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La impresentable pataleta de Fognini

El número 26 del mundo acabó insultando con un "puta chupapollas" a la jueza de silla en su primer y último partido en el US Open

Isabel Valdés

"Troia bocchinara", le dijo este pasado miércoles Fabio Fognini a la jueza de silla durante su primer partido en el US Open contra Stefano Travaglia, y último, porque perdió en cuatro sets. "Troia bocchinara", en italiano, es "puta chupapollas" en castellano. Así, Fognini pasó a engrosar la lista de deportistas que quizás olviden que millones de personas los observan mientras escupen lindezas como esta. 

El número 26 en la ATP, nervioso porque veía que su compatriota (144 en la lista) lo arrinconaba de manera rotunda, protestó una de las decisiones de la jueza y acabó insultándola en italiano. Ella, que no lo escuchó, no puso sanción alguna y el partido continuó. En Fognini, los reproches y las quejas cuando el partido no va por dónde a él le gustaría no son raras —ahí quedó el "no me rompas los huevos" a Nadal en 2015—, sin embargo, el punto en esta ocasión es que quien tenía enfrente no era otro tenista, ni un hombre sobre la silla, sino una mujer; y la elección del improperio no fue neutral.

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Las palabras que instintivamente escogió Fognini —que se disculpó después en su cuenta de Twitter— son reflejo de un machismo casi automático, no solo en el tenis, sino en el deporte (y en cualquier ámbito). Las asociaciones inmediatas al insultar con palabras como "puta", y otras referencias carnales, son tan comunes que pueden pasar incluso desapercibidas, pero arrastran toda una historia de menosprecio, machismo y sexualización de la mujer en el lenguaje que está siendo difícil exterminar.

Hace un par de años, María Irazusta invitó al debate en Eso lo será tu madre (Espasa, 2015), una biblia del insulto que incidía sobre la necesidad de reflexionar cuando se ofende al sexo femenino porque, por lo general, se eligen (voluntaria o involuntariamente) palabras que prolongan esa discriminación, a la que no le hace falta la ayuda del lenguaje para campar de vez en cuando a sus anchas en grandes eventos como ocurrió este miércoles en el último Grand Slam del año; o en la pasada edición de Roland Garros con Maxime Hamou y Maly Thomas, periodista de Eurosport Francia; o en el US Open en 2008, cuando también a una jueza de silla David Ferrer, incontrolable en su soliloquio, le dijo "es normal, tú eres una chica. Las chicas no pueden hacer nada, nada". 

El alcance de público de eventos deportivos como un Grand Slam provoca que la crítica y la reprobación a actitudes tan lamentables como esta sea mayor y pueda servir como punta de lanza (aunque acabe siendo breve en el maremágnum informativo) para avanzar un poco más en la educación lingüística y social que a veces parece que no ha terminado ni de quitarse el pañal. El lenguaje, eso que usamos diariamente para relacionarnos con el resto del mundo, debería servir para reducir brechas, para avanzar en una igualdad semántica que no se limite a buscar términos femeninos para conceptos históricamente masculinos y para que "zorra" no tenga nada que ver con el número de hombres con el que una mujer se acuesta ni el gusto o disgusto por las felaciones sea objeto de insulto.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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