Historias cotidianas de movilidad: Todas tenemos diversidades funcionales
Por Roser Casanovas *
Cuando las personas disponen de plenas capacidades físicas y económicas para poder decidir cómo se mueven por su ciudad no tienen en cuenta las dificultades que pueden tener hasta que algo cambia en su vida. Por ejemplo, cuando llega una criatura y es necesario moverse por la ciudad para poder desarrollar la vida cotidiana. En este momento, las personas se convierten en cuidadoras de una persona que es dependiente, con lo que se considera que en términos de movilidad se convierten en personas con diversidad funcional que tienen unas necesidades de accesibilidad concretas, ya sea por el carrito, por el tamaño que ocupa, por los tiempos, etc. Se encuentran con una realidad que no se esperaban, los espacios de la movilidad no están pensados para una accesibilidad universal cómoda y segura para todas y todos. Aunque se ha avanzado mucho en este sentido, hay muchas personas que aún tienen que hacer un gran esfuerzo para salir de casa cada día.
Este es un relato personal que empieza uno de los primeros días que quería compartir con mi hija mi vertiente activista, asistiendo a una feria de economía social en Barcelona. Siempre cogemos el autobús porque puedo improvisar más, con el cochecito siempre es accesible y en un ambiente mucho más amable. Aquel día habíamos ido a hacer un recado al centro, así que pensé en coger el metro en la parada de Urquinaona. Es una parada que sirve de intercambiador entre dos líneas, la amarilla y la roja, la roja nos traía directamente donde queríamos ir. Me desplacé hacia la entrada principal que está situada en medio de la plaza, no vi ningún ascensor, sólo escaleras. En el cartel principal exterior, no había ninguna indicación clara de dónde eran los ascensores, así que usé mi memoria visual para recordar que en la esquina de arriba de la plaza había un ascensor. Cuando llegué después de tres semáforos, vi que efectivamente había un ascensor pero era del aparcamiento subterráneo y no comunicaba con el metro. Fue una decepción, aunque pensé que no podía ser que una parada de metro tan central no tuviera acceso con ascensor. Así que me dirigí a las otras salidas, pero tampoco tenían ascensor. Estaba un poco desconcertada y estaba a punto de desistir cuando me encontré unos agentes de la guardia urbana y aproveché para preguntar si sabían dónde había el ascensor del metro de aquella parada. Muy convencidos me dijeron que estaba en medio de la plaza. Me sentí un poco estúpida de haber dado aquellos tumbos, teniendo el ascensor delante de las narices. De nuevo mi sorpresa fue que en medio de la plaza no había ningún ascensor, incluso lo volví a preguntar a una pareja quea Generalitat, quizás hay otros ascensores en la plaza, pero est salía del metro. No había ningún ascensor. Era el momento de sentarme y consultar con el móvil qué paradas son accesibles y qué no, para poder planificar mi viaje. Este fue uno de los primeros aprendizajes, con mi situación actual no puedo improvisar, tengo que planificar mi ruta. Cómo os podéis imaginar, la parada de metro Urquinaona no es accesible! Lo encontré en la web de transportes públicos en un apartado pequeño, muy poco visible. Y lo pude saber porque tenía móvil con internet, ya que en ninguna parte del espacio público, de los paneles informativos, de las entradas y señales del metro había ninguna indicación que dijera que aquella parada no era accesible.
Aunque ya estaba un poco cansada, quería llegar a mi destino. Vi con el plano de metro a través del móvil que había una parada próxima que era accesible. Una vez tomada esta decisión me dirigí andando con el cochecito hacia esa parada de metro. Esta parada es la de Plaza Cataluña, que también es un importante punto de intercambio no sólo en metro sino también con los trenes que llegan a la ciudad. Volví a usar mi memoria visual porque no encontré en internet donde dijera la situación de los ascensores. Utilicé un ascensor que he utilizado otras veces para coger los Ferrocarriles de le era el que conocía. Bajé hacia la entrada del metro y estaba a punto de validar el billete cuando vi que para bajar al andén de la línea verde había muchas escaleras y empecé a plantearme que allí también tendríamos problemas. Por suerte, había una trabajadora del metro y le pregunté cómo podía llegar a la línea roja desde donde estábamos. Me miró con cara de pena y yo ya intuí que la respuesta no sería buena. Resulta que el camino accesible para coger la línea roja no era por esta entrada, tenía que volver a salir a la calle y desplazarme hasta la parte alta de la plaza donde encontraría un ascensor que me llevaría a los andenes de la línea roja. Le pregunté donde decía todo esto, donde estaba señalizado... y evidentemente me hizo cara de resignación. Yo también estaba enfadada conmigo misma por no haberlo visto o planificado antes, pero nunca me habría imaginado que fuera tan complicado!
La historia tiene un final feliz porque llegué a coger el metro que me llevó hasta la feria. La parada de metro del barrio dónde iba tenía la accesibilidad muy bien resuelta, fue muy fácil y muy cómodo! Pero mucho se tiene que trabajar en ciudades como Barcelona para garantizar una autonomía real de todas las personas, sin barreras y sin limitaciones que impidan ejercer el derecho a la movilidad, porque todas tenemos diversidades funcionales a corto o largo plazo, físicas, psíquicas, temporales, permanentes, acompañando a otras personas, etc.
* Roser Casanovas es arquitecta y urbanista feminista. Es integrante de Col·lectiu Punt 6, una cooperativa de mujeres arquitectas y urbanistas cuyo trabajo se centra en fomentar la equidad de género interseccional, la sostenibilidad, la participación comunitaria y la economía solidaria en el urbanismo.
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