La última portada de The Jesus and Mary Chain y otros posibles plagios de discos
La imagen de la sopa de letras de la banda escocesa es muy similar a otra publicada por The Mentalettes en 2014. Repasamos otras curiosas confluencias
La noticia cayó como un bombazo: The Jesus and Mary Chain publicaban nuevo álbum; el primero tras 18 años de silencio discográfico. La mítica banda escocesa, engrandecida con los años gracias a obras maestras como Psychocandy y Honey’s Dead, volvían al ruedo. Damage and Joy salió a la venta este mes, colmando en mayor o menor medida las expectativas formadas en torno a uno de los acontecimientos musicales del año. Pero las canciones del séptimo álbum de estudio de los hermanos Reid no han sido el único punto a debate. La fotografía de la portada, que reproduce una sopa de letras componiendo el título del LP, ha despertado una pequeña polémica.
La cantante de la banda de punk Zelators, Silvia Llorente, pedía opinión a sus seguidores en Facebook: “¿Qué pensáis de esta portada que ha sacado The Jesus and Mary Chain y la del último disco que publicamos The Mentalettes en 2014? ¿Coincidencia? ¿Copia? ¿Extraterrestres?”. A muchos les pareció una copia, a otros mera casualidad, y después alguien sacó a colación el disco Soup, publicado por Blind Melon en 1995. Misterio.
"Aunque en la de The Jesus and Mary Chain no aparece la cuchara, el concepto, la perspectiva, el color y el enfoque son casualmente muy parecidos. Estamos muy sorprendidas"
“La portada es obra de Teresia Alfredsson, una de las cantantes de la banda –nos cuenta Silvia Llorente-. Hizo la foto y el diseño ella misma, en su casa. Aunque en la de The Jesus and Mary Chain no aparece la cuchara, el concepto, la perspectiva, el color y el enfoque son casualmente muy parecidos. Estamos muy sorprendidas” ¿Qué teoría barajas? “Creo que es posible tanto que sea una copia como una casualidad. Estamos expuestos a muchísimas imágenes y estímulos visuales diariamente. La mente puede crear un gran archivo, y un día puede venirte la inspiración con alguna de esas imágenes que tu cerebro guardó hace años, sin que seas consciente de ello. Lo hablo mucho con mi novio, que es pintor y diseñador”, apunta. “Nos gustaría contactar con la persona que lo ha diseñado para ver qué nos cuenta. Por pura curiosidad. La verdad es que si fuera un plagio nos sentiríamos muy halagados”.
No es del todo descabellado pensar que el autor de la fotografía -que según los créditos que nos ha facilitado Warner pertenecería a Rachel Willett, aunque Jim Reid asegura en Pitchfork haberla realizado él mismo- se haya topado en algún momento con la portada de The Mentalettes.
Ya desaparecida, esta banda formada en Berlín en 2010 llegó a recabar cierta fama mediante una fórmula que recuperaba la tradición perdida de las girl bands de los sesenta. Compuesta por cuatro chicos y tres chicas de seis nacionalidades distintas, The Mentalettes publicó un single -“Fine, fine, fine”- que se hizo muy popular en los circuitos sixties. Jon Spencer Blues Explosion les escogió para realizar dos giras europeas. Dos años después, se disolvieron.
¿Copia, homenaje o confluencia inconsciente?
Este no es más que el último ejemplo de la larguísima saga de portadas mellizas que recorre la historia de la música desde la segunda mitad del siglo XX. A veces no es fácil discernir entre un homenaje, un misterioso caso de confluencia creativa inconsciente y un plagio mondo y lirondo. Pensemos sino en el quinto recopilatorio de Elvis ‘s Gold Records publicado por RCA en 1959 y el Body wishes (1983) de Rod Stewart. La verdad es que no se entiende ni el homenaje ni la copia (¿acaso no había mejores diseños para fusilar?). Pero la similitud habla por sí misma. Lo mismo con el de 100,000,000 Bon Jovi Fans Can't Be Wrong.
Podríamos justificar como un sincero tributo el enorme parecido entre el juego tipográfico de la portada de Internal Wrangler (2000), disco firmado por la banda indie Clinic, y el que se observamos en Ornette (1961), del maestro del jazz Ornette Coleman. En la misma línea, podríamos considerar que el split de Jejune y Jimmy Eat World, publicado en 1997, rendía homenaje a The Eminent, del trombonista de jazz de los años cuarenta Jay Jay Johnson. Lo mismo que hizo el músico experimental japonés Boris en Akuma No Uta (2003) con el clásico de Nick Drake Bryter Layter (1970). También es razonable pensar que la portada del álbum azul de Weezer (1994) se reflejaba deliberadamente en el Crazy Rhythms (1980) de The Feelies (ambos se han convertido hoy en día en discos de culto).
Mucho más sospechosa resulta la comparación entre el Zonoscope (2011) de la banda australiana Cut Copy y el más bien olvidado Flying the Flag (1980), de la los británicos Climax Blues Band. Esa catarata brotando desde el Empire State Building huele a chamusquina. Tampoco parece fruto de la casualidad la decisión de la banda portuguesa Sam Alone & The Gravediggers de elegir para Youth in the dark (2012) exactamente la misma fotografía de chicos malos de arrabal que aparecía en Everyone who pretend to like me is gone (2002) de The Walkmen.
La primera acometida en solitario del ex-One Direction, Zayn Malik, -Mind of mine (2016)- también ha llamado la atención por motivos obvios. Colocar en la portada a un niño (él mismo, en realidad) plagado de tatuajes carcelarios ha sido una jugada arriesgada. Al rapero Lil Wayne se le ocurrió hace diez años, y mucha gente lo sabe. Y a Notorious B.I.G. en 1994 con Ready to Die.
Al parecer, la banda de brit pop The Bluetones creó escuela en 1996 con el pavo real que aparecía en su álbum de debut, Expecting to fly. No sabemos cómo ni por qué, pero ese mismo motivo, con la misma gama cromática, se reproduce tanto en Welcome to the present (2015), del artista canadiense de música de baile Blond:ish, como en Sorceress (2016), de la banda de heavy metal Opeth. Este mismo año, el grupo de pop Toothless debutaba con The Pace of Passing, cuyo arte gráfico -una ilustración basada en la proyección cenital de sombras de un grupo de personajes- remite inevitablemente al Absolution (2003) de Muse. Probablemente sea el único punto tangencial que comparten ambas formaciones.
La lista de ejemplos podría ocupar una decena de artículos como este, lo que no deja de ser sorprendente. Quitando los homenajes y los enigmas del azar, ¿de verdad alguien piensa que un plagio puede pasar la prueba de Google en pleno siglo XXI?
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