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El crimen de Pistorius y el de Girona

La violencia de género o violencia machista es una lacra que comparten las sociedades poco desarrolladas con las más desarrolladas. El problema es sumamente preocupante en España, donde este año han muerto 60 mujeres a causa de ella. Con razón, el tema ha sido uno de los más debatidos en la campaña electoral. Esto explica que un artículo publicado en el suplemento de Deportes del lunes 7 de diciembre, dedicado al deportista Oscar Pistorius y a su reciente condena en segunda instancia, por el asesinato de su novia, Reeva Steenkamp, haya sido leído en esa clave, provocando algunas quejas.

El artículo, Pistorius, en el infierno, arrancaba de la portada del suplemento de Deportes y se extendía en páginas interiores, donde la titulación era: Pistorius: castigo acorde al crimen, con el siguiente sumario explicativo: La justicia sudafricana se corrige y condena al exatleta por asesinato. Lo firmaba John Carlin, que siguió el caso desde que se produjo el suceso, en febrero de 2013. El texto iba acompañado de un fragmento del libro que Carlin ha escrito sobre Pistorius. El reportaje tomaba como pretexto la sentencia dictada por el Tribunal de Apelación de Pretoria que condenó el 3 de diciembre al exatleta paralímpico a 15 años de prisión, por el asesinato de su novia, Reeva Steenkamp, para ahondar en la personalidad de Pistorius, la enfermedad que obligó a amputarle las dos piernas siendo muy pequeño, sus logros deportivos y, finalmente, su bajada a los Infiernos tras un asesinato que la justicia calificó primero de homicidio y que a partir de ahora le convierte en asesino convicto. El tribunal basa su sentencia en que Pistorius disparó con intención de matar, aunque no rechaza la explicación a la que se aferró siempre el exatleta, según la cual creyó disparar contra un intruso que se ocultaba tras la puerta cerrada del baño de su domicilio, y no contra su novia.

Algunas lectoras me han escrito indignadas por el artículo. Nuria Ortiz, considera en su mensaje que la narración: Es una clara apología de la figura del exatleta condenado por el asesinato de su novia. En ocasiones nos lo presenta como un cuasi héroe, cuando se refiere a su ‘homérica historia’; en otras, le convierte en un hombre temeroso de Dios cuya fe le impide suicidarse; y en otras, en un niño de cinco años al que se le ha muerto el perrito, en un desafortunado símil en el que equipara a su difunta novia con un animal de compañía.

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Y añade: La victimización del homicida produce sonrojo, cuando no, indignación. No me imagino un artículo semejante hablando del señor De Juana Chaos o de algún otro ciudadano que haya masacrado a un tercero, queriendo o sin querer.

Lo que le lleva a protestar por el hecho de que un diario serio publique un artículo así.

En parecidos términos se expresa Pilar Aguilar, quien considera que el autor del artículo no muestra compasión por la víctima, a la que se refiere por su nombre sólo una vez en el artículo.

John Carlin rechaza estas acusaciones en el mensaje que me envía, en el que señala lo siguiente:

1.-La juez que llevó el juicio de Pistorius tiene un largo historial de condenar severamente a personas que ha declarado culpables de violencia machista. Ella no consideró que Pistorius fuera culpable de violencia machista. Ni tampoco el tribunal de apelación. Pistorius no tenía ningún antecedente de violencia machista anterior a matar a Reeva Steenkamp.

2.- Comparar a Pistorius con un terrorista es manifiestamente absurdo.

3.- Puse bien claro en el artículo que por fin Pistorius había recibido un castigo acorde a su crimen, aunque no se hubiera establecido que mató a Steenkamp intencionadamente. La madre de la difunta, como menciono en el artículo, está satisfecha y de acuerdo

4.-Se trata de otro caso, tan tristemente común hoy en día, de gente que opina con gran contundencia moral sobre cuestiones que no comprende y de las cuales no tiene el más mínimo conocimiento.

Tengo el mayor respeto por la justicia sudafricana, pero no me parece que la sentencia haga más creíble la débil explicación de Pistorius. De todos modos, sea o no un caso de violencia de género, es un crimen atroz y no me parece que el artículo lo condone. Recomendaría a las lectoras que lo relean bajo el prisma de lo que es: una aproximación a Oscar Pistorius, su pasada grandeza como atleta paralímpico, el primero en participar en unos Juegos Olímpicos, (los de Londres de 2012), y su actual hundimiento. No es una crónica sobre el asesinato que perpetró -que mereció un amplio despliegue informativo en su día- sino sobre su trayectoria vital hasta llegar al terrible episodio en el que arrebató la vida a una mujer de 29 años, destruyendo a la vez su futuro como atleta y como ser humano respetable. 

 Mientras preparaba esta pieza con las quejas de las lectoras, se produjo un suceso terrible: una madre arrojó a sus dos hijas al vacío, desde la planta decimotercera de una vivienda de Girona, y se suicidó a continuación saltando por la ventana. EL PAÍS publicó el 11 de diciembre en la edición digital y en la impresa, una amplia crónica del suceso que llevaba por título: Una madre lanza a sus dos hijas por la ventana y se suicida.

Firmada por el experto en sucesos y colaborador del diario, Alfonso L. Congostrina, dicha crónica recogía diversos testimonios de conocidos de la fallecida, además de la opinión de un psiquiatra para explicar los motivos que, eventualmente, hubieran llevado a la mujer a cometer ese ‘suicidio ampliado’, de acuerdo con la terminología psiquiátrica. La crónica se detenía apenas en las víctimas, de las que se hacía constar únicamente la edad: 11 años y diez meses. El atroz suceso estaba relatado con el mismo tono con el que se hubiera tratado un accidente. Con enorme conmiseración hacía la madre homicida. El texto ha motivado una queja, esta vez de un lector, Israel Mármol, que me ha escrito indignado porque en ningún momento se menciona la dimensión monstruosa del crimen. En su mensaje, Mármol critica la, a su juicio, falta de ecuanimidad, del periódico al escribir sobre crímenes machistas, que se describen en términos más duros cuando los culpables son hombres. Y concluía: Un asesinato es un asesinato y algo tan espantoso como lo de Girona no merece la crónica compasiva que se le dedica.

Creo que la ecuanimidad en el tratamiento de estos sucesos es una exigencia imprescindible, pero no me parece que debamos iniciar una 'guerra de sexos' en este tema, exigiendo más o menos dureza a los periodistas en función del sexo de quien comete un crimen. Este tipo de violencia es un drama que afecta a la sociedad entera, y que sólo puede combatirse con las leyes y con la educación. Me consta, porque recibo muchos mensajes que lo demuestran, que el tema preocupa tanto a los hombres, como a las mujeres, que son, no lo olvidemos, las principales víctimas de la violencia machista. Por eso considero que las crónicas de estos sucesos deben huir de cualquier conmiseración hacia quienes perpetran estos crímenes, también cuando la mano asesina sea la de una mujer. Sobre todo porque, como en el caso del de Girona, las víctimas, con inquietante frecuencia, son niños.

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