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Claves para evitar ahogamientos este verano

Cada año mueren decenas de niños en España por un despiste de los adultos

Campaña de seguridad infantil en piscinas de Abresud.

Puede ser una inoportuna llamada de teléfono, la comida que se quema en la barbacoa o una breve siesta al sol… Apenas 30 segundos de distracción son suficientes para que un menor muera ahogado y aparezca en el fondo de la piscina. Son las llamadas “muertes silenciosas” porque los pequeños no gritan, ni lloran ni les da tiempo a pedir ayuda porque sus vías respiratorias se colapsan. Cada verano se multiplican los casos de menores ahogados en medios acuáticos por un despiste de los adultos que estaban a su cargo.

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El reciente Informe de Ahogamientos 2013-2015 elaborado por la Escuela Segoviana de Socorrismo (ESS) y la Asociación Española de Técnicos de Salvamento Acuático y Socorrismo (AETSAS) advierte de la elevada mortalidad infantil en entornos acuáticos que se podría evitar con una mayor vigilancia familiar. Los expertos señalan que el ahogamiento es una de las principales causas de muerte accidental de niños entre 5 y 14 años en el mundo y que la probabilidad de que un niño fallezca ahogado se incrementa entre los 12 meses y los 4 años, cuando empiezan a caminar y desenvolverse solos y los adultos relajan la vigilancia.

En España, el 23% de los incidentes infantiles y el 38% de las muertes de niños que se producen en piscinas domésticas tienen dos únicas causas perfectamente evitables: un fallo en la supervisión adulta o ausencia de sistemas de protección como vallados o cubiertas. Por orden de peligrosidad, los incidentes donde se vieron implicados menores de 14 años se dieron en piscinas privadas, ríos y canales, piscinas públicas, piscinas de complejos hoteleros y piscinas de urbanizaciones sin vigilancia. Entre 2013 y 2015 se produjeron 70 ahogamientos mortales en menores de 14 años y 80 ahogamientos no mortales con hospitalización. Porque el peligro no es solo que los niños mueran, sino que sufran lesiones cerebrales irreparables.

“Si el niño lleva varios minutos bajo el agua, el pronóstico es malo. Si los padres o adultos al cargo no saben hacer una RCP básica complica más la situación. El problema es el tiempo: en el momento en que nos falta oxígeno, cuando dejamos de respirar, tenemos un margen de dos a cinco minutos, ocho como mucho hasta que el cerebro se muere. Es la muerte cerebral por hipoxia. Esa es la razón por la que hay socorristas en piscinas y playas: para que puedan intervenir. De iniciar o no una reanimación básica a tiempo puede depender la vida de alguien. Por eso debería ser obligatorio asistir a cursos de RCP si tenemos un menor al cargo en un entorno acuático”, explica Luis Miguel Pascual, coordinador de la investigación sobre estos accidentes en la web Prevención de Ahogamientos.

Esta página se puso en marcha hace tres años con el objetivo de recopilar datos sobre la dimensión real del ahogamiento en España ante la falta de estadísticas y de campañas de prevención oficiales. El informe se elabora a partir de las noticias sobre incidentes acuáticos que aparecen en los medios de comunicación, servicios de emergencias y 112 de las Comunidades Autónomas, y como no se publican todos los casos, las cifras podrían ser más elevadas. “Uno de los motivos por los que empezamos este informe es porque los datos del INE llegan con dos años de retraso y no podemos esperar tanto para sacar conclusiones. No sirve de nada saber que han muerto X menores: necesitamos saber por qué, si fue en playa o piscina, si intervino algún equipo de salvamento o no, si presentaba patologías previas, si los padres sabían RCP, si la muerte sucedió posteriormente en el hospital, porque estas muertes solo aparecen después en las estadísticas… Necesitamos determinar cuál es el patrón para proponer pautas de prevención. Ahora estamos diseñando una app móvil para registrar cada incidente en medios acuáticos con todos esos detalles. Pero nosotros nos dedicamos al salvamento, no tenemos la capacidad para poner en marcha grandes campañas de prevención, y todavía no contamos con apoyo ni financiación para desarrollarlo”, afirma Pascual.

Muertes por hidrocución y atrapamiento

Uno de los mitos veraniegos es el llamado “corte de digestión”, que no es tal. Lo que existen son las hidrocuciones. Si disfrutamos de una mariscada y reposamos dos horas al sol, cuando entramos en el agua fría se da un choque térmico que fuerza una demanda brusca de riego sanguíneo que deja sin sangre al cerebro, lo que provoca una pérdida de consciencia que puede ser fatal en el agua. De nada habrían servido las dos supuestas horas de digestión. La única forma de evitar la hidrocución es entrar poco a poco en el agua para que el cuerpo se habitúe y evitar cambios bruscos de temperatura, haya o no comida de por medio.

Otro de los riesgos para menores y adultos son los atrapamientos en los drenajes de las piscinas, que pueden succionar el pelo largo, extremidades, camisetas holgadas o colgantes e incluso provocar evisceraciones. En las piscinas privadas (cuyas rejillas deberían tener agujeros inferiores a ocho milímetros), conviene que todos los adultos de la casa sepan dónde se encuentra el sistema de apagado eléctrico de la piscina y en caso de no saberlo, hay que colocar rápidamente un objeto entre el niño y el drenaje para bloquear la succión.

No sería la primera vez que una persona fallece por quedar atrapada en el fondo o sobrevive en estado vegetativo, como el caso de Flavia, cuyos cabellos fueron succionados por el sistema de drenaje de una piscina en São Paulo en 1998, a los 10 años de edad. Su familia lleva una década luchando para que se cree una Ley Federal para la Seguridad en las piscinas de Brasil que regule estos drenajes. En España tampoco existe una ley que lo controle: solo el Código Técnico de Edificación, en el Documento Básico de Seguridad, señala que “las tapas de los drenajes se construirán para evitar atrapamientos”, pero no concreta los milímetros reglamentarios.

“Hace seis años vivimos un caso en la piscina de Ferrol, donde una socorrista se metió en el agua para sacar un objeto y quedó succionada por un drenaje. Su compañera se percató y mientras cancelaban la succión mediante la anulación del motor, le estuvo haciendo el boca a boca bajo el agua, que es una técnica muy concreta que enseñamos en nuestros cursos de rescate. Por eso son recomendables los socorristas, porque salvan vidas. Contratar socorristas para playas o urbanizaciones no es un gasto, sino una inversión, como no es un gasto tener policías o bomberos. Estamos comprobando que en playas donde hay socorristas la probabilidad de sobrevivir a un ahogamiento se incrementa exponencialmente y la mayoría de los incidentes ocurren en espacios sin vigilancia”, explica el profesor José Palacios, experto en salvamento acuático y Coordinador del Grupo de Investigación en "Actividades Acuáticas y Socorrismo" de la Universidad de A Coruña. Dirigió el “Estudio sobre los ahogamientos y otros eventos de riesgo vital en el entorno acuático-marino” de la Fundación Mapfre, dónde también participaron ESS y AETSAS.

Cómo prevenir los ahogamientos

Según este experto, no solo las piscinas profundas son un riesgo, también las pequeñas hinchables. “Un menor necesita menos de seis centímetros de agua para ahogarse: las piscinas hinchables son un peligro si no estamos permanentemente vigilando o las tapamos con lonas y cuerdas para que no puedan caer en ella cuando no estamos pendientes. Incluso se deberían vaciar cada día, eso es lo más recomendable, también por la salubridad del agua”, añade.

Otras medidas que favorecen la prevención son los cursos de flotación y auto-rescate para bebés, que les enseñan a dar media vuelta en el agua si han quedado boca abajo y a esperar flotando a que algún adulto se dé cuenta, o las pulseras-alarma que propone Segurbaby, que avisan en cuanto el menor entra en contacto con el agua. Flotadores y manguitos son un peligro si no se utilizan bajo supervisión adulta constante, señalan los expertos. Solo los chalecos salvan vidas y ya circulan vídeos por la red de cómo un menor puede ahogarse con un flotador.

La Asociación Nacional de Seguridad Infantil advierte que cada verano fallecen en Europa 5.000 niños en piscinas. Propone un decálogo de medidas para evitarlo y su vicepresidenta, María Ángeles Miranda, recomienda siempre la vigilancia familiar: “El problema es que nos falta una cultura de prevención y seguridad y pensamos que nunca nos va a pasar. Pero pasa: hace poco un niño falleció ahogado mientras sus padres estaban durmiendo la siesta. La Ley Raffarin de Francia, que obliga a la instalación de vallas en todas las piscinas, ha conseguido reducir un 75% las muertes de menores por ahogamiento, pero en España no es obligatorio. Además de las vallas, las pulseras o los chalecos, los padres deberían ser conscientes de que no existe mejor flotador que sus brazos ni mayor protección que sus ojos”. Y añade: “Nos pasamos todo el año quejándonos porque no podemos conciliar y cuando llegan las vacaciones nos relajamos y no pasamos tanto tiempo con nuestros hijos como podríamos, en el agua y fuera de ella. Por un despiste puede morir un niño en entornos supuestamente controlados, porque ni los socorristas son niñeras ni pueden controlar a todo el mundo. No podemos olvidar que nadie mejor que los propios padres van a proteger a sus hijos”.

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