‘Reality politik’
Con los políticos, empeñados en dar espectáculo en lugar de sabor al plato, puede ocurrir que se queden vestidos de cocineros y sin comensales
Así con k de okupa, que es como se meten en nuestras vidas y las colonizan sin piedad los unos y los otros, los realities y los políticos que no la política. Ambos tienen efectos adictivos y me inclino a pensar que tiene que ver con que son muestrario catódico de todo lo bueno y malo de la condición humana. Díganme sino porqué la final de un concurso de cocineros como Top Chef me tuvo hasta casi las dos de la madrugada sin poder apretar el botón de off del mando. Allí estaba Víctor Gutiérrez peruano-salmantino con una estrella Michelin y Rakel Cernicharo, chef con restaurante pero sin estrella. Frente a mis ojos batallaba la calma estratega del que se sabe o supone superior y la inseguridad apasionada de quien quiere llegar y no se cree a sí mismo. Para completar el triángulo solo faltó un tercero que no profesara por ninguno y fuera simplemente a lo suyo para deleite del respetable.
“No sabe cocinar, sólo monta platos”, dijo uno. “Mira lo que ha hecho, es buenísimo. No tengo ninguna posibilidad”, dijo la otra. Pero su opinión no llegaba ni a categoría de actor secundario en la escena final. Allí estaba el público que en una cata a ciegas apostó por el condimento y no olió las condecoraciones. Ganó Rakel, incrédula y exultante. Perdió Víctor, descolocado y receloso.
Con la soberbia de los políticos, empeñados en dar espectáculo en lugar de sabor al plato, puede ocurrir lo mismo. Obstinados en mostrar músculo, a lo mejor olvidan que la última palabra la tienen los comensales. Cuidado no se queden vestidos de cocineros y sin clientes en la mesa.
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