Nuevas mentiras

Hace unos años una empresa de alimentación llevó a cabo una encuesta en la que preguntaba a hombres y mujeres cuál era su comida favorita. Entre ellos la respuesta mayoritaria fue el filete; entre ellas, la ensalada. Parecía que habían comido tantas que, al final, se habían convencido de que era su alimento preferido. Si el estudio se repitiera hoy los resultados entre hombres y mujeres estarían más equiparados. La ensalada arrasaría sin distinguir género.

No por nada los productos dedicados a los hombres hoy tienen casi todos el mismo target, que no es otro que ese señor ideal de clase media alta que votaría a otros partidos pero le da susto que lo que dicen terminen haciéndolo, que igual es gay pero no ha encontrado el momento para decírselo a su esposa. Mientras se decide, se comprará otro abrigo. Por su parte, los productos dedicados al sector femenino se conciben para mujeres tan identificadas con el mensaje feminista de Beyoncé que se van a comprar la camiseta. Dejarán que la planche la mucama.

La mayoría de la gente no es así, pero el sistema está armado pensando en que hay suficientes así para sostenerlo, apoyados, claro, por los que no son así pero han ahorrado para poder serlo dos veces al año, o incluso los que jamás lo serán pero admiran a los que sí lo son. Hasta el martes, uno pensaba que esta enorme mascarada era suficiente para que las cosas siguieren yendo, al menos, igual de mal. Pues no. Existe un numeroso y organizado grupo nuevo con ideas viejas, uno que piensa que este show sería más eficaz escondiendo a los gais y deportando a las mucamas. Toca buscar mentiras nuevas.