La muerte de la música
Kim Kardashian es para muchos una estrella del rock. El concepto es un lugar común, un concepto universal que se ha alejado de su sentido primigenio
Kim Kardashian en la portada del Rolling Stone estadounidense. A Sinéad O’Connor le ha gustado tan poco que ha declarado que esta afrenta puede calificarse como “la muerte de la música”. Deducimos que no ha escuchado jamás un disco de Coldplay. En fin, como bien sabemos todos ya, la cantante irlandesa es totalmente alérgica a la frase grandilocuente y apocalíptica y al gesto transversal. Rompió una foto del Papa. Se tatuó un Jesucristo en el pecho. No se hace las mechas. Paga tarde el IBI. Baja la basura cuando le da la gana. Sinéad, además de censurar la elección por parte de la que fue la revista que sirvió de amplificador a la contracultura, por cuya portada han paseado los más grandes del rock y en cuyas páginas han escrito mitos del periodismo como Hunter S. Thompson, se pregunta: "¿Qué pensará Bob Dylan de esto?". Pues es muy probable que Bob, quien no detuvo su gira ni siquiera ante el desafío soberanista catalán y que hace 11 años puso su granito de arena a esto que Sinéad llama “la muerte de la música” ayudando a vender sujetadores de Victoria’s Secret, no piense nada de esto. Si alguien busca empatía, lo último que debe hacer es acercarse a Dylan. A los 23 años dejó de pensar en nadie que no fuera él. Por eso es una estrella del rock. Por eso mismo lo es también para muchos Kim Kardashian. Porque el concepto de estrella del rock es un lugar común, un concepto universal que se ha alejado tanto de su sentido primigenio que si tuviera que volver hacia su lugar de origen se perdería por el camino y acabaría en una tienda de Chanel o en la cocina de algún restaurante, observando la deconstrucción de algún tubérculo.
En 2015 es más polémico y descabellado que Sinéad, cual vieja cascarrabias, anuncie la muerte de la música a raíz de una portada de Rolling Stone con Kim Kardashian, que la portada misma. Recuerde: si mañana ve que se desmorona algo en lo que cree, acéptelo con una sonrisa. Una cosa es ser mayor, y otra mucho peor, parecerlo.
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