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Era el Rey Midas de Hollywood, pero Steven Spielberg demostró que, en el mundo del videojuego, era poco más que un palafrenero. Al rebufo del fantástico éxito de su filme E.T. El extraterrestre, Spielberg decidió sacar una aventura para la consola Atari 2600 en las Navidades de 1982. Se trataba de ayudar a E.T. a hacer una llamada a su caaaaaasaaaaa, pero los gráficos eran tan pedestres y estaba tan mal diseñado que el extraterrestre arrugado se tenía que quedar con nosotros. La mayoría de los cartuchos acabaron, literalmente, en el vertedero de Atari, que no es un vertedero cualquiera, sino un vertedero que hay en Alamogordo.
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15 pruebas de que incluso los mejores han fracasado al menos una vez

Por prisas, dinero o falta de inspiración, hasta los grandes genios han metido la pata

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