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Turismo de altura en la ciudad

Azoteas de monumentos y catedrales se convierten en nuevos miradores urbanos

Anatxu Zabalbeascoa
La azotea del edificio La Pedrera de Gaudí, en Barcelona.
La azotea del edificio La Pedrera de Gaudí, en Barcelona.marc vila

Es un arma de doble filo: los monumentos más conocidos abren sus rincones más recónditos a los turistas ofreciéndoles vistas inesperadas y estos ponen el dinero para que catedrales y palacios puedan ser reparados y asegurar su mantenimiento. Aunque, es de prever, las visitas incrementarán la necesidad y la frecuencia de dichos cuidados. Con todo, la apertura del acceso a las cubiertas de la catedral de Málaga ha puesto sobre la mesa las contradicciones de una tendencia que combina interés arquitectónico, acceso a miradores insospechados, descubrimiento e incluso aventura.

Fueron las goteras en las bóvedas de la catedral malagueña lo que llevó al Cabildo a buscar financiación para continuar los trabajos de reparación. Por eso los arquitectos Gabriel Ruiz Cabrero, José Manuel Sánchez de la Chica y Adolfo de la Torre Prieto recibieron el encargo de construir un acceso desmontable en cualquier momento. El equipo trabajó para que su proyecto fuera también lo menos visible posible. Se trataba, explican, “de no distraer ni alterar”. Así, la plataforma que hoy recibe a los visitantes descansa sobre dos vigas, apoyadas en la fábrica de sillería de la catedral, y todo el sistema de anclaje de piezas queda empotrado en las juntas de las piedras, que no se han tocado.

Nuevas vistas

Las cubiertas de la catedral de Málaga se abrieron a mitades del mes de mayo. 200 escalones para subir a 50 metros y disfrutar de las vistas del perímetro del templo.

El Códice Calixtino ya recomendaba acceder a las cubiertas de la catedral de Santiago. Vistas a 30 metros de altura que alcanzan gran parte del conjunto histórico de la ciudad.

Una perspectiva de 360º ofrece la basílica de Santa María del Mar de Barcelona, una nueva perspectiva del templo y del barrio del Born.

La Pedrera se transforma en verano con visitas nocturnas a su azotea a ritmo de jazz.

Construido con madera, hierro y acero inoxidable, el recorrido por pasarelas tiene en cuenta tanto las vistas a las que conduce como la factura del camino que construye. Por eso el fuste de los balaustres, de acero galvanizado pintado de negro “como la antigua cerrajería de la catedral”, contiene regletas de LED que subrayan, de noche, el recorrido. Al final, la mejor vista de la ciudad y su puerto conviven sobre el templo con un nuevo acceso a sus secretos, como una ventana con vistas al interior.

En la otra punta de España, en Santiago de Compostela, las cubiertas escalonadas de la catedral se anuncian como un “cielo de piedra” 30 metros por encima de la plaza del Obradoiro. Más allá de servir de mirador y de acercar al visitante para que pueda tocar las torres y los pináculos, las cubiertas ofrecen una lección de historia en la que quedan patentes las diversas etapas en la construcción de los templos. En Santiago publicitan esta visita añadiendo la palabra “emoción”. Y es que, en las antípodas del mundo, en Sídney, la ciudad lleva años comercializando como aventura la posibilidad de subir —mejor, escalar— a uno de los símbolos de la ciudad: el puente del puerto. Conocido como el monumento que siempre está pintándose (se tardan 10 años, por lo que al concluir hay que volver a empezar), los 30.000 litros de pintura se sufragan con visitantes que llegan armados con cables y ropa de escalada para, a 134 metros de altura, recorrer su kilómetro largo.

La cubierta de la catedral de Málaga.
La cubierta de la catedral de Málaga.miguel de guzmán

En Barcelona se puede realizar una vuelta de 360 grados desde la segunda planta de los tejados de la basílica de Santa María del Mar. Aunque fue el acceso a la azotea de la Pedrera uno de los inmuebles pioneros de esta tendencia que mezcla el conocimiento con lo inesperado y las vistas sobre la ciudad con el estudio de la arquitectura. Abiertas al público tras ser restauradas en 1996, las cubiertas de La Pedrera, la última obra civil que firmó Antoni Gaudí, contienen un paisaje de torres de ventilación y chimeneas en el que el famoso trencadís de cerámica convive con el mármol y las vistas sobre el Paseo de Gracia compiten con un recorrido laberíntico y sinuoso que demuestra que Gaudí no solo entra por los ojos. Acceder a las partes ocultas y a vistas desde otro punto de vista está detrás de este nuevo turismo urbano de altura.

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