El día de mañana

Estamos en prejornada de reflexión. Extraño día el de mañana, que parece expulsado del calendario, del electoral y del nuestro propio. Después de meses de dar la tabarra con mítines, apretones de manos, coplillas, bailes, mamporros y demás zafiedades, resulta que este 40% de indecisos debemos olvidarnos de todo y dejar la mente en blanco para El Gran Día. En 2015, con Internet y el universo entero en la punta de los dedos. De locos.

Nadie sabe qué pasará el domingo, ni más allá. Ni el CIS, ni Mariano, ni Campo Vidal, ni usted, ni yo. Pero hay cosas que sí sabemos. Como que vamos a tener un presidente que va a ganar sin ganar, porque todos los demás asegurarán haber ganado ellos, ¡claro! O como que no va a ser presidenta. Bueno, o sí. Pero que lo deje, no merece la pena. Necesitaría kilos de contorno de ojos; dice un estudio que ser jefe de Gobierno hace que las células envejezcan. Y miren, en un hombre eso se admite, pero ¿una presidenta? ¿Con arrugas? ¿¿Estamos locos??

Reflexionen yendo al cine. Vean algo español, calienten banda para los Goya. Ya que el presidente de pasado mañana se va a encontrar con un 21% de IVA cultural, y que ni ustedes ni yo vamos a empezar el 2016 con menos, reflexionen apoquinando nueve euros (casi dos al bolsillo del ministerio). Y tómense un café, y dejen algo de esa propina que de tan poco sirve a uno de esos felices 27.000 que han encontrado empleo (¿por qué me da que precario?) en noviembre. Veremos si en enero siguen ahí. Gobierne quien gobierne. Caiga quien caiga. Y reflexionen. Que lo que tienen que hacer el día siguiente ya se lo saben.