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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aznar vuelve a dividir

El expresidente consuma su trayectoria de enfrentamientos rompiendo con Rajoy

Frío encuentro de Rajoy y Aznar en el cumpleaños de Vargas Llosa.
Frío encuentro de Rajoy y Aznar en el cumpleaños de Vargas Llosa. EL PAÍS

José María Aznar ha sido el político de la época democrática que más fracturas ha provocado entre los españoles, tanto en su tiempo de jefe de la oposición como al frente del Gobierno. Ahora azuza la división en el seno del Partido Popular, después de haber dedicado buen número de críticas a Mariano Rajoy, el presidente ejecutivo del PP y jefe del Gobierno. Tras haber ejercido como presidente de honor durante 12 años, era difícil que la coincidencia de caracteres fuertes en la cumbre del partido terminara bien, aunque no hasta el punto de justificar la dimisión en la necesidad de defender la “independencia” de la fundación FAES.

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Siempre calculador, Aznar no ha ahorrado a Rajoy ni el mal gesto de renunciar por carta, añadiendo una llamada telefónica al presidente del Gobierno cuando este se encontraba en Nueva York, al frente del Consejo de Seguridad de la ONU. Dice que seguirá militando, pero resalta que no acudirá al congreso del PP tras haber participado en todos los celebrados desde 1979. Al margen de que se expresa ambiguamente sobre las fechas —el PP existe desde 1989, aunque proviene de Alianza Popular—, es evidente que intenta adornar la trascendencia de su decisión rupturista.

No debemos especular sobre las verdaderas razones del dimisionario, pero su entorno se encarga de describir lo que tiene las trazas de un proyecto populista. En un artículo publicado en mayo (Un partido de cobardes es un Partido Perdedor) por personas consideradas próximas, se acusaba a Rajoy de cortoplacista, de no sustentar ideas auténticas y de practicar la política del miedo. Calificaban de siniestro el éxito de Podemos, pero sostenían que, como aquel, hay que apoyarse en una mezcolanza de movimientos sociales —entre los que citaban activistas provida, víctimas del terrorismo, asociaciones cívicas, laboratorios de ideas, clubes de empresarios— como único modo de construir una alternativa. O sea, un movimiento contrarreformista basado en las ideas simples de más patria, más iglesia, más orden. Otra partidaria de Aznar nos iluminaba ayer al asegurar que la libertad del líder no debe presagiar una nueva extrema derecha, sino la vuelta al “primer Sarkozy”, en alusión al dirigente que se ha visto espectacularmente derrotado en el intento de volver a encabezar la candidatura electoral de la derecha francesa.

Aznar mantuvo su palabra al renunciar a un tercer mandato cuando había prometido quedarse solo ocho años en La Moncloa. Sin embargo, desde que salió del poder no ha encontrado su sitio ni su papel. La última crítica de FAES al intento de diálogo del Gobierno con las autoridades catalanas significa ignorar los pactos de Aznar con Jordi Pujol, en quien se apoyó para sostener un Gobierno minoritario desde 1996 hasta principios de 2000. Una de sus consecuencias fue la consagración de la inmersión lingüística deseada por el entonces presidente de la Generalitat, entre otros aspectos.

A diferencia de distintos partidos extremistas y populistas de Europa, Aznar no necesita recurrir a la xenofobia para erigirse en el gran defensor de la identidad española: ya tiene a los catalanes.

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