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Nosotras, las enfermeras africanas Estos son los rostros de algunas de las trabajadoras que cada día se esfuerzan para cuidar de los enfermos en el continente, a pesar de la falta de recursos Angola. Ngirama Ponteciana (44 años). Con las manos apoyadas en los riñones, se queja del dolor de espalda. En el hospital materno infantil de Luanda en el que trabaja, lamenta, las camas son muy pequeñas y tiene que estar agachada todo el rato para cuidar de sus pacientes embarazadas. En el centro, además, falta material básico como guantes, lo que la expone cada día al riesgo de contraer enfermedades. Jose Cuevas Angola. María Francisca Bell Mbock Ngo (43 años). Trabaja en el mismo hospital de Luanda, la capital del país. Allí pasa más tiempo que en su casa. “En un día tengo que atender a unas 50 pacientes, son demasiadas”, explica. “A veces incluso tengo que trabajar 18 horas seguidas, porque no hay bastante personal para organizar turnos”. Su marido se queja de todo el tiempo que pasa en el centro de trabajo, pero es consciente de que su salario es indispensable para la familia. Jose Cuevas Lesoto. Ntsupi Eliza Mpholle (32 años). "Para ser enfermera, tienes que anteponer las necesidades de los demás a las tuyas", dice. Sin embargo, sostiene que los sueldos son muy bajos. El salario base en su sector ronda los 7.000 loti, unos 480 euros mensuales. Mpholle también es profesora en una escuela de enfermería. "Cuando sientes pasión por lo que haces, quieres transmitirla a los demás", asegura. Jose Cuevas Uganda. Joyce Lucy Atim (51 años). Lo que la empujó a ser enfermera y matrona fue al principio una razón totalmente estética, admite entre risas. “Veía a mi tía en uniforme y me parecía muy guapa. Pero un día, cuando tenía unos 10 años, fui a su centro de trabajo y vi una mujer llorando. Pensé: ‘Ojalá pudiera ayudarla”. Lleva 30 años entregada a los demás y hoy es la secretaria general del sindicato de enfermeras de su país. Jose Cuevas Kenia. Esther Nderitu (55 años). Uno de sus primeros recuerdos está vinculado con la imagen de su madre, postrada en la cama, enferma. La voluntad de ayudar a los que sufren la llevó a ser enfermera, una profesión a la que se dedica desde hace más de 30 años. "Como enfermera me gustaría dar lo mejor de mí para los demás, pero soy consciente de que entregarse totalmente al trabajo significa restar atención a mi propia familia y a mí". Jose Cuevas Sudáfrica. Aletta Brown (59 años). Maria Luphondo (53 años).Vatiswa Makie (53 años). Las tres han sustituido los pasillos del hospital por despachos después de varias décadas de actividad. Makie echa de menos a los pacientes, por eso intenta seguir en contacto diario con ellos. "Me encanta mi profesión", asegura Brown. A pesar de todo, admite que a veces se siente frustrada. "Puede ser muy duro enfrentarse al sufrimiento, pero hay que centrarse en lo positivo". Jose Cuevas Ghana. Belinda Georgina Nortey (58 años). El trabajo en el departamento de nutrición de un hospital de Accra a veces la enfrenta a pruebas muy duras. "Cuando veo que un paciente no mejora pese a toda la ayuda que le ofrecemos, me pregunto si hice todo lo posible para él. Es difícil de aceptar, pero así es la vida", asegura. Jose Cuevas