Lo vemos venir

El atracón de las navidades.

¡Qué lejos quedan los tiempos en que había que hacer cola para entrar en el Loewe de Serrano! En diciembre no se podía ni dar un paso, oiga, ni que regalaran los bolsos Amazonas y las agendas. La crisis acabó con las aglomeraciones pre felices fiestas en las tiendas de lujo y los móviles, con las agendas de piel. Pero ahí sigue la costumbre de regalar y recibir regalos. Al calor (o frío) de la crisis han brotado nuevas maneras de cumplir con el ritual del presente navideño. Como decían las abuelas, no hay mal que por bien no venga…

El fenómeno pop up.

Después de las lluvias del mes de noviembre, aparecen las pop up stores: tiendas efímeras que brotan cual setas. Se reproducen-multiplican en chats de teléfono móvil en lugar de por esporas y se dan en dos modalidades: la más casera, con artículos que amigos viajeros venden en sus casas —ojo, Montoro, saltándose IVAs y otros impuestos a la torera— y la oficial, un conjunto de marcas que bajo un mismo espacio atípico proponen precios con descuentos atractivos. Podría darles unas cuantas direcciones pero ni falta que hace. Miren su WhatsApp.

Consumo responsable.

Pero, ¿adónde vamos con tanta compra por imperativo comercial? Sí, ya sabemos que hay que reactivar el consumo, pero, démosle una vuelta. Hace tiempo que se puso de moda entre ciertos ambientes renunciar a los regalos de boda y de cumpleaños en beneficio de alguna causa noble identificada con su cuenta corriente. Pero llegan las Navidades y ala, ancha es Castilla. ¿Adónde vamos? ¿Cuánto es suficiente? Si este tipo de cuestiones le inquietan, regálese el libro del mismo título, de Robert y Edward Skidelsky, editado en español por Crítica en el 2012. Ya tenemos suficiente. Es tiempo de concentrarse en lo que de verdad nos dará una vida mejor: la amistad, el conocimiento, más tiempo libre. Todo gratis y de venta en ningún sitio.