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Violadas, acuchilladas y olvidadas Desde 2007, MSF ha atendido a 27.993 víctimas de violencia sexual e intrafamiliar en Papúa Nueva Guinea en sus dos centros en la capital, Port Moresby, y en Tari (una zona rural). El 94% eran mujeres. Casi todas, el 97% tuvieron que ser tratadas por heridas físicas provocadas por sus parejas, otros familiares o por agresores sexuales. “Dos tercios habían sido atacadas con armas, desde palos hasta cuchillos”, especifica el informe Volver con su maltratador de la ONG Cuatro mujeres esperan tratamiento fuera de la sala de cirugía en el Hospital Tari. Según el informe de MSF, Papua Nueva Guinea es un país muy peligroso para las mujeres, estas son el 94% de todos los pacientes que la ONG trató por violencia de género o sexual. La mayoría habían sido atacadas por sus parejas, la familia o algún conocido. Casi todas (97%) necesitaron tratamiento. Una joven de 25 años junto a su bebé de ocho meses en una casa de acogida de la capital, Puerto Moresby. Se encuentra en el centro desde que acudió para que le trataran las heridas después de que su marido la golpeara con una botella vacía. Ella ha podido quedarse en el refugio, uno de los seis que hay en todo el país, de los que cuatro tienen cuatro o menos camas. Sin embargo, sin ingresos teme que cuando salga tenga que volver con su maltratador. Jodi Bieber (MSF) Una niña de 13 años, en la sala de protección a la infancia del centro de atención a la familia de Tari, donde opera Médicos sin Fronteras. La cría fue a la clínica con su madre después de que un vecino de su pueblo intentara violarla por tercera vez. Ya lo había conseguido dos veces. Aunque la familia lo denunció, ni la Policía ni la Justicia tomaron medidas contra el agresor. A pesar de que Papúa Nueva Guinea tiene una de las tasas más elevadas de violencia de género y contra la infancia fuera de una zona de conflicto, solo cuenta con seis refugios para acoger a las víctimas. Jodi Bieber (MSF) Un machete cubierto de zumo. En Tari, en la región de las tierras altas de Papúa Nueva Guinea, este tipo de cuchillo se utiliza durante los estallidos de violencia. Dos de cada tres supervivientes de violencia de género (69%) llegaron a los hospitales de MSF de Puerto Moresby y Tari con heridas provocadas por este tipo de arma, así como látigos u otros objetos contundentes. Jodi Bieber (MSF) Una mujer en la sala de espera del centro de salud de Tari. Su marido la atacó con un cuchillo delante de su hijo de siete años. Sufrió cortes en la mano, la cabeza y los ojos mientras luchaba contra su agresor. Con el informe médico, presentará una denuncia contra su esposo. Jodi Bieber (MSF) Igual que ella, atacada con un cuchillo por su marido, una de cada cinco (21%) víctimas de violencia de género por parte de sus parejas necesitó de cirugía para tratar sus lesiones. Jodi Bieber (MSF) Una paciente recibe tratamiento en el Hospital en Tari, Papúa Nueva Guinea, después de que su marido la atacase con un machete. Jodi Bieber (MSF) Benaria, pueblo a una hora y media del hospital de Tari, es una de las aldeas más remotas en las que ha trabajado el equipo de Médicos sin Fronteras para dar a conocer los servicios de atención a las víctimas de violencia de género y familiar. En esa unidad del centro de Tari, la ONG atiende a 100 supervivientes de agresiones violentas y sexuales cada mes. Jodi Bieber (MSF) En Benaria, dos tribus llevan a cabo una ceremonia de paz. El ritual marca el inicio del proceso de compensación entre las tribus. Así, cada 'wantok' (familia) paga a otras que han perdido a sus allegados en alguna batalla con cerdos o dinero. Jodi Bieber (MSF) Una niña juega con un cerdo en la aldea de Benaria. Las personas que cometen crímenes violentos, a menudo compensan a las víctimas con cochinos o dinero, según lo establezca la sentencia dictada por los tribunales del pueblo. La tribu debe entonces pagar. Es común también que se ofrezcan cerdos a cambio de una novia. Jodi Bieber (MSF) Los niños víctimas de abusos son a menudo incapaces de expresar o articular sus experiencias y emociones. Por eso, es necesario adaptar la atención a su edad y situación en un espacio seguro, con el fin de poder establecer una relación de confianza. En el país hay poco personal especializado en infancia, denuncia Médicos sin Fronteras. Jodi Bieber (MSF) Constable Shellian Pius y Sargent Alice Arigo en la puerta de la comisaría en Tari. Ellas son las primeras personas que atienden a las mujeres que llegan a denunciar violencia familiar o sexual. Jodi Bieber (MSF) Un niño en la consulta del centro de salud de Tari. En muchas ocasiones, las sesiones de terapia consisten en juegos para que los niños sobrevivientes de violencia familiar se relajen. Si bien la violencia sexual está legalmente penada y puede ser denunciada ante el sistema judicial formal, muchos padres siguen optando por mecanismos tradicionales de justicia y compensación. Jodi Bieber (MSF) Esta mujer fue golpeada por su marido mientras se duchaba. Tras ser tratada de las heridas en Tari, como no hay refugios en esta ciudad, regresó a casa junto al agresor. Jodi Bieber (MSF) Esta mujer necesito ser tratada de los cortes en las manos y la cabeza provocados por su propio marido con un cuchillo, según el informe de la ONG MSF. Jodi Bieber (MSF) Una mujer sostiene su mano lesionada. Cuenta que su esposo se la quemó, además le golpeó la cabeza y le dislocó la mandíbula. Dice que quiere abandonarlo, pero debido a las costumbres, no puede hasta que su padre pague el precio que se le entregó por ella. Jodi Bieber (MSF) Los niños están expuestos a episodios de violencia grave desde muy pequeños. Según datos de MSF, más de la mitad de las víctimas de violencia sexual que han llegado sus consultas eran menores, de los que uno de cada seis por debajo de los cinco años. Jodi Bieber (MSF) Una niña de seis años en una casa de acogida en Papúa Nueva Guinea. Su madre la trajo al centro después de que ella y su hermana de dos años fueran violadas en su habitación por un vecino de 30 años, quien además, amenazó a la familia cuando esta denunció el abuso a la policía. Jodi Bieber (MSF) La entrada al centro de apoyo a la familia del Hospital Tari gestionado por MSF. En esta unidad la ONG ofrece servicios esenciales a los sobrevivientes de la violencia familiar y sexual en una sola sesión. Este paquete de atención asegura que la asistencia médica y psicosocial integral se proporciona tan pronto como sea posible. Jodi Bieber (MSF) Una mujer ayuda a su marido en la puerta del hospital de Tari. El hombre necesitó cirugía después de que su tío le atacase con un machete. Jodi Bieber (MSF) Una tumba en Benaria (Tari). Los mausoleos pintados con vivos colores significan que las personas allí enterradas murieron debido a la disputas tribales. Jodi Bieber (MSF)