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Porque lo digo yo
Columna
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Hipocresía

Con los políticos, como les despreciamos y raramente nos representan, nos da igual lo que hagan

La imagen de la ficha policial de Tiger Woods.
La imagen de la ficha policial de Tiger Woods.HANDOUT (REUTERS)
Íñigo Domínguez

Han pillado al pobre Tiger Woods perjudicado al volante y le han cascado la foto con cara de presidiario en comisaría. Y ya dicen que si está acabado, hay que ver este chico, ayayay. El puritanismo conlleva la pena del escarnio, que cualquiera con un desliz y mala suerte ha pagado mundialmente, como Hugh Grant. Woods tiene en la foto esa cara de empanado de tus amigos en sus momentos más memorables, lo que pasa es que en el caso de los famosos suele ser el peor de su carrera. La vida del deportista de élite debe de ser un latazo. Te machacas horas entrenándote —sí, se dice mejor así, no ‘entrenando’—, no puedes tomar jarabe para la tos para no dar positivo ni un copazo un día malo. Como les admiramos y encima creemos que representan un país no les pasamos ni una. En cambio, con los políticos, como les despreciamos y raramente nos representan, nos da igual lo que hagan. En este campo el récord de hipocresía de este año se está poniendo imposible. Lo más inverosímil que se ha visto es a Donald Trump y el rey de Arabia Saudí, país de referencia para fanáticos religiosos, inaugurando un centro para la lucha contra el extremismo, que es como si Kim Jong-un abriera una academia de peluquería. Será difícil superar esto. Tendría que ser algo brutal, no sé, que pillen al fiscal jefe español de Anticorrupción con fondos en Panamá. Y que encima no dimita. ¿Se lo imaginan qué fuerte? Me recuerda a un cura de mi colegio al que vieron por el barrio chino y se defendió diciendo que había que saber dónde está para no ir. Por cierto, a Tiger Woods le hicieron dos veces el test de alcoholemia y dio negativo. Que se los hagan a algunos de los otros, a ver qué sale. ¿Covfefe?

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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