Una nueva ley electoral
Vuelven nuestros padres de la patria a las andadas, proponiendo una ley electoral para condenar a las minorías al ostracismo. En lugar de seguir el modelo electoral alemán o de los países escandinavos, con mandatos directos y bancos de restos para garantizar la pluralidad, la ocurrencia es ahora una doble vuelta en Parlamentos autonómicos o en Ayuntamientos. Tal vez la figura de alcalde pudiera merecer tal consideración, aunque esté lejos de la tradición electoral española, pero proponer un sistema presidencialista mayoritario para gestionar la educación y la sanidad, competencias autonómicas, es un completo disparate en el país del duque de Lerma y del Lazarillo.
Si las leyes actuales no son ya una estafa con claros casos de manipulación legal en algunas circunscripciones autonómicas (por ejemplo, el noroeste y Altiplano murcianos, Formentera, Hierro o Gomera), en cartel se anuncia el cerrojazo de las mayorías. Definitivamente, la “buena estirpe” que nos gobierna necesita de blindajes legales para seguir garantizando los negocios de los caciques locales. La España eterna, que no se quiere ir.— Eduardo Ros Ibarra.
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