Colin Farrell: "Si cuando empecé hubiera existido Twitter, ahora estaría entre rejas"
Después de pasar por el infierno de las drogas y el fracaso, el actor irlandés se regenera pensando en la suerte que ha tenido
Fumando a solas, con el ceño fruncido y el cuello del abrigo alzado, cualquiera diría que Colin Farrell (Dublín, Irlanda, 1976) está posando, pero nada que ver con la realidad. El actor, a quien vimos convertirse en gran estrella a principios de siglo para luego prácticamente desaparecer, está en un descanso de la sesión de fotos para ICON en Londres. Es así de dedicado, hasta cuando no hay fotógrafos. Dolce & Gabbana no podrían haber elegido mejor embajador para una fragancia masculina bautizada Intenso. Farrell lo es. Pero también es entretenido y sin filtros. Sentarse con él es como beberse una pinta con el tipo más guai del pub. Palabrotas, carcajadas y efusividad. Pero también la sospecha de que las cosas se pueden torcer a la mínima. Este nuevo amigo es la monda, pero ojo con cabrearlo.
Llega acompañado de su hermana, Claudine, y de su joven representante. Nos sentamos a hablar sin pinta de cerveza (desde hace unos años es abstemio) frente a una mesa cubierta por cajas de bombones, como si visitásemos a una tía abuela que nos ha invitado a celebrar lo bien que le salió el azúcar en los últimos análisis. “Me encanta el chocolate barato”, explica el actor. “Cualquiera con menos de un 75% de cacao. Cuanto más sano, menos me gusta. Es uno de mis vicios, además de las hamburguesas, las pizzas, la pasta y el pan con mantequilla. Podría vivir sólo a base de pan y mantequilla”. En este momento, Farrell suena perfectamente convincente, pero en toda la sesión no tocará un solo chocolate. Tampoco la bollería. Ni siquiera la fruta. Sólo ha hecho un alto en la sesión para fumarse un cigarrillo. El tabaco es prácticamente lo único que queda del desmesurado Colin de antaño.
Mírese, imagen de una fragancia. Quién se lo hubiera dicho hace no tantos años. Cuando era joven ni me duchaba. Hubiera sido impensable. El desaliño era mi seña de identidad. Pero en este caso no me parece tan descabellado como podría parecer. Ya mantenía una relación previa con Dolce & Gabbana. Llevan vistiéndome 15 años y no tuve la impresión de venderme cuando acepté su oferta. Y eso que no tengo nada en contra de venderme. Lo cierto es que cuando olí Intenso me sentí aliviado: es ligera y masculina, sin excesos. Aunque si no me gustase te diría que sí igualmente, porque he firmado un contrato [risas].
Lo más gracioso que he escuchado sobre mí es que conocí a unos budistas que me dijeron que abandonara el sexo. Cuando lo leí, me di pena
¿Se identifica con ese hombre sin miedo a resultar vulnerable que imaginaron los creadores del perfume? Crecí en una sociedad, como tantas, en la que mostrar tus emociones era una grave señal de debilidad. Era algo que había que dejar a las mujeres. Pero lo quieras o no, los hombres, como seres humanos, son emotivos. Y yo siempre lo he sido.
Leí que de niño estaba enamorado locamente de Marilyn Monroe, y le dejaba cartas y caramelos bajo la almohada. Sí, era un niño medio sensible, medio pirado. Obviamente. Pero una cosa es ser emotivo y otra, mostrar tus emociones. La interpretación es un ejercicio que me ayudó a acceder a mis sentimientos, darles rienda suelta y mostrarlos. Mi trabajo me ha ofrecido la oportunidad de familiarizarme con mi vida emocional.
¿Educa a sus hijos, James [de 12 años, fruto de la relación con la modelo Kim Bordenavey] y Henry [de seis años, junto a la actriz Alicja Bachleda-Curuś], de manera diferente a lo que le inculcaron a usted? Conmigo pueden tener charlas que yo no pude tener con mi padre. Pero a ellos ahora esto les da un poco igual.
¿Cómo concilia un hombre trabajo y paternidad? Es la típica pregunta que no se hace a los hombres, pero eso no quiere decir que no les afecte. Me es muy difícil estar lejos de mis hijos cuando estoy rodando. En un mundo ideal, podría elegir sólo proyectos que me permitieran estar en casa con ellos, pero mi trabajo no se presta a eso. Disfruté mucho haciendo True detective 2 porque me quedé en mi casa de Los Ángeles durante nueve meses seguidos. Si no trabajo, estoy para lo que sea, llevarlos al colegio y cuidarlos si están enfermos. En cambio, un padre con horario de oficina llega a tiempo para leer un cuento, o ni eso.
Farrell irrumpió en Hollywood hará unos 15 años con una experiencia mínima en el teatro y la televisión irlandesas. No le dio tiempo ni a foguearse en castings. Nada más llegar se lo rifaron los directores y las mujeres se derretían por él. Con sus ojos de cachorro y su pinta de macarra atractivo, parecía salido directamente de una fantasía adolescente. Ese chico irlandés de clase media que desde su urbanización de las afueras miraba fascinado la bohemia se convirtió de la noche a la mañana en una estrella.
Y, como era de esperar, las cosas se fueron de madre a la misma velocidad. Colin fue el chico malo oficial del cine en una época en la que no faltaban canallas. Bebió y se drogó como si no hubiera un mañana (muy gráficamente, él dijo que esnifaba todo el polvo que encontraba) y salió con una legión de modelos, chicas Playboy y famosas como Britney Spears. El irlandés sembraba el caos allá por donde iba y, aunque parecía estar pasándoselo en grande, las calaveradas se volvieron en su contra. Una ex difundió un vídeo suyo de contenido sexual y fue denunciado por una fan acosadora. El colmo. En 2005, tras el fracaso de las superproducciones Alexander y Corrrupción en Miami, ingresó en una clínica de desintoxicación. Era eso o, según ha confesado, encerrarse en un piso de Nueva York con miles de dólares en heroína. Salió de la clínica totalmente cambiado.
¿Considera la superación de sus adicciones algo todavía presente en su vida? No. Ya he hablado de ello lo suficiente. Abordé el tema durante 10 años, la culpa ha sido sólo mía.
¿Qué pasó con ese personaje que se había creado? Tuve que descubrir quién era día tras día. Hay que llenar los huecos con otra cosa. Mi vida actual es muy plena.
Cambió los excesos por el yoga. Así es. Aunque no me creo un yogui. Soy un hombre que ha sido maldecido con caderas irlandesas. Hay ciertas posturas que nunca podré hacer. Aunque lo bonito del yoga es que la práctica evoluciona de manera constante, dependiendo de la etapa vital en la que te encuentres.
Dicen los medios británicos que se ha comprometido al celibato por precepto budista. ¿Nos lo creemos? ¡No! Yo también lo vi. Que conocí a unos tipos budistas y me dijeron que abandonara el sexo. Es lo más gracioso que he escuchado nunca. Y no tengo ni idea de dónde se han sacado una información tan específica. Cuando lo leí, me di pena. Pensé: “Pobre hombre. Ah, espera, ¡si soy yo!”.
¿Su carrera hubiera sido distinta de haber irrumpido en la era de las redes sociales? Si cuando empecé hubiera existido Twitter, estaríamos haciendo esta entrevista entre rejas. Hoy es más difícil hacer travesuras y hay menos libertad, pero extrañamente las redes sociales facilitan las cosas en otros sentidos.
La amaba [a Elizabeth Taylor], todavía la quiero, y fui lo suficientemente afortunado para ser su amigo durante los dos últimos años de su vida. Fue una hermosa amistad que me cayó del cielo.
Afirma el propio Farrell que no hay más que leer sus declaraciones de hace unos años para darse cuenta de que nunca se preparó para enfrentarse a la prensa. No hay que escarbar mucho para leer que no tuvo problemas en enumerar las sustancias que consumía o en admitir que se insinuó a la actriz Eileen Watson, que podría ser su abuela.
Toda una rareza en estos tiempos de insulsos actores programados para repetir ad nauseam cómo se preparan sus papeles, lo afortunados que son con todo en general o lo que disfrutaron con la oportunidad de trabajar con ese maravilloso director y aún mejor persona. No obstante, años y años en el negocio le han hecho más resabiado. Charlando sobre su imagen, ofrece buscarse en Google para ver los cambios en el vestuario. Esta redactora aprovecha la oportunidad para preguntarle si se busca a menudo en la Red. “¿Ve cómo se las gastan? Ya sé que está haciendo su trabajo, pero me temo que ya no tiene titular. Se lo he tirado”, remacha satisfecho.
¿Su sinceridad es entonces involuntaria? Me cuesta no tratar cualquier entrevista como una charla. Sé que el periodista no es mi amigo, pero se me olvida que todo lo que digo va a ser publicado. Tus opiniones cambian, te siguen tomando la palabra sobre algo que dijiste hace cuatro años. Por favor, han pasado cuatro putos años, ¿puedo cambiar ya?
Si algo hay que agradecerle es que hablase de la relación platónica que mantuvo con Elizabeth Taylor cuando ella tenía 74 años y usted 34. Es una historia emocionante y poco común. La amaba, todavía la quiero, y fui lo suficientemente afortunado para ser su amigo durante los dos últimos años de su vida. Fue una hermosa amistad que me cayó del cielo.
¿De qué hablaban? De todo. Realities, tiempo, comida, viajes… No tanto sobre el mundo del cine. Para desesperación de mis amigos, nunca le pregunté por James Dean o Montgomery Clift. Los dos éramos insomnes y hablamos de poesía hasta la madrugada. Me sentaba en mi jardín y charlábamos durante horas. Increíble. Me siento un poco raro hablando sobre ella porque parece que quiero promocionarme a su costa.
Farrell se define como un romántico poeta, pero el amor le dura lo que la lectura de un soneto. Una de sus ex, Emma Forrest, le describió en su biografía, Your voice in my head, como un tipo perteneciente a la categoría de los novios apasionados pero inconsistentes. Aunque en el libro no aparece el nombre del actor, sino que se le llama Gypsy (gitano), es fácilmente identificable. Con una adaptación cinematográfica del libro en ciernes, en Internet se debate quién encarnará a Farrell. ¿Alguna preferencia? El actor enmudece. Durante unos segundos eternos no despega los labios. “De repente, esto no va bien”, señala con una sonrisa no del todo amigable. Lo único que acierta a contestar es que hay que dejar que cada cual tenga su propia experiencia sobre el filme. La conversación deja de fluir. Algo se ha torcido.
Cambiamos a algo aparentemente menos peliagudo. El trabajo. O la ausencia del mismo. Farrell no tiene planes después de terminar el rodaje de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la precuela de Harry Potter, en la que hace de mago. Aunque un actor nunca se desprende de la ansiedad de no tener trabajo, estar ocioso una temporada le resulta “liberador”. Tiene entre manos una película como productor junto a su hermana sobre el fundador del mundial de fútbol para los sin techo. Después de que la comedia negra Escondidos en Brujas le sacará del campeonato de actores sin futuro, Farrell debe su longevidad profesional a los filmes de presupuesto más modesto y espíritu independiente. Una de las más recientes, la maravillosa Langosta, borró al chico de camiseta ajustada, pendientes y melena y le presentó como un señor con gafas y tripa. Un cambio que le ha sentado bien.
Nada más llegar a Hollywood, los críticos le coronaron como el mejor actor de su generación. ¿Le afectó? Me afectó completamente la tormenta que se desató a mi alrededor. Llegué a Hollywood con 22 años y se me ofrecieron todo tipo de oportunidades. En un par de años hice lo que otros actores no logran en toda una vida. No puedo explicar cómo ni por qué. Los actores jóvenes me piden consejo y lo único que puedo responder es que hagan lo que les gusta y, si se vuelve muy doloroso, que busquen otra cosa. Es deprimente, pero qué les voy a decir, ¿que se aprendan el guion, practiquen acentos o usen crema hidratante?
¿Hubo algún momento en el que pensó abandonar la interpretación? Hmmm, sí, después de Corrupción en Miami. Estaba quemado y cansado. Me di cuenta de que me dedicaba a eso porque se me había presentado la oportunidad. Echaba de menos implicarme. Me tomé un tiempo libre y reflexioné sobre las razones por las que el Colin previo a la locura quería dedicarse a la interpretación. Llegué a la conclusión de que disfrutaba con la profesión, y que además era una buena manera de ganarse la vida.
Si cuando empecé hubiera existido Twitter, ahora estaría entre rejas. Hoy es más difícil hacer travesuras, hay menos libertad
¿Aprendió a decir que no? He dicho que no en numerosas ocasiones. Participé en películas que no funcionaron pero que fueron dirigidas por magníficos cineastas. Dicen que tomé malas decisiones, pero cualquier actor hubiera aceptado trabajar con esos realizadores. Las cosas empezaron a cambiar cuando fui consciente de mi gusto personal. Ahora mismo no podría definirlo, pero sé lo que va conmigo.
La entrevista ha terminado. Farrell agarra el abrigo y se dirige a un rincón de una calle londinense particularmente fea. Sin embargo, la fotogenia parece volver a perseguirle cuando se enciende otro cigarrillo.
Maquillaje y peluquería: Kyris Eracleous (Balmain haircare). Asistente de fotografía: Jerôme Couderc. Asistente de estilismo: Cristina Malcorra. Producción: Mayca Márquez.
Realización Andrea Tenerania, asistente de estilismo: Francesca Pinna. Maquillaje y peluquería: Sacha Quaries. Atrecista: Matt Duddleston (Caren).
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