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Porque lo digo yo
Columna
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Explosión en Zaragoza

Si alguien conociera de Zaragoza solo lo que ha reinado en los principales titulares, creería que es un lugar maldito, pese a estar amparado por la mismísima Virgen del Pilar

Servicios de emergencias en el lugar de la explosión.
Servicios de emergencias en el lugar de la explosión. LUIS CORREAS (REUTERS)

En julio, ocho ancianos perdieron la vida en el incendio de un geriátrico de Cuarte. El pasado lunes, seis personas murieron en la explosión de una pirotecnia de Garrapinillos. En marzo, las riadas del Ebro provocaron inundaciones que daban miedo. Esas son las razones por las que, últimamente, Zaragoza ha abierto las noticias de España.

Siempre fue así. El estrellato de Zaragoza en los medios nacionales ha tenido que ver, a menudo, con la desgracia. La Expo o las gestas del Real Zaragoza han sido de las pocas excepciones en décadas. Si alguien conociera de Zaragoza solo lo que ha reinado en los principales titulares, creería que es un lugar maldito, pese a estar amparado por la mismísima Virgen del Pilar.

Hablo de Zaragoza porque es donde vivo y porque resulta llamativo que eso ocurra con una ciudad de su talla. Pero se podría decir algo idéntico de muchos sitios. En especial, “la España inadvertida” lo tiene crudo para brillar con fuerza en los informativos. Y mejor que no lo haga. Al prime time le fascinan los lugares en los que parece que nunca pasa nada cuando en ellos sucede lo peor. Lo peor, que a cada rato es regalado por la realidad, se demuestra casi imbatible en la carrera por impactar en la audiencia. Esa es la clave.

Salvo despiste, la gente de Teruel, Soria, Zamora o Palencia solo puede aspirar a reconocerse en lo más caliente de la información si sufren una tragedia, que, al final, suele derivar en otra. En 1990 Puerto Hurraco padeció una desdicha que lo puso en el mapa. La siguiente, en forma de estigma, no hay manera de que se la sacuda de encima.

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