¿Por qué ha retrocedido Podemos?
La diversidad de fuerzas que la conforman y el calendario electoral de 2015 han jugado en contra de la formación de Pablo Iglesias. Su estrategia debe pasar ahora por presentarse como un partido imprescindible para que gobierne la izquierda
En lo que va de año, Podemos ha retrocedido casi 10 puntos en las encuestas. En enero estaba en su mejor momento, con una intención de voto próxima al 25%, y todo apuntaba a un escenario como el de Italia en 2013, con tres bloques relativamente equilibrados (izquierda, derecha y anti-establishment). El panorama hoy es muy distinto. De acuerdo con el promedio de encuestas, la intención de voto a Podemos ha descendido hasta alrededor del 15%, y en sondeos más recientes incluso es superado por Ciudadanos. Por tanto, el escenario del sorpassoa los partidos mayoritarios parece alejarse, y todo apunta a una política con coaliciones alternativas a derecha o a izquierda.
¿Pero por qué Podemos ha evolucionado a la baja en las encuestas? ¿Por qué ha perdido fuelle su discurso articulado sobre la lucha de “la gente” contra “la casta”? Para comprenderlo se podrían esbozar dos razones fundamentales: una que tiene que ver con la composición de su electorado potencial y otra con el calendario electoral de 2015.
La primera razón es la dificultad para sostener en el medio plazo una coalición muy heterogénea y que agrupaba a descontentos con los partidos tradicionales desde el centro a la extrema izquierda. Como señala José Fernández-Albertos en Los votantes de Podemos (editorial Catarata), este partido había conseguido presentarse como una suerte de camaleón: votantes muy heterogéneos lo veían como el más cercano a sus posiciones ideológicas y proyectaban en él muchas de sus esperanzas de cambio. Sin embargo, era inevitable que las contradicciones emergieran a medida el proyecto fuera definiéndose.
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Pese al esfuerzo de Podemos por mantenerse en la ambigüedad el máximo tiempo posible, sus rivales han tenido un especial interés en arrinconarle a la izquierda del espectro ideológico. Por un lado, el Partido Popular buscó en un inicio polarizar la competición en torno a ambos partidos, usando el miedo para movilizar a sus votantes y, de paso, hacer inviable al PSOE. Y del otro lado, el partido socialista, gran damnificado por la emergencia de Podemos, tenía interés en marcarlo como de extrema izquierda para intentar frenar su sangría de votantes.
Por tanto, más allá de la estrategia de comunicación del partido, la biografía de sus integrantes o los errores de Pablo Iglesias, esta debilidad estructural fue explotada por sus rivales. Abierto el espacio y con una volatilidad alta en los sondeos, Ciudadanos ha podido capitalizar en los últimos meses el apoyo de sectores del electorado más templado gracias a la espita abierta por Podemos. No es casualidad que el incremento en la intención de voto por la formación de Albert Rivera vaya casi paralelo al abandono de Podemos por parte del electorado menos escorado a la izquierda.
La segunda razón tiene que ver con el calendario político de 2015, en el que las elecciones municipales y autonómicas de mayo eran una meta volante ineludible. No solo sirvieron para poner a prueba las fuerzas y estructuras de Podemos sino que conllevaban el dilema de formar gobiernos. Para su desgracia, Podemos no llegó a ser el segundo partido en votos en ninguna comunidad. Por poco en Aragón, justamente con Pablo Echenique al frente. La formación por tanto se vio obligada a escoger entre facilitar gobiernos socialistas o, por omisión, permitir que el PP continuara en el poder. Allí donde ha sido posible Podemos ha facilitado el cambio, pero al precio de asentar el debate en el eje izquierda-derecha, con Podemos en un lado y dando fuelle a su principal rival en este terreno.
Los rivales de Podemos han tenido especial interés en arrinconarle a la izquierda
En realidad este dilema le hubiera restado apoyos cualquiera que fuese su decisión. Los votantes emplean atajos informativos para ubicar a los partidos ideológicamente, y una buena pista es a quién apoyan. De ahí la pérdida de credibilidad en su discurso contra la “casta”, palabra prácticamente desaparecida del debate público. La paradoja es que es justo en el nivel local, en el que compite diluido en candidaturas populares, donde Podemos ha marcado sus mayores cotas de poder institucional. Candidaturas que por otra parte ha capitalizado solo de modo relativo, porque no olvidemos que Ada Colau o Manuela Carmena han marcado distancia con la formación de Pablo Iglesias en varias ocasiones.
Ambas razones de fondo explican, al menos en parte, la caída de Podemos en las encuestas. Ahora bien, este retroceso además ha venido acompañado de los malos resultados de su coalición en las elecciones catalanas. Las elecciones del 27-S, muy excepcionales por su nivel de polarización, han sido un elemento desmoralizante para la formación. Una situación que es justo la opuesta al efecto “carro ganador” que parece haber tenido en Ciudadanos. Esto es así no tanto por su fuerza electoral, sino porque Cataluña se consideraba un banco de pruebas para candidaturas de confluencia con base territorial.
Sus pobres resultados en las elecciones del 27-S han supuesto que ahora tanto Barcelona en Comú como MES en Baleares o Compromís en la Comunidad Valenciana busquen marcar perfil propio cara a las Generales. De hecho, incluso la negativa a converger con IU, no por imprevista, ha tenido peor acogida hoy que los amagos de hace unos meses. Por más que organizativamente tenga sentido para no perder el control del partido, en una situación de retroceso en las encuestas es más controvertido renunciar a los votos que aporta la formación.
La palabra “casta” prácticamente ha desaparecido del debate público
Podemos ha conseguido algo inédito al abrir brecha en el cartel político español y romper el predominio de los dos grandes partidos. Tras su abrupta emergencia en las elecciones europeas llegó Ciudadanos y ambos partidos son, desde coordenadas distintas, los que capitalizan el descontento con nuestra tradicional oferta política. Es verdad que para Podemos gestionar las expectativas cuando se ha pasado de estar en cabeza a una posición entre la tercera y la cuarta fuerza es un reto. Sin embargo, aún dispone de margen para remontar sus previsiones. Al fin y al cabo los próximos dos meses serán cruciales dada la gran volatilidad del electorado.
La nueva estrategia de Podemos probablemente pasará por buscar el equilibrio entre remachar que son imprescindibles para el cambio, pero sin caer en la posición subalterna del PSOE que tradicionalmente ha atrapado a Izquierda Unida. Su baza es insistir en que la izquierda solo gobernará la próxima legislatura si Podemos es decisivo para formar una mayoría parlamentaria fuerte. Y cuanto antes reubique sus coordenadas, antes podrá ser efectivo su mensaje. No tiene mucho tiempo y sus rivales le llevan ventaja.
Pablo Simón es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid y editor del colectivo Politikon.
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