En Dabin City se ha formado una microsociedad en la que los niños, sin escuela, han visto cosas que nunca deberían haber presenciado
Irak -
La llegada de una persona ajena siempre es un acontecimiento para los niños y bastan unos minutos para que una decena de niños corran tras el fotógrafo y se arremolinen delante del objetivo.Los niños están por todas partes, en la oscuridad de los huecos de las escaleras con peldaños sin rematar y desprovistas de pasamanos, en los montones de ladrillos inestables de varios metros de altura, y corren descalzos entre trozos de vidrio roto y chatarra oxidada.A menudo, son los niños, que se han quedado sin escuela, los que permanecen sentados en los puestos y quienes hacen la compra. Hay cientos de ellos en Dabin, muchas veces desatendidos y aburridos.No hay colegio, y existen muy pocas actividades para los niños exceptuando las que organizan las organizaciones humanitarias de manera puntual.Los equipos de salud mental siguen recorriendo el lugar entre sesiones de relajación y actividades para los niños. Médicos sin Fronteras también interviene allí y ha instalado una clínica móvil, algo necesario dadas las dificultades de acceso al hospital más próximo.Rahat y Mahdi, sentados, muy serios, en medio del terraplén y vigilan su puesto mientras esperan a un hipotético cliente.Ana Farhan se sienta al lado de su marido Abdallah. Juntos suman 165 años de una vida de trabajo lejos de las atrocidades de estas últimas semanas.