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Porque lo digo yo
Columna
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Verano italiano

En España se hace lo que sea por parecer moderno. En Roma es todo un poco antiguo

GETTY IMAGES
Íñigo Domínguez

Apenas uno se va de Madrid al extranjero siente una sensación de frescor, porque deja de ver tanta gente con barba, que da mucho calor. Por ahí no es tan normal, no se crean. En Italia los contrastes son mayores porque te vas de un país, el nuestro, que hace lo que sea por parecer moderno y se desinteresa del pasado, salvo para criticarlo, a otro que desconfía de la modernidad y siempre tiene presente el pasado, para quitarle importancia al futuro. En Roma es todo un poco antiguo: en el autobús ni la mitad de la gente está mirando el móvil. En la playa pasa el vendedor de periódicos y, es más, la gente se lo compra. En uno leí la noticia de una evasión en la cárcel de Civitavecchia. ¿Adivinan cómo? Se fugaron dos haciendo un nudo con las sábanas. He visto carteles de Albano y Romina Power. En fin, me gusta que parezca que estás en los setenta.

Pero también en Italia, que tuvo su esplendor hace tiempo, siempre me pregunto si en España estaremos así dentro de veinte años. Imaginen, quedarnos parados en 2017. Aunque a lo mejor estamos detenidos ya en 2008 o así y aún no lo sabemos. Italia, tan desastrada, puede ser un espejo de cómo llega la decadencia cuando uno no se anda con cuidado. Cuando robar el dinero público se cronifique de tal modo que parezca tonto el último, y las autovías se caigan a cachos, y esas arquitecturas tan vanguardistas sean artefactos desfasados, y en el poder sigan los mismos, o sus hijos. Pero se lo toman de modo muy epicúreo. Es un país de viejos donde los adultos se comportan como niños. Busqué el dato político clave y no me decepcionó: en cuatro años han cambiado de grupo 324 parlamentarios, con 502 movimientos tránsfugas, porque muchos lo han hecho varias veces. Es un nuevo récord. Tienen una irreverencia a las reglas y las estructuras que es arrebatadora. Y en qué van a creer si al final están salvando ellos solos a media humanidad en el Mediterráneo. Flotando en la relatividad, ya completamente relajado, empiezas a pensar como ellos. Así que, ahí voy: ¿cuándo van a dejar de poner en España esas multas absurdas por ir a 80 donde se debe ir a 70, o a 130 por donde se va a 120, si son solo 10 kilómetros por hora más que no van a ningún lado? Qué falta de humanidad, de mundo, de piedad, confundir la justicia con la aplicación obtusa de la ley.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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