británica de Netflix de la que todo el mundo habla

¿Una tarde de sofá, mantita y serie indie con adolescentes inadaptados? Hace una semana habría dicho que prefiero ver Ella es tu padre con batín de cuadros…, pero hace una semana no conocía The end of the f---ing world. Ha pasado de cuclillas entre la masa de estrenos de Netflix de enero, la pusimos en casa por aburrimiento, otra seriecita indie de angustia adolescente, bla, bla, bla…

Sorpresa. Resulta que ahora mismo sería capaz de pegarle un puñetazo a mi padre y huir en su coche para que hubiera segunda temporada. Nada de ponerla en época de estrés; esta serie británica es peligrosa. Si te pilla en el sofá, con el gato roncando en la pechera, anulará cualquier intento de socializar que hayas programado en las horas posteriores.

"La inteligente arquitectura de la serie es queroseno para la adicción. Sería capaz de pegarle un puñetazo a mi padre y huir en su coche para que hubiera segunda temporada"

Basada en el cómic homónimo de Charles S. Forsman (Fantagraphics, 2013), impulsada por un corto basado en dicha obra, estrenada en octubre de 2017 en Channel 4 en el Reino Unido e importada por Netflix a nuestros españoles hogares, The end of the f---ing world solo necesita un par de minutos para introducirte en su torbellino de locura nihilista comiquera con excedentes de bilis británica. Dos adolescentes chalados huyen de sus familias en un viaje accidentado y sangriento. Alyssa es una chica con tendencias maniacodepresivas y alergia a la autoridad. James es un psicópata que encuentra placer asesinando animales y está muy tentado de subir las apuestas con su querido cuchillo de caza.

Ambos forman una pareja tan desafinada como irresistible. Deambulan entumecidos por una sociedad enferma que observan desde el exterior de la pecera; coquetean con el sexo y la muerte sin pensar en el futuro; recorren la Inglaterra residual como si fueran protagonistas de un cómic de Grant Morrison: ajenos a las vicisitudes del sistema, insolentes, violentos, tullidos emocionalmente… víctimas y verdugos. Todo muy bonito, pero impracticable si no fuera por la química colosal entre Alex Lawther y Jessica Barden. Él está tan bien que consigue que odies amarlo; ella está tan bien que consigue que ames odiarla. Es imposible no sentir la necesidad de terminar el viaje al lado de ambos.

The end of the f---ing world atrapa merced a unos actores principales en estado de gracia y a una trama en forma de road movie psicópata que cambia las polvorientas carreteras americanas por la melancolía suburbial británica. Esta deliciosa distorsión en el continuo televisivo se dirige al público adolescente en un lenguaje trepidante, fragmentado, crudísimo, terriblemente oscuro en muchos momentos e hilarante a morir en otros. Reservas de moralina al mínimo.

Os atores Alex Lawther e Jessica Barden: personagens vividos pela dupla juntos formam um casal tão desafinado como irresistível.
Os atores Alex Lawther e Jessica Barden: personagens vividos pela dupla juntos formam um casal tão desafinado como irresistível.

Además, la inteligente arquitectura de la serie es queroseno para la adicción. 8 capítulos de 20 minutos cada uno, que se consumen como una exhalación en el sofá y no te hacen sentir culpable cada vez que dices: “Uno más y a la cama”. De aderezo, unos cuantos cliffhangers, dos o tres giros argumentales del cagarse y voilà: ya tenemos el crack al dente. No conozco a nadie que haya visto The end of the f---ing world a intervalos. Se devora una sentada y está diseñada para que su consumo sea febril. Glotonería televisiva pura y dura, directa a la fábrica de dopamina del seriéfilo millennial.

Y a pesar de su escaso volumen, la serie se las apaña para rellenar el pavo con la magnífica banda sonora de Graham Coxon (Blur) y un jukebox esplendoroso, con Fleetwood Mac, Mazzy Star, Shuggie Otis o Françoise Hardy en la playlist. Y ahí dentro, incluso hay espacio suficiente para introducir a presión infinitas reverencias (y referencias) a la cultura pop de los últimos 50 años. Hay algo de Bonny and Clyde, algo de Dexter, de Utopía, de True romance, Asesinos natos, Ghost world, Wes Anderson, Todd Solonz, Peter Bagge, Charles Burns… La lista es extensísima y, según la mayoría de la prensa seriéfila, termina en 13 reasons why (Netflix), la serie adolescente más importante de 2017.

Puede ser que 13 Reasons Why y The end of the f---ing world hayan abierto una puerta a las ficciones juveniles que abordan conflictos adolescentes sin tópicos, desde una perspectiva paradójicamente adulta. Pero poco más pueden compartir. Porque donde 13 Reasons Why aboca una denuncia en clave dramática, The end of the f---ing world genera una avalancha de humor negro, surrealismo y violencia; se inventa un no-romance entre dos desplazados en las antípodas de la humanidad y hace del monólogo interior un arte subversivo. No es una serie destinada a cambiar nuestras vidas, no es ni mucho menos perfecta, pero el viaje de James y Alyssa envía un mensaje muy válido a adolescentes (y adultos): la vida es un drama grotesco del que reírse hasta morir. Fuck off!

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