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Tentaciones

Berto Romero y Carlo Padial tienen entre manos 'Algo muy gordo'

El actor y el director presentan en el Festival de Cine de Sevilla una comedia que cuenta en su BSO con Pimp Flaco y Kinder Malo

"¿Hay otra forma de hacer comedia?". Es lo que se preguntan Carlo Padial (director) y Berto Romero (actor) en Algo muy gordo, una película que surge con la vocación de encontrar respuestas a ese callejón sin salida en el que parece haberse instalado la comedia española. Por un lado, las películas destinadas a contentar al público mayoritario auspiciadas por las cadenas de televisión y que cuentan con una maquinaria publicitaria a su alrededor casi abusiva. Por otro, las obras de guerrilla que desde los márgenes intentan desafiar los modelos prestablecidos a base de trasgresión e irreverencia.

De esto último sabe mucho Carlo Padial. Durante años ha estado al frente de su propia productora elaborando piezas documentales y experimentando con los formatos. Capitaneando los Pioneros del S. XXI se encargó de agitar la escena cómica underground a través de vídeos de YouTube y shows en directo donde demostró su capacidad subversiva y su espíritu provocador. De ese magma creativo surgió el programa Go, Ibiza, Go!, junto a Didac Alcaraz y muchos vídeos míticos en los que Carlo Padial exponía sus manías y neurosis, dándole la vuelta a golpe de absurdo (yo diría que en el fondo sensatez) a algunas de las acciones que tenemos integradas en nuestra cotidianeidad y que en el fondo resultan ridículas, o entrevistando, como se convirtió en marca de la casa, a personajes fuera de toda norma.

Todo ese bagaje como francotirador de la escena 'low cost' unido a su capacidad para desmontar los géneros en sus obras cinematográficas de referencia (Mi loco Erasmus y Taller Tapuhoc, a la cabeza) lo convirtieron en una rara avis dentro de nuestro panorama audiviosual.

Ahora, Carlo Padial ha tenido que enfrentarse a un nuevo reto, hacer una película con mucho más presupuesto del que estaba acostumbrado (para la productora Zeta Cinema y con Francisco Ramos como impulsor y protector del proyecto), salir de su zona de confort, pero al mismo tiempo no perder ni un ápice de su esencia dentro del activismo cultural y la escena indie.

Retomamos la pregunta: ¿Hay otra forma de hacer comedia?

Algo muy gordo podría ser la respuesta, pero tampoco es su misión convertirse en salvadora de las causas perdidas. Surgió con la voluntad de servir de vehículo a Berto Romero y a Carlo Padial para explorar nuevos caminos dentro de la comedia, pero en sentido inverso: el actor buscaba expresarse a través de un humor menos convencional y el director se aventuraba por primera vez en una película supuestamente más comercial. Estas tensiones, esos choques y enfrentamientos están presentes a lo largo de toda la película y suponen su materia prima conceptual.

“La película juega mucho con ese tipo de paradojas”, nos cuenta Carlo Padial. “Esos juegos de espejos que tienen que ver con las cosas que a mí me gustan, un poco puñeteras, la verdad. Creo que esos reflejos están en todas partes, incluso en las pelis de Marvel, solo que en ellas está todo como mejor asimilado”.

Carolina Bang y Berto Romero.
Carolina Bang y Berto Romero.

Pongámonos en situación. Qué es Algo muy gordo. Porque probablemente el espectador se siente en la butaca sin saber muy bien lo que va a ver. Lo que no deja de ser todo un milagro en esta era de la sobreinformación constante y repetitiva que nos ha tocado vivir. “Yo no he visto Thor:Ragnarok, pero en realidad, llevo dos años leyendo información, poniéndome clips en YouTube, así que es como si la hubiera visto. Ahora te explican tanto la película que vas a ir a ver, que ya no hace falta que la veas, el misterio está roto y eso modifica nuestra vivencia como espectadores”.

Hace dos años, en el Festival de Málaga, se presentó el proyecto de Algo muy gordo con un cartel en el que veníamos a Berto Romero convertido en un niño gordo, con una imagen configurada con efectos especiales en la que casi se le convertía en un dibujo animado. La sinopsis era la siguiente: Un guionista de televisión recibe la noticia de que por un error jurídico debe repetir octavo de EGB. Así, tendrá que volver al colegio donde sufrirá un proceso involutivo convirtiéndose en un niño gordo.

Pero en realidad, lo que vamos a ver en Algo muy gordo, es el rodaje de esa película, Algo muy gordo, en la que Berto debe enfrentarse a las reglas de un plató vacío inundado por el verde del croma que se encargará en postproducción de convertirlo en su representación de Berto-niño-gordo.

Antes de que os explote la cabeza, el propio Padial nos lo explica: “Queríamos ambientar la película en ese estado previo. Detallar aquello que no vas a ver. Pero en el fondo, el espectador puede imaginarse esa comedia con Berto gordo. Y eso genera un cruce de cables que a mí me gusta mucho”. “Me interesaba explorar los elementos que se pierden por el camino al hacer la película: los cromas, los personajes que interaccionan con la nada, los arneses, la estética del Making-of… yo veía ahí un filón cómico brutal en toda esa antesala digital. Consistía en reconvertir la fiebre del CGI en una comedia sobre vacíos”.

¿Podemos inscribirla dentro del metacine, del falso documental?

“Casi todo lo que hago se articula entre un juego raro entre lo que uno muestra y lo que es en realidad. En este caso yo definiría la película como una comedia de aspecto documental. En ella, hemos intentado crear una especie de proyecciones de nosotros mismos. Son como identidades tangenciales que hemos usado para proyectar nuestros deseos y nuestros miedos. Todo eso entronca con el juego psicológico y de psicoanálisis que me interesa. Con el psicodrama. Hemos puesto nuestros anhelos más profundos en esta película, pero desde una perspectiva cómica”.

"La etiqueta del post-humor aglutinar a un grupo de gente que iba por su lado, con sensibilidades diferentes, pero también con muchos puntos en común: la perversión de la comedia, reflexionar en torno a qué nos hace reír…”

¿Tenía algún tipo de presión al trabajar con un presupuesto mayor y de perder su esencia por el camino?

“Yo creo que uno al final es quién es. Creo que también es una de las conclusiones a las que llega la película, que en realidad es una especie de fábula sobre qué nos convierte en adultos. Nos convertimos en padres, tenemos que asumir roles en nuestro trabajo o en nuestra vida y puede que no nos encontremos del todo cómodos. Pero la conclusión es que uno es quien es. Yo tengo mis intereses, y no me veo haciendo una película romántica ni una de terror para Filmax. Lo mío es el lenguaje documental que se adentra en territorios incómodos. Las cosas que me hacen reír están basadas en la incomodidad, en las debilidades psicológicas, en los procesos personales o creativos que se tuercen, en las neurosis. En el fondo, me gustaría hacer una peli normal, pero cuando pienso en poner la cámara de una manera convencional para hacer un plano normal, me entran ganas de vomitar”.

¿Crees que la etiqueta del post-humor continúa estando vigente?

“Parecía un homeless a punto de morir y cuando estaba ya en la camilla se despierta y dice: no, si estoy perfectamente. Yo estoy muy agradecido porque esa etiqueta nos sirvió para abrirnos muchas puertas. También para aglutinar a un grupo de gente que iba por su lado, con sensibilidades diferentes, pero también con muchos puntos en común: la perversión de la comedia, reflexionar en torno a qué nos hace reír…”

“No creo que Algo muy gordo sea una película de post-humor, pero no me parece mal que alguien lo quiera ver así. Cuando pienso en el post-humor me vienen a la cabeza cosas más experimentales, como lo que hacíamos en Go, Ibiza, Go!, o en La tumba de Bruce Lee, de Canódromo Abandonado. En realidad, Algo muy gordo, parte de una premisa mucho más sencilla: la de dos tipos que intentan hacer algo que les sale mal”.

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