_
_
_
_

Por qué el disco más caro del mundo está en manos del hombre más odiado

Qué trama el polémico empresario farmacéutico al pagar 1,7 millones de euros por un disco que no ha escuchado nadie

Martin Shkreli declarando en Washington después de incrementar el fármaco Daraprim un 5.000 %. Fue el pasado 4 de febrero.Vídeo: Cordon

Un villano. Una banda de raperos. Conspiraciones farmacéuticas. Una caja fuerte secreta en Marrakech. Hillary Clinton y Donald Trump poniéndose por primera vez de acuerdo en algo. El misterio que rodea el lanzamiento del último disco del grupo Wu-Tang Clan es un fascinante thriller. Entre otras cosas, porque el único ejemplar ha acabado en manos del que, según acuñó la BBC, es el tipo más odiado del mundo, Martin Shkreli, un polémico empresario que compró la patente del fármaco que trata el sida y otras enfermedades y aumentó su precio un 5.000 %: una pastilla costaba 12 euros y ahora llega a los 672 euros. Como colofón, esta historia tiene su parte de frustración: la mayoría de nosotros no estaremos vivos para presenciar cómo se resuelve la intriga, cuyo desenlace no tendrá lugar hasta el año 2103.

Todo empieza por culpa de un enemigo muy recurrente en estos tiempos: la piratería. Harto de que la piratería haya destruido el valor de la música, el líder de la legendaria banda de rap neoyorquina Wu-Tang Clan decidió grabar un último disco y convertirlo en el álbum más preciado –literal y metafóricamente– de la historia de la música. Robert Diggs (Nueva York, 47 años), cuyo nombre artístico es RZA, dirige la banda como un dictador, sin que nadie cuestione su autoridad, en sus propias palabras. Su mezcla de pistas, voces y efectos, con letras callejeras que mezclaban referencias a las artes marciales con máximas del movimiento Five Per Cent Nation (uno de los grupos por la lucha afroamericana más polémicos), siguen influyendo a los mejores raperos actuales, como Drake o Kanye West. Tras explotar la marca Wu-Tang (incluyendo la producción de nuevos raperos, una línea de ropa y hasta una peluquería) y dar tumbos artísticos y personales durante años, el disco Once upon a time in Shaolin es una despedida a lo grande para los Wu-Tang Clan: solo existe una copia editada, que permanecerá oculta durante 88 años.

El objetivo de  Martin Shkreli era comprar la patente de medicamentos para enfermedades minoritarias y mejorar su efectividad, lo cual podría haberle convertido en un héroe, pero la historia no acaba aquí. Martin tramaba un maléfico plan

La edición del álbum es exquisita. Un doble CD con 31 canciones, gestado durante 6 años y acompañado de un libro de 174 páginas encuadernado en piel. Ambos tesoros van metidos en una caja diseñada por un artista marroquí. En la ciudad de Marrakech fue donde, custodiado en una caja fuerte, el disco y el libro esperaban encontrar comprador: la única edición de Once upon a time in Shaolin sería subastada al mejor postor. Los interesados, junto a unos afortunados fans que ganaron un concurso, pudieron escuchar 13 minutos del álbum en una sala privada del MoMA (el museo de arte moderno de Nueva York), en una experiencia que el propio Diggs definió como "un concierto de Mozart", comparando Once upon a time in Shaolin con la Mona Lisa. Los críticos asistentes se mostraron entusiasmados con esos 13 minutos, en los que las bases de hip-hop electrónico se fundían con voces pregrabadas como la de Cher. Las críticas fueron tan efusivas que Once upon a time in Shaolin se coronó como el álbum del momento mejor considerado por los expertos, tras ponderar las críticas publicadas en medios especializados.

Los fans de la banda se mostraron indignados por esta iniciativa, aunque Robert Diggs defendía que es "lo opuesto al elitismo". Técnicamente, Diggs dice la verdad: el larguísimo contrato que el comprador debía firmar estipulaba que, durante esos 88 años, no estaba autorizado a comercializar el disco, pero sí podía publicarlo gratuitamente si así lo deseaba. Esa era la intención del Kickstarter promovido por fans de Wu-Tang Clan, con el que pretendían comprar el disco y compartirlo con el mundo entero. Desgraciadamente, los escasos 14.000 euros que recaudaron no pudieron competir con los ¡dos millones de dólares! (1,7 millones de euros) que pagó el ganador de la subasta: un desalmado que, como el buen villano de cómic que es, no tiene la menor intención de compartir el preciado tesoro musical. Es, de lejos, el disco más valorado de la historia. El segundo puesto lo ocupa un ejemplar personal de Ringo Starr del primer disco de su grupo, los Beatles, con el número de copia 0000001. Una joya que, sin embargo, se vendió por 790.000 dólares (704.000 euros), muy alejado de los dos millones que desembolsó Martin Shkreli por el de Wu-Tang Clan.

RZA, líder de the Wu-Tang Clan, en una actuación durante en el festival de Coachella (Indio, California) en abril de 2013.
RZA, líder de the Wu-Tang Clan, en una actuación durante en el festival de Coachella (Indio, California) en abril de 2013.Cordon

Se dijo que el comprador misterioso era Quentin Tarantino. La casa de subastas Paddle8 se mantuvo firme al respetar su anonimato. Sin embargo, el comprador en cuestión es el tipo con más ganas de llamar la atención del planeta, Martin Shkreli. En un asombroso giro de los acontecimientos, la única copia de Once upon a time in Shaolin acumula polvo –Shkreli todavía no lo ha escuchado, y lo compró en noviembre del año pasado– en casa del hombre más odiado del mundo, título con el que le bautizó la BBC y que él parece disfrutar con cierta perversión.

Martin Shkreli (Nueva York, 33 años) nació el 1 de abril, día de los inocentes en Estados Unidos, en una familia de inmigrantes albaneses. Sus padres trabajaban como bedeles, pero él tenía otros planes: a los 19 años se graduó en la universidad y fundó diversas compañías farmacéuticas. Su objetivo era comprar la patente de medicamentos para enfermedades minoritarias y mejorar su efectividad, lo cual podría haberle convertido en un héroe y un salvador, pero la historia no acaba aquí. Martin tramaba un maléfico plan.

Como parte del acuerdo, Martin Shkreli y Robert 'RZA' Diggs fueron a comer juntos. Cuando Diggs le ofreció a Shkreli escuchar más canciones del disco antes de formalizar la compra, este le respondió que su asistente los escucharía. Él no tenía tiempo

Shkreli subió el precio de Daraprim, un medicamento que trata la toxoplasmosis (infección parasitaria que afecta a sistemas inmunológicos debilitados como los de las embarazadas o los enfermos de sida), de 12 euros la pastilla a 672. Este aumento del 5.000 % en el precio de un medicamento es una práctica habitual en la industria farmacéutica, porque al tratarse siempre de enfermedades de nicho el escándalo nunca trasciende: la mayor parte de la población ni se entera. Pero esta vez sí, y no ha sido casualidad. El carácter excéntrico y arrogante de Shkreli le convertía en un villano perfecto para la prensa y para que los políticos se hicieran los héroes. Hillary Clinton tuiteó que como presidenta eliminará las leyes que amparan estas prácticas. Si una compañía quisiera reproducir Daraprim y venderlo de nuevo a 12 euros, no podría, porque Shkreli tiene exclusividad sobre el producto y puede hacer lo que quiera con él. Por su parte, Donald Trump dijo que Shkreli "tiene pinta de un niñato malcriado".

A Martin Shkreli le dio pena este ataque. "Mis padres eran bedeles; él [Trump] heredó todo su dinero", comparó, "que le jodan. Y yo que creía que íbamos a ser amigos". Cuando Shkreli se convirtió en una herramienta política (al fin y al cabo, sus prácticas llevan años sucediendo en la industria farmacéutica), la prensa se volvió loca por él. Su defensa parecía sacada de El lobo de Wall Street: "Mi trabajo es maximizar los beneficios de mis inversores. Es como si criticaran a un jugador de baloncesto por encestar demasiados puntos". Cuanto más violentas eran las reacciones en redes sociales (que le definían como "un sociópata en bancarrota moral" o "todo lo que está mal en el capitalismo"), más arriba se venía él, asegurando que debería haber subido el precio más aún. Cuando le preguntaron si se arrepentía, Shkreli miró a la cámara, sonrió y dijo: "No".

Martin Shkreli tras una de sus vistas en el Tribunal Federal de Estados Unidos, en Nueva York, en diciembre de 2015,
Martin Shkreli tras una de sus vistas en el Tribunal Federal de Estados Unidos, en Nueva York, en diciembre de 2015,Cordon

A Martin le gustan las metáforas. Estas fueron algunas de las explicaciones que dio: "[Daraprim] era hasta ahora como vender un Aston Martin al precio de una bicicleta" o "la entrada de Disneylandia ha subido de 3 euros 95 en los últimos 45 años". Ante la ola de odio, prometió bajar el precio de Daraprim. Cuatro meses después aún no lo ha hecho. Martin Shkreli parece disfrutar con esta atención mediática y responde a las críticas en Twitter con letras de Eminem.

No cabe duda de que le gusta la música. Entre sus excéntricas posesiones (que incluyen una máquina Enigma original diseñada por Alan Turing) está la tarjeta de crédito de Kurt Cobain. En la última fiesta de Navidad de su empresa, Turing Pharma, Shkreli contrató al grupo de rap Fetty Warp. "Muchos se sorprenden de que hayan accedido a venir", explicaba Shkreli, "pero por precio adecuado, esta gente hará lo que sea".

Y por dos millones, Martin Shkreli es el dueño de la única copia que existe del disco mejor valorado de la historia. Wu-Tang Clan quiso ocultar por todos los medios la identidad del comprador de Once upon a time in Shaolin. Incluso publicaron un comunicado en el que aclaraban que cuando Shkreli compró el álbum, aún no se había convertido en el monstruo mediático que es hoy. Shkreli respondió a la indignación de los fans con un argumento tramposo, pero irrebatible: "No sé de qué se quejan: nadie compró el último disco [de Wu-Tang Clan], ni el anterior, y costaban 10 dólares". Como parte del acuerdo, Martin Shkreli y el líder de Wu-Tang Clan, RZA, fueron a comer juntos, y según el empresario no tuvieron mucho de lo que hablar. Cuando RZA le ofreció a Shkreli escuchar más canciones del disco antes de formalizar la compra, este le respondió que su asistente los escucharía en su lugar porque él no tenía tiempo.

Apodado por los medios americanos como el "Pharma Bro" (que podría traducirse como "el farma-cuñado"), a Martin Shkreli le encanta que le hagan caso. Mucho caso. Y tiene el dinero suficiente para conseguirlo, mediante prácticas tan moralmente cuestionables como legales, en realidad. Él dice que aunque mucha gente le odie, también tiene fans que le piden autógrafos y selfies.

Shkreli parece un malo de película de otra época, de los que acarician gatitos en su regazo y se ríen a carcajadas ante un mapa mundi, pero a la vez es el primer villano millennial. Quizá ese sea su plan de dominación mundial: quitarnos las medicinas y la música.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_