Moe Moe cuenta que no tuvo ni un día libre cuando fue contratada por una familia para cuidar a los niños y hacer las tareas de casa. Trabajaba más de 15 horas al día y comía arroz blanco acompañado por un vaso de agua. Cuando robaba comida en la cocina recibía puñetazos de su empleadora o era azotada con un palo de bambú. “Me quería ir, pero me decían, ¿quién va a quererte? Tenía que pagar la deuda con la agencia que me trajo aquí”, explica la mujer.
Su empleadora se acabo deshaciendo de ella. Un día la llevó al aeropuerto sin previo aviso. “Me metió en un avión a Birmania y me dijo: si alguien te pregunta qué te ha pasado en la cara, diles que te caíste”.
Semanas después, regresó a Singapur para buscar justicia y vive en un centro de acogida de Home con otras cien mujeres. La mayoría ha llegado allí después de haber sufrido abusos emocionales, el impago de sus salarios o violencia física. Ahora esperan que el Ministerio de Trabajo o la policía lleven a cabo las investigaciones pertinentes.
Texto: Ana Salvá