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Tentaciones

Soleá Morente: "Me siento involucrada en la catarsis que hay en el flamenco"

A la hija mediana de Enrique Morente no le asusta su apellido. Al contrario: sigue la senda de riesgo de su padre. Este verano mostrará su arte en festivales como el Ojeando y el BBK Live

Soleá Morente.
Soleá Morente.Rubén Vega.

Tiene todo el sentido que Soleá Morente (Madrid, 1985) confiese que quería estudiar traducción. Prácticamente desde la cuna, la hija mediana de Enrique Morente y Aurora Carbonell ha vivido entre varios mundos. De la tradición flamenca a la colisión de géneros que presenció de mano de su padre; de su Madrid natal a la Granada en la que se hizo adulta; del cante del Albaicín a la escena rock personificada en sus amigos Antonio Arias (Lagartija Nick) y Jota de Los Planetas; de la aparente timidez con la que posa para las fotos —"no soy modelo, aunque sé que esto forma parte de mi trabajo", asume poco después— a la intérprete volcánica en la que se convierte en el escenario. Mitad gitana, mitad paya, Soleá ha asumido toda esa experiencia como quien abre la ventana para que entre el fresco. Al final, se decantó por Filología Hispánica ("no me llegaba la nota, tenía un siete y pico", explica). Pero, más que parte del grupo-homenaje a su progenitor Los Evangelistas o autora de un disco de debut tan esperanzador en su unión de palos flamencos y rock independiente como Tendrá que haber un camino, Soleá es traductora.

"Hay mucha gente que no conoce el flamenco, no lo ha escuchado nunca o le parece ajeno. Y hay que facilitar el camino"

"Mi padre siempre me hablaba mucho del concepto de traducir la tradición", empieza a explicar para dejar claro que, al contrario de otros miembros de clanes artísticos, asume su apellido sin reparos ni conflictos de identidad. "Me parece muy interesante bajar las cosas del Olimpo y llevarlas a la actualidad. Hay mucha gente que no conoce el flamenco, no lo ha escuchado nunca o le parece ajeno. Y hay que facilitar el camino. Creo que esa es la misión del artista: traducir las raíces que uno lleva dentro a los tiempos actuales". Ese oficio, el de artista, parecía un final inevitable en su caso, aunque no lo tenía tan claro desde un principio. "Si me preguntan hace diez años si me iba a dedicar a esto profesionalmente no hubiese sabido qué decir", cuenta sin que parezca falsa modestia. "La música siempre ha estado presente en mi casa, ahí escuchábamos desde La Niña de los Peines a Billie Holiday. Me viene de dentro, pero soy más de dejar que las cosas fluyan. Esas decisiones no te llegan de la noche a la mañana, te las va pidiendo tu alma. Cuando me quise dar cuenta ya estaba grabando la colaboración con Los Evangelistas, que para mí fue un antes y un después".

Rubén Vega.

 El evangelio según Morente

Ese momento de inflexión vino inevitablemente marcado por una tragedia. La muerte de su padre en 2010 propició que se uniera a Antonio Arias y Jota Planetas en esa formación que difunde el corpus morentiano, en especial el de Omega, la obra con la que cruzó los caminos del flamenco y el rock oscuro y ruidoso. No en vano, ella fue testigo de la creación de ese clásico desde pequeña. "Recuerdo cuando empezó la grabación: esos sonidos, las distorsiones… Con los ensayos nos quedábamos alucinados en casa, con cara de '¿qué es esto que está pasando?'. Si ahora mismo te pones ese disco, sigue sorprendiendo, te preguntas: '¿Pero cómo ha podido ocurrir esto?'. Y luego en la gira íbamos todos haciéndole los coros: mi madre, mi hermana Estrella y yo". Antonio Arias, líder de Lagartija Nick y uno de los artífices de Omega, habla de Soleá con orgullo casi de padrino. "La he visto crecer desde niña. Lo que Morente une no lo separa ni Dios", bromea. "El disco de Los Evangelistas fue una manera de dosificar el dolor por la muerte de Enrique", explica. "Un año después ya estábamos grabando, con lo difícil que era para todos. Creo que fue una liberación para ella, y una manera de encontrar un camino para desarrollar su carrera".

Los Evangelistas también fue una puerta de entrada a nuevas influencias y sonidos. "Ellos me descubrieron a grupos como Cocteau Twins o Stereolab, un montón de vertientes que hasta entonces no conocía". Móvil en mano, repasa lo que está escuchando ahora mismo: "Beachwood Sparks, Manuel Vallejo, Beck, Napoleón Solo, Gracia Montes, Sr. Chinarro, Fleet Foxes…". Confiesa que todavía no ha asistido a festivales como público, y que hubiese ido este año al Primavera Sound si no hubiese coincidido "con un homenaje a Ray Heredia en Sevilla en el que participé". Pero también se acuerda de su época de adolescente, "cuando escuchaba a Alejandro Sanz y me compraba la Súper POP. Luego vas cambiando. Es como el paladar, que se va adaptando a otros sabores". Todos ellos fueron aflorando hasta llegar a Tendrá que haber un camino, un debut en solitario que es el ejemplo de una nueva clase de músicos flamencos que nace, consciente o inconscientemente, en Omega.

"Yo escuchaba a Alejandro Sanz y me compraba la Súper POP. Luego vas cambiando. Es como el paladar, que se va adaptando a otros sabores"

"Ella pertenece a esa generación que nació con Morente y que buscan abrirse a formas menos ortodoxas", explica Jota de Los Planetas, que también participa junto a Arias y otros músicos granadinos en el álbum de Soleá. "Gente como Niño de Elche, Silvia Pérez Cruz, Rocío Márquez… Y ella también está llevando a cabo algo que Enrique ya había apuntado: hacer que el flamenco sea de nuevo una música popular, no algo que solo pueda ser disfrutado por una élite de entendidos; que llegue a un público más amplio, como pasaba tradicionalmente. Hay pocos artistas de flamenco que sean capaces como ella de traspasar esa frontera". Ella lo resume así: "Hay un movimiento como de catarsis ahora mismo con el flamenco, y yo me siento involucrada en esa corriente".

Rubén Vega.

Flamenco en la cuerda floja

La ortodoxia, aquella que exige que el cante permanezca intacto, atrapado en el tiempo, es algo a lo que se tuvo que enfrentar Enrique Morente a lo largo de su carrera. Para Soleá, haber crecido en ese entorno la ha preparado para no echarse atrás. "Respeto todas las opiniones, pero soy partidaria del progreso", explica pausadamente. "No hay que tener miedo a hacer las cosas de una manera distinta a como se ha dicho siempre que se tienen que hacer. No tiene que ser todo como dice el sistema dominante, la doctrina, el dogma… Es interesante conocerlo, pero también saber que uno tiene derecho a hacer lo que le dé la gana". Antonio Arias reconoce en esa actitud las enseñanzas de su padre: "Tiene el mismo ensimismamiento creativo, esa búsqueda de hacer algo distinto… Y también un poquito el carácter fuerte", dice con una carcajada. "Cuando le sale, me recuerda mucho a él".

Esa falta de prejuicios es la que lleva a Soleá, por ejemplo, a incluir sintetizadores y bases electrónicas en Tonto, una de las canciones del disco en las que colaboró con David Beef y Ana Fernández de La Bien Querida. O a participar, junto al periodista y compositor Luis Troquel, en el single Breve historia de España, donde canta sobre la burbuja inmobiliaria y la imposibilidad de conseguir (o mantener) una vivienda digna en nuestro país. "Creo que es necesario ir al compás del tiempo. Si no, te quedas atrás. Es importante saber lo que le está ocurriendo al de al lado, y que el artista aporte algo a esa situación. Que en algún momento, alguien en algún rincón del mundo se pueda sentir identificado. Que la gente no se sienta ni sola ni loca. A veces una canción te puede salvar la vida. Esa es la función del arte: que ayude a crear un concepto de unión".

"Creo que es necesario ir al compás del tiempo. Si no, te quedas atrás. Es importante saber lo que le está ocurriendo al de al lado"

Para lograrlo, como le sucedió a su padre, no hay que temer al cambio. "Él dudaba, porque respetaba mucho lo que hacía, pero tenía una actitud de valentía", recuerda. "Él nos ha dejado un ejemplo de por qué no hacer lo que uno necesita y en lo que uno cree. Además, la polémica es interesante. Cuando uno reacciona, ya sea de manera favorable o desfavorable, es que pasa algo. Lo peligroso es cuando no ocurre nada. La revolución conlleva una reacción". Jota apunta a su "enorme intuición para encontrar puertas y caminos que lleven la expresión a otras partes". "Cuando se siente más cómoda, cuando nota que domina algo, es cuando quiere volver a la cuerda floja", añade Arias. "Ese riesgo nos deparará grandes cosas".

El futuro de Soleá parece lleno de posibilidades. Podría pasar por el teatro ("me apasiona", dice recordando sus trabajos en Clara Bow con Secun de la Rosa o Yerma, en la compañía de Miguel Narros) o incluso por el cine ("si me propusiesen algo que me pareciese interesante, me encantaría"); quizás por recuperar el disco que comenzó con su padre ­­—"me dijo: 'Haz una selección de canciones que a ti te gusten, que te guste cantar'. Como Palabras para Julia"— y que nunca pudieron terminar; por las canciones para películas como Sangre y alquitrán, firmada junto a Joe Crepúsculo para Toro, de Kike Maíllo; por el flamenco, por el rock, o en cualquier lugar entre ambos. "No creo que ella quiera ni deba posicionarse en ninguno de los dos sitios", explica Arias. "Ese es el rumbo que está buscando, uno personal. Y con más riesgo también". Ella lo tiene claro: "El flamenco es mi genética, mi identidad, pero a la vez me estoy formando y voy creando una alternativa a esa raíz. Cuando uno las dos vertientes creo mi propio mensaje y mi manera de entenderme a mí misma". Tendrá que haber un camino: el suyo y el de nadie más.

Rubén Vega.

Soleá Morente actúa en Ojén (2 de julio, festival Ojeando), BBK Live (9 de julio), Gijón (9 de agosto) y Cáceres (19 de agosto).

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